Tomas Berdych, prometedor pero sin explotar. Uno de los asuntos sobre la mesa es el propio desafío que el jugador de Valasske Mezirici mantiene consigo mismo, a sus veinticuatro años. El gran talento del tenis checo ha transitado por los últimos cursos sin definir del todo las prometedoras advertencias que ejerció en sus inicios.
Incapaz de seguir el ritmo de otros que irrumpieron al tiempo y en situación similar, no ha podido asumir el liderazgo de la República Checa, aún en manos de Radek Stepanek.
Berdych, que ha palpado la condición de 'top ten' con cuentagotas y nunca más allá del número nueve del ránking pretende aún subrayar que su explosión está por llegar. Sin embargo, mientras jugadores coetáneos, incluso más jóvenes, pujan instalados en las alturas del circuito, el centroeuropeo suele quedar marginado de su condición de favorito.
Nueve finales acompañan a su historial. Con sólo éxito en cinco.
La más llamativa, el Masters Series de París, en el 2005. Un logro que no tuvo continuidad hasta el 2007, cuando ganó Halle, Tokio en el 2008 y Múnich, su único premio en el presente ejercicio, en el que está fijado como vigésima raqueta de la clasificación mundial.
Puede que la falta de continuidad sobre la pista tenga que ver con su peculiar personalidad. Aún es recordado por el rifirrafe que mantuvo con Rafael Nadal en el Masters Series de Madrid hace tres temporadas. Cuando mandó callar al público madrileño tras superar al español en los cuartos de final. Un cara a cara verbal que se prolongó después, en la sala de prensa.
Berdych se agarra a la Davis. Fijo en los planes actuales de Jaroslav Navratil, aún recuerda el revés que encajó contra España, en Brno, cuando contaba con diecinueve años y sus expectativas decayeron cuando perdió ante Feliciano López en un punto decisivo, el cuarto, tras saltar a la pista para suplir al lesionado Jiri Novak.
En su segunda participación con el equipo checo, el 8 de febrero del 2004, casi un debutante, testigo del nacimiento del gran Rafael Nadal, fue incapaz de soportar la presión de la situación y de evitar que la eliminatoria, hasta ese momento encarrilada, se inclinara del lado de España.
No ha olvidado aquello Berdych, que afronta la cita de Barcelona como una ocasión de saldar cuentas y de enderezar el rumbo de un curso en el que también ha pasado desapercibido.
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