Sudáfrica respira fútbol y se siente preparada a un mes del Mundial

  • Johannesburgo.- Los conductores cubren sus retrovisores con los colores de la bandera nacional, las cajeras de los supermercados visten zamarras de los equipos mundialistas, políticos y ciudadanos de a pie se enfundan cada viernes la camiseta de los 'Bafana Bafana' y en alguna iglesia los feligreses utilizan vuvuzelas para decir amén.

Sudáfrica respira fútbol y se siente preparada a un mes del Mundial
Sudáfrica respira fútbol y se siente preparada a un mes del Mundial

Johannesburgo.- Los conductores cubren sus retrovisores con los colores de la bandera nacional, las cajeras de los supermercados visten zamarras de los equipos mundialistas, políticos y ciudadanos de a pie se enfundan cada viernes la camiseta de los 'Bafana Bafana' y en alguna iglesia los feligreses utilizan vuvuzelas para decir amén.

Las zapaterías venden calzado estampado con los colores de los equipos mundialistas, bares y restaurantes se adornan con las 32 banderas de los países clasificados, proliferan las apuestas y los pronósticos en Internet y los aficionados se saludan unos a otros preguntándose si ya tienen entradas para el Mundial.

Queda un mes, uno sólo, para que el balón eche a rodar, y entre tanto, miles y miles de sudafricanos hacen cola para fotografiarse junto al trofeo del Mundial, que ya recorre el país después de haber visitado los cinco continentes y que llegará a Johannesburgo el 6 de junio, donde esperará el abrazo del campeón.

Ganada para la causa a la población local, que se ha volcado en las últimas semanas en las ventanillas de venta de entradas, de las que sólo quedan el diez por ciento, según datos de la FIFA, la organización no tienen razones de peso para creer que Sudáfrica no organizará un gran campeonato.

"Este Mundial será un éxito", afirmó rotundo hace quince días el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien añadió que Sudáfrica estaba preparada para celebrar el Mundial "mañana mismo".

Sudáfrica se lo ha tomado en serio, no sólo por lo que significa organizar el espectáculo deportivo más esperado del mundo, sino porque lo entiende como una oportunidad de presentarse ante el mundo como un país avanzado, moderno y responsable.

"Nuestro país está a punto de situarse bajo el microscopio y el escrutinio", advirtió este fin de semana el presidente sudafricano, Jacob Zuma, que comparó el momento con las primeras elecciones democráticas del país, en 1994, las cuales situaron Sudáfrica en las portadas de los periódicos de medio planeta.

En realidad el país lleva mucho tiempo en esa situación, casi desde el momento mismo en que se le concedió la organización, en 2004, cuando comenzaron a arreciar las críticas y los pronósticos más agoreros que anticipaban un Mundial catastrófico, sin infraestructura y con unos índices de violencia desalentadores.

La inseguridad ciudadana sigue ahí, como un mal endémico del que se diría que a Sudáfrica le llevará décadas atajar, pero la organización, consciente de sus debilidades, ha puesto todo de su parte para que el Mundial no se convierta en una desagradable crónica de sucesos que desplace a los goles de los informativos.

"Estamos preparados para ofrecer un Mundial seguro no hoy, ni mañana, sino ayer", aseguró el Comisario de la Policía, el general Bheki Cele, quien detalló que las nueve sedes mundialistas estarán permanentemente vigiladas por unos 46.000 agentes.

Las Fuerzas Armadas han concluido sus ejercicios de entrenamiento y han puesto sus recursos al servicio del campeonato, Interpol ha aplaudido el plan de seguridad de Sudáfrica y ni siquiera las amenazas de grupos terroristas musulmanes o de extrema derecha han mermado la confianza de la organización.

Atrás queda el principal momento de debilidad, a principios de año, cuando la selección de Togo sufrió un atentado a las puertas de la Copa de África que encendió las alarmas de la FIFA y de los analistas internacionales.

Pero la FIFA se ha espantado el miedo y los sudafricanos ya bailan en las calles al ritmo de las vuvuzelas, toman lecciones del "Diski dance" y esperan como agua de mayo la posibilidad de acudir a los Fan Fest a contemplar los partidos en pantallas gigantes, algunos de ellos por primera vez en 3D, o a los estadios de relumbrón en los que Sudáfrica ha invertido cifras millonarias.

Las mismas que en aeropuertos renovados, carreteras, nuevos servicios de transporte y humanización de zonas cercanas a los estadios, de los que sólo el Soccer City, que acogerá el partido de inauguración y la final, está pendiente de inauguración.

La suerte está echada; a estas alturas no queda tiempo más que para retoques cosméticos y para tratar de convencer a diferentes colectivos sociales descontentos de que pospongan sus manifestaciones y quejas hasta que concluya el Mundial, solicitud a la que no pocos prefieren hacer oídos sordos.

"Nadie, en cualquier evento y con cualquier tipo de precauciones en la logística, las telecomunicaciones o los transportes puede garantizar que todo vaya bien. Pero estoy convencido de que será un éxito", afirmó Blatter.

El mismo éxito que los aficionados sudafricanos desean a su selección, la cual cuenta también con el respaldo del mundo del rugby, que le devuelve así el favor a toda Sudáfrica, volcada con los Springboks en el Mundial en 1995 para crear un clima de armonía social inédito, gracias al deporte, en un país históricamente azotado por los enfrentamientos.

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