La Covid empeora la situación

La batalla del barro enfrenta a la clase política por un campo digno en Oviedo

El Real Oviedo Rugby vuelve a encontrarse con un problema de décadas: el estado deplorable de su campo de juego habitual, que se convierte en impracticable por el lodo a los pocos minutos de pisarse.

La batalla del barro enfrenta a la clase política por un campo digno de rugby en Oviedo.
La batalla del barro enfrenta a la clase política por un campo digno de rugby en Oviedo.
Mario Rodríguez

El barro está asociado al rugby como la tierra batida al tenis. Es parte de su ADN. Le da un valor añadido a la épica que adorna o, mejor dicho, adornaba toda la liturgia del deporte del balón ovalado. Es lo que tiene la lluvia cuando se mezcla con la tierra. En Oviedo, como toda la zona norte, no era una excepción la súbita aparición de auténticas piscinas naturales de barro. 

En una de ellas empezó a entrenar y a jugar a rugby con 18 años un estudiante recién llegado de León de 185 centímetros de altura "y con 20 kilos de peso menos que ahora" en el equipo universitario del San Gregorio. Compaginó mientras pudo su actividad deportiva con sus estudios de Derecho y la oposición a la judicatura. "Luego ya lo dejé", recuerda Enrique López, actual consejero de Justicia, Interior y Víctimas de la Comunidad de Madrid.

Entre 1980 y 1987, el también ex magistrado del Tribunal Constitucional, comprobó de primera mano lo que era zambullirse en campos embarrados y mancharte la cara y la camiseta al punto de no llegar a distinguir a tus compañeros de los rivales. "Date cuenta de que en invierno, y durante buena parte de la primavera, en Oviedo llueve mucho, así que los campos estaban permanente embarrados y se hacía muy difícil manejar bien el balón", dice al evocar su época con el número ocho a la espalda que alternaba con el 15 de zaguero. Se refiere a los campo del CAU, en la zona de los colegios mayores, a otro que ya no existe situado en la zona de El Cristo donde estaban los hospitales y también al de la Universidad Laboral de Gijón donde se disputaban los partidos de la liga universitaria. 

Fue también en Asturias donde López participó en la fase final del campeonato de España de la liga universitaria. Se han escrito en los últimos años ríos de tinta sobre el deplorable estado de El Naranco, el terreno donde entrena y disputa sus partidos el equipo del Real Oviedo Rugby. Y nada. Nadie le pone solución. Su capitana Ana González, más conocida por Kolo, lleva jugando cinco años en el club. "Empecé por mi hijo –afirma-, y como me fui metiendo en los valores del rugby y entablando amistad con otras madres al final me convencieron y me decidí a probar”. Lo peor, sin duda, el barro. "Es criminal porque estás luego una semana sacándotelo de las orejas". 

La ducha después de un partido se hace interminable. "Nos metemos vestidas para quitar el barro que se ha quedado pegado y luego el de las camisetas térmicas que llevamos cuando hace frío y también el de la botas, así que, sólo con eso, ya tardamos más de media en ducharnos", añade. No es nada exagerado lo que cuenta. Un equipo de Cantabria estuvo a punto de negarse a jugar. "Es que se te mete la bota hasta el tobillo y no puedes avanzar ni hacer nada con el balón que se queda clavado en el campo". 

Lavar la ropa no es una tarea sencilla. "En casa tengo un balde XXL", dice con sorna la capitana. Tampoco exagera con lo del balde. Son tres en la familia los que entrenan y juegan. Madre, hijo e hija, "por lo que merecemos que nos subvencionen la compra de una lavadora cada dos años". La operación limpieza consta de un aclarado previo en el balde XXL antes de meter la ropa en la lavadora con todavía restos de barro "con el riesgo de atascar algún día las cañerías". La cosa no acaba ahí. Se puede llegar a perder una bota en el campo porque "el barro te absorbe y hace de ventosa"

Luego está lo de llevar a los hijos a casa sin ducharse por las medidas sanitarias. "Tienes que ir a buscarles en el coche con los asientos forrados o meter al guaje dentro de una bolsa de plástico", dice también con cierta ironía. 

