Una tradición de fiestas sin final

El tercer tiempo en el rugby o el secreto de un rito que nadie se atreve a desvelar

Tras los partidos, los equipos que han sido rivales en el campo se enfrentan en amistad y celebración en unos encuentros de los que ni 'Cuarto Milenio' ha sido capaz de exponer a la luz pública en su totalidad.

Imagen del local donde el equipo El Salvador celebra sus terceros tiempos.
Imagen del local donde el equipo El Salvador celebra sus terceros tiempos.
JL Useros

Nada más ganar la Copa de Europa de rugby con los Saracens, Alex Goode bajó al vestuario y se sirvió una pinta de Guinness. Eso fue un sábado. Además, acababa de ser elegido mejor jugador europeo y, claro, se le juntaron varias celebraciones al mismo tiempo. A través de las redes sociales se pudo seguir su periplo durante casi tres días siempre con una pinta o una lata de cerveza en la mano. Ataviado en todo momento con la ropa con la que había jugado el partido, incluidas botas y el protector bucal, se sabe que dio por concluida su gira por todos los pubs que le abrieron las puertas la noche del lunes. Un tuit con las palabras "over and out" (cambio y corto) permiten intuir que se fue a dormir, pero no hay testigos que lo confirmen. En los terceros tiempos hay casos aislados de gente que desafina. La mayoría, sin embargo, están cargados de divertidas anécdotas. 

Año 1991. Por primera vez Las leonas acudían a un mundial. En esa época estaba de moda un anuncio de un producto de limpieza que decía: "Tú pasa el Pronto y yo el paño". En el spot aparecía una mujer que se deslizaba por encima de una gran mesa y la dejaba impoluta. Pues bien, cuando la selección visitaba las instalaciones del estadio Arms Park de Cardiff en un tercer tiempo junto a los directivos, a Mariola Rus le vino de repente a la cabeza aquel anuncio cuando observó que al fondo de una habitación había una "impresionante" mesa de madera de diez metros de largo. Sin decir nada a nadie, cogió carrerilla y se tiró en plancha sobre el mueble con el uniforme que llevaba puesto. Recorrió varios metros ante la mirada estupefacta de los directivos "que me echaron una buena bronca". 

La mesa, sin usar Pronto, quedó sin rastro de polvo. Todo se lo había llevado la actual responsable del rugby femenino de la FER adherido a su jersey, por lo que tuvo que hacer el resto de la visita con la prenda puesta del revés. A partir de entonces se hizo famosa entre sus compañeras la frase de "pasa el paño, Mariola"

En cuestiones del tercer tiempo aún manda la omertá, según qué temas. Se dice el pecado pero no el pecador. Se sabe, por ejemplo, que hubo una chica que después de jugar un partido en Malmoe (Suecia) amaneció al día siguiente vestida con la equipación completa de las italianas. Fin de la historia. No es ningún secreto, porque hay constancia gráfica, que tras la disputa de un partido en Agen contra Francia y de unas cuantas cervezas, hubo un concurso de soga tira. Las francesas iban con su chándal y sus zapatillas deportivas mientras que las españolas iban ataviadas con una minifalda negra, medias y zapatos de vestir. "Éramos 22 contra 22 pegando unos tirones que te cagas, y ganamos", dice Mariola riéndose. 

Dentro del repertorio musical de los terceros tiempos se hizo célebre entre las jugadoras la canción 'Sex bomb' de Tom Jones. Lo importante no era saberse la letra sino el baile, que en muchas ocasiones se asemejaba al de Kim Basinger en 'Nueve semanas y media' con la sintonía de Joe Cocker de fondo 'You can leave your hat on'. Hasta aquí llega la autorización para ahondar más en el tema. 

Ordizia

Para agasajar a un anfitrión en Guipúzcoa nada mejor que llevarle a una sidrería. A base de un menú de tortilla de bacalao de primero, seguido de un buen chuletón, para terminar con un postre con queso, membrillo y nueces es fácil de conseguir. Julen Goia, capitán del Ordizia, aún recuerda el día en que se les ocurrió llevar a un equipo galés después de un partido a una sidrería del pueblo. "Ellos flipaban con eso de levantarte de la mesa y servirte toda la sidra que quisieras", dice. El ambiente dentro del local fue creciendo a medida que aumentaban los viajes hasta la kupela (barrica). 

Y claro, la euforia dio paso a la fase de cánticos populares. Con la ayuda de una escalera, los galeses empezaron a subirse a las barricas donde se almacenan más de 10.000 litros de sidra. "Unos cantaban, otros se quitaban la camiseta, otros los pantalones…". Los galeses, según explica el jugador, tampoco entendían por qué se despreciaba la bebida sobrante que caía en un balde "así que lo volcaban, metían la sidra en sus zapatillas y se la bebían". El caso es que en un momento dado el local parecía más "un sitio de streaptease que una sidrería", con el lógico enfado de la dueña. No es extraño que Goia confiese ahora que "hubo gente que acabó bastante jodida". 

Cuando cruzó la muga (frontera) para jugar en el Biarritz Olympique en la máxima categoría del rugby francés, comprobó que la cosa era bastante más aburrida. Al terminar los partidos acudían a la sala Serge Blanco del estadio de Aguilera y allí degustaban un buffet compuesto por cinco primeros y segundos platos junto a los jugadores del equipo rival. Separados por un biombo comían los patrocinadores del club. "Todo muy protocolario", subraya. 

En Ordizia hace un año que han cambiado su forma de hacer los terceros tiempos. Antes lo hacían de pie en el mismo campo y ahora van a un txoko del pueblo donde comparten comida y bebida todos mezclados y sentados. Allí han implantado una costumbre que trajo su entrenador Iñigo Marotias de su experiencia en Nueva Zelanda. Antes de acabar de comer se reúnen los dos capitanes y eligen a 'The man of the match' al que agasajan con un queso de Idiazabal, sidra de la sidrería Tximista y un pollo de Lumagorri.

