Un Clásico con trampa: de campeón del mundo a jugarse la Liga en una semana

  • Desde que las victorias valen tres puntos el Madrid no llegaba al primer duelo de Liga contra el Barça a once de distancia
Sergio Ramos y Gerard Piqué, en un Clásico.
Sergio Ramos y Gerard Piqué, en un Clásico.
EFE

No es el de este sábado (13.00 horas) un Clásico cualquiera, si es que algún Clásico pudiera serlo, que está por ver. Sí que es un Madrid-Barça engañoso, de eso poca duda cabe. Sobre todo para los blancos, que en siete días pueden pasar de ser campeones del mundo a perder casi definitivamente la Liga. Y es que aunque en Concha Espina se haya celebrado a bombo y platillo el Mundialito de Abu Dabi y el quinto Balón de Oro de Cristiano, la cruda realidad dice que el Real Madrid mira a su eterno rival a once puntos de distancia. Con un partido menos, sí, pero ni siquiera en caso de recuperarlo con una victoria adelantaría a Valencia y Atlético en la carrera por el título. Ahora es cuando duele el irregular arranque de curso en el Bernabéu.

No es por añadirle dramatismo al asunto, más del que ya per se acarrea, pero el Madrid afronta ante el Barcelona una situación inédita: nunca antes, desde que las victorias se cuentan de tres en tres, había llegado al primer Clásico de Liga tan lejos de su contrario. Lo máximo eran nueve puntos en 2008, en la primera temporada de Pep Guardiola en el banquillo azulgrana, que con el 2-0 en el Camp Nou fueron doce. Al revés, el conjunto blanco tampoco ha podido despegarse tanto en la primera vuelta. Si acaso allá por 2003, con Queiroz dirigiendo a los 'Galácticos', el Madrid llegó al encuentro con diez puntos de ventaja y se marchó del coliseo barcelonés con trece en el zurrón. Claro que al final la Liga se la acabó llevando el Valencia de Benítez, aprovechando el pésimo inicio de temporada de unos y el desastroso final de curso de los otros.

Abonado a la épica en los últimos años, y por qué no decirlo, durante toda su historia, el Real Madrid no arroja la toalla, ni mucho menos, por el título. Fiel a su estilo, Zinedine Zidane afronta el Clásico tranquilo. "Estos son los partidos que molan", dice. Y más tranquilo todavía se presenta en el Bernabéu su homólogo culé, el 'Txingurri' Ernesto Valverde, que no quiere oír hablar de pasillos, sea su equipo el homenajeado o el que rinde homenaje. Mesura es su segundo apellido, y con ella ha logrado que el Barça no se acuerde de Neymar en estos primeros compases de la temporada. De momento notables, gracias también a otro ejercicio superlativo de Leo Messi, catorce dianas incluidas.

En un ejercicio de personalidad digno de destacar, a Valverde no le ha temblado el pulso en romper con esquema por antonomasia en Barcelona. Parece ya evidente que ha desterrado el 4-3-3 para los partidos importantes, al menos hasta que regrese de su lesión Ousmane Dembélé. Al trío que formaban Busquets, Iniesta y Rakitic le ha añadido al brasileño Paulinho, criticadísimo sin razones de peso en verano, pero que a estas alturas de curso suma seis goles en Liga, más que ningún otro centrocampista del campeonato. De hecho, más que ningún futbolista del Real Madrid. 

Cristiano se recupera de su sequía

Al gol precisamente, a la falta del mismo mejor dicho, se asocia directamente el descalabro blanco en la clasificación. Donde antaño había un 'hat-trick' de Cristiano, esta temporada se ha visto un 1-1 ante el Levante, un 0-1 frente al Betis o un 2-1 en Girona. Menos dos (puntos), menos tres, menos tres... Las matemáticas con eso no fallan. En cualquier caso, el astro portugués parece haber recuperado confianza en el Mundialito con dos dianas decisivas para lograr el sexto entorchado en Abu Dabi. Otra buena noticia para Zidane es que Gareth Bale consiguió enlazar dos ratos sobre el césped sin lesionarse, y dejando sensaciones del 'crack' que fichó en 2013. Hasta Modric, que estaba protagonizando su campaña más gris desde que viste de blanco, ha