Rosell, el presidente invisible, cumple 100 días en el cargo

  • Barcelona.- El presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, cumplirá mañana viernes, cien días en el cargo, periodo que ha transcurrido sin que el nuevo mandatario se haya prodigado en exceso ante los focos de los medios de comunicación y haya optado, así, por una posición más reservada tras los bastidores.

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Barcelona.- El presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, cumplirá mañana viernes, cien días en el cargo, periodo que ha transcurrido sin que el nuevo mandatario se haya prodigado en exceso ante los focos de los medios de comunicación y haya optado, así, por una posición más reservada tras los bastidores.

Rosell ganó las elecciones a la presidencia del FC Barcelona el pasado 13 de junio tras arrasar en las urnas frente a sus tres rivales (Agustí Benedito, Marc Ingla y Jaume Ferrer), a quienes derrotó al obtener una mayoría absoluta producto de los 35.021 votos que recogió (61'35%).

El nuevo presidente accedió al cargo el pasado 1 de julio sin un programa electoral revolucionario, ya que el club se encontraba en un momento estable, aunque tras las primeras conclusiones de los nuevos gestores se dispararon las alarmas, cuando se dio a conocer que tras una auditoría el Barcelona no sólo no había cerrado la pasada temporada con superávit, sino con unas importantes pérdidas.

En esta cuestión, en la que aún no se ha escrito la última palabra, ya que se aventura un crudo enfrentamiento entre la actual directiva y la saliente, Rosell se ha mantenido al margen, dando protagonismo a otros actores de la junta, como el vicepresidente económico, Javier Faus, o al propio portavoz, Toni Freixa.

Tras alcanzar la presidencia, Rosell compareció ante todos los medios para ofrecer una visión de su nueva situación y se recogió en un segundo plano, postergando su comparecencia ante los medios hasta Navidad, aunque se desconoce el formato que escogerá para transmitir sus mensajes.

Mientras, Rosell ha tenido una participación casi testimonial ante los medios y en actos públicos. Se le ha visto en algunos actos peñísticos, ámbito que se ha propuesto potenciar, hasta el punto de haber creado una oficina permanente para atender las inquietudes de las miles de peñas que tiene repartidas el Barcelona por el mundo.

Otros escenarios donde se le ha visto, además del palco del Camp Nou, han sido en la presentación y firma de nuevos contratos con jugadores, aunque en los actos ante los medios el nuevo presidente se ha apartado de los focos y ha dado todo el protagonismo al vicepresidente deportivo, Josep Maria Bartomeu, y al nuevo secretario técnico, Andoni Zubizarreta.

Esta pose del mandatario azulgrana responde, más a que a una apuesta personal, a un rechazo frontal al perfil que ofreció su antecesor, Joan Laporta, quien se sobreexpuso ante los medios desde el primer día que obtuvo la presidencia en el verano del 2003.

Rosell y Laporta llevaron a cabo una más que aceptable cohabitación en la salida del segundo y la entrada del primero durante dos semanas, hasta el día de la investidura del nuevo mandatario, e incluso el ex presidente llegó a disfrutar en el Camp Nou de los honores que tuvo el Barcelona cuando recibió en agosto el trofeo de la Liga anterior, donde llegó a dar una vuelta de honor.

Pero al margen de estos dos momentos de buena sintonía, muchos de los gestos de Rosell expuestos ante los medios o en los despachos se han moldeado con la idea de mostrar un imagen antagónica a la idea que ha prevalecido en el Barça de Laporta. La primera acción fue poner en duda la presidencia de honor de Johan Cruyff, una acción que generó un importante rechazo en la masa social azulgrana.

Por otra parte, con una idea de satisfacer una promesa electoral vinculada a ofrecer total transparencia en la gestión, Rosell se ha propuesto dar visibilidad ante los socios toda la gestión de Laporta, a partir de una 'due diligence' que ha sido filtrada a cuentagotas en algunos medios y que revela, sin que el club lo haya desmentido, algunos excesos en los gastos de la anterior junta.

Pero el caballo de batalla entre el pasado y el presente en la directiva barcelonista reside en la liquidación de la temporada anterior, en la que la actual junta denuncia unas pérdidas millonarias (77 millones de euros) auditadas ante el superávit de once millones con el que cerró el ejercicio el consejo de Laporta, sin auditar.

Mientras el equipo azulgrana camina con algunos problemas en las competiciones oficiales, en las que no se siente tan seguro como en año pasado, las cuestiones de los despachos vuelven a cobrar el máximo protagonismo justo cuando se cumplen cien días de Rosell en la presidencia y ante la asamblea de compromisarios del próximo 16 de octubre, donde se puede escenificar una fractura social importante.

A la espera de lo que acontezca el día 16, Rosell habrá cumplido cien días sin muchos sobresaltos ni grandes acciones, a excepción de la obtención de un crédito sindicado con bancos, negocio que ya estaba casi cerrado con la anterior junta.

El fracaso en algunos fichajes, como en el de Cesc Fàbregas, haber vetado la presencia de los jugadores en el palco del Camp Nou (aunque fue corregido), la puesta en marcha de un código ético que ha genero mucha contrariedad, el exceso de celo en la austeridad y la ausencia de una grada joven en el Camp Nou son algunos episodios negativos frente a acciones muy aplaudidas como la lucha por ubicar los horarios en una franja más familiar o la celebración de la asamblea de compromisarios fuera del verano.

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