Los problemas del campo donde disputa sus partidos un histórico club que ha militado cuatro años de División de Honor y más de treinta en División de Honor B vienen de lejos. Lo inauguró en 1998 el entonces alcalde de la ciudad Gabino de Lorenzo. Una placa colocada en un lugar estratégico así lo atestigua. En realidad, la cesión del terreno corrió a cargo del Principado, gobernado en aquella época por Sergio Marqués, y la construcción de las instalaciones se hizo gracias al consistorio. El acuerdo fue muy rápido. Ambos políticos, al principio, eran afines ideológicamente (PP), aunque el ex presidente asturiano acabó tarifando de esas siglas y fundó años más tarde otra formación política con sus más afines, pero esa ya es otra historia. 

En 1998 el club tenía una escuela "relativamente" pequeña y el campo podía soportar sin problemas que se pudiera entrenar y jugar, tal y como señala Juan Alonso, que hasta hace poco ha sido el director de la escuela. "A medida que hemos ido creciendo, su uso se ha hecho muy grande y de ahí vienen todos los problemas que provocan que jugar allí sea una heroicidad", se lamenta. No le falta razón, porque esta temporada el Oviedo tiene alrededor de 250 fichas en chicos y chicas en todas las categorías. A eso hay que añadir que el subsuelo del terreno filtra mal. "Es que además está en una zona de El Naranco que tiene mucha caída y eso también le hace propenso a sufrir inundaciones". 

De cara a buscar soluciones, el Ayuntamiento hizo alguna propuesta un tanto simplista. Todo pasaba por utilizar el campo lo menos posible, esto es, se trataba de cuidar el césped donde se practica rugby como si fuera valioso jarrón chino de porcelana. O sea, parecido a proponer que se prohíba jugar con botas de tacos o que se empuje en las melés para cuidar la hierba. Así de meditada fue la recomendación. Por eso la pasada temporada, cuando el club aún militaba en División de Honor B, los jugadores acudían a entrenar a la Fresneda, situado en el término municipal de Siero, a unos quince kilómetros de Oviedo. "El coste de todo aquello fue muy grande porque además de tener que pagar por el uso del campo perdimos a algunos seniors que no podían desplazarse hasta allí", subraya Alonso. Con tantos mimos -solo se disputaba un partido a la semana-, el campo se mantuvo "más o menos" bien.

Eso no evitó que algunos equipos protestaran. No sólo por su estado, sino también por las instalaciones. Había déficit en la conducción del agua y, además, salía muy fría. Nada de cantar bajo la ducha enjabonado y perder el tiempo. Es más, hasta algún árbitro dejó algún recadito en el acta, según indica el ex responsable de la escuela. Como este año toca ahorrar, los jugadores han vuelto a El Naranco y, claro, la bola de nieve se ha hecho más grande. "Es que no nos queda otra porque la opción de desplazarse es un engorro", se justifica. 

Así que, de vuelta a los orígenes, entre patrocinadores, veteranos del club y padres han decidido arrimar el hombro para, de forma desinteresada, tratar de reparar la parte de las instalaciones dañadas a la espera de que los políticos se pongan de acuerdo. El presidente del Oviedo, Arturo Méndez, reclama a las dos administraciones enfrentadas por este asunto que se sienten a negociar "y se pongan de acuerdo para solucionar la papeleta". Ahora las cosas son distintas. El consistorio está en manos del PP y el Principado está regido por los socialistas, así que con el actual clima político donde los pactos son una quimera, la situación no invita al optimismo. Unos abogan por una cesión de los terrenos bajo unas determinadas condiciones y los otros aceptan la primera premisa pero ponen condiciones distintas. "Carecer de un campo de hierba artificial es un lujo que no nos podemos permitir", se queja Méndez. 

Su lamento tiene razón de ser. "Estamos creciendo mucho y necesitamos unas instalaciones dignas", añade. El club lleva ocho años exigiendo un nuevo campo porque con las circunstancias actuales del protocolo anti-Covid, unido al factor meteorológico. "no nos permiten disfrutar de un campo con hierba natural donde entrenen y jueguen diez equipos". A día de hoy el campo está "impracticable" y Méndez teme que si la Federación Española de Rugby les exige de nuevo su homologación van a tener problemas. Así que, de momento, les queda mirar con sana envidia a otros equipos del Principado que ya disfrutan de un campo de hierba artificial como el Belenos de Avilés o que lo tendrán a corto o medio plazo como el Real Gijón Rugby, La Calzada o Llaneras. 

Como consuelo, la gente que lleva las redes sociales del club ha organizado una especie de concurso fotográfico en su cuenta de Instagram con la temática de rugby y barro. El ganador se llevará una gorra del equipo. De momento ya se han presentado más de 50 fotos y una de ellas supera incluso los 300 likes.   

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