Como en todos los equipos, cohabitan con un grupo de ruidosos. El cuarteto lo componen su hermano Oier, el samoano Kawa, el argentino Valentín Cruz y Asier Orbea, "que le gusta la fiesta más que a nadie". Con el dinero de las multas por llegar tarde o dejarse algo en el vestuario "se han comprado un bafle y, sentados en la parte trasera del autobús, ponen la música a todo volumen". 

Alberto Malo

Después de 18 años en la Santboiana, Alberto Malo (74 caps) ha sido testigo de muchos terceros tiempos. "No tenías el mismo ánimo cuando ganabas que cuando perdías, pero como todos éramos amateurs procurábamos pasarlo lo mejor posible", admite. Nunca tuvo problemas en tomar cerveza con alguien después de un partido aunque hubiera tenido algún roce. "Cuanto más duros eran, más les respetaba y eso, al final, se transformaba en cordialidad". Le cuesta dar nombres, aunque al final desliza los de Bosco Abascal, Julio Álvarez, Jon Etxebarria o Asier Altuna. En la selección tenía su propio repertorio de canciones. Al margen de la versión castellanizada de 'The Wall' del grupo Pink Floyd importada por los jugadores de El Salvador de Valladolid, Malo dirigía al coro cantado rancheras como 'Cucurrucú paloma' que era "un gran éxito" porque "luego se liaba una buena cuando les hacía repetir el estribillo". Dice que tampoco desafinaban entonando 'Cielito lindo'

Nadie lo confirma ni lo desmiente. En Nueva Zelanda probó unos meses con el Freyberg. Allí tuvo la ocasión de acudir a un tercer tiempo con los jugadores maoríes. "Me invitaron a un hangi", recuerda. Se trata de una especie de barbacoa al estilo de los aborígenes. Tras hacer un agujero en el suelo, se calientan unas piedras y se meten el fondo. Luego se pone encima una bandeja con la carne y las verduras y se tapa. O sea, como si fuera un horno. Malo quiso tener un gesto con ellos, pero después de hablar con su novia desechó la idea de hacer una paella "porque me iba a liar con los ingredientes". Así que apostó por la sangría. "¡Madre mía!, aquello les encantó y fue muy divertido". 

De regreso a casa asistió a la fiesta del 75 aniversario de su club. La estrella fue en aquella ocasión el neozelandés Glen Staton. "De repente se quitó una de sus botas de media caña de cuero y los calcetines…". El final de la historia acaba así: puso el calcetín encima de la bota, lo utilizó como filtro para echar un litro de cerveza en su interior y luego lo escurrió. "El tío se bebió todo de un trago sin dejar ni una gota", evoca Malo. A continuación invitó a hacer lo mismo a un australiano "que era igual de grande que él" y "¡no veas las arcadas que le dieron al pobre!".

El Salvador

El Salvador de Valladolid tiene su departamento de atención al rival sediento y hambriento desde hace 18 en La Central Rugby Bar, muy cerca del edificio histórico de la Universidad. Lo regenta Pablo Pérez, el actual manager del equipo. Recuerda que todo empezó como una "broma" con varios jugadores del colegio El Salvador que militaban en el primer equipo "hasta convertirse en una institución en el mundo del rugby". Guarda un gran cariño a aquella generación que "lo ganaba todo" y añora aquellos terceros tiempos porque "ahora todo es más profesional y son muy tranquilos". 

Hasta la comida es diferente. "Antes era clarete, torrezno y cubata –afirma-, y hemos pasado a comidas con menos grasa como pasta o paella". Se sabe de memoria la alineación de aquel equipo de jugadores de cantera que cerraban su bar "cuando la licencia de apertura no daba para más" (las tres de la mañana) y enlazaban con el día siguiente "cuando se juntaba el cubata con la tostada de tomate y aceite". Le cuesta dar los nombres pero al final cede: Iván Criado Garachana, Diego Zarzosa, Alfonso Mata, Asís García Mazariegos...  "Todos ellos internacionales que además de grandes jugadores creaban afición". 

A lo largo de dos décadas Pérez guarda muchos recuerdos de los terceros tiempos. En su opinión, el equipo visitante más animado es el Ordizia, "pero con nuestro eterno rival (VRAC) son también maravillosos". En los últimos tiempos la voz cantante de El Salvador la han llevado Alejandro de la Rosa, "que ya no está con nosotros y que era un espectáculo" o el samoano Joe Mamea. De los buenos momentos no se olvida del día que celebraron en su club el triunfo de una final de Copa frente al VRAC en un partido disputado en Zorrilla ante 26.000 espectadores y con la presencia del Rey y de los malos le viene a la cabeza el día que perdieron en Palencia otra final contra Ordizia "porque la afición nos apoyó mucho". 

Cuenta que un tercer tiempo tras un partido contra los Falcons de Newcastle “después de meternos 80 puntos”, los hermanos Alex y Mathew Tait (ambos internacionales con Inglaterra) se metieron en la barra. A continuación, le pidieron una bandeja, pagaron 20 pintas "y las empezaron a repartir entre nuestros jugadores". Ahora bien, el récord de consumo de barriles de cerveza lo tienen los seguidores del Connacht irlandés "que vinieron a Valladolid cuatro días antes de disputarse el partido". Pero, sin duda, el tercer tiempo más emotivo fue cuando anunciaron a sus jugadores del equipo inclusivo que iban a participar en el mundial de Cork (Irlanda). "Ver sus caras de felicidad fue, simplemente, algo maravilloso".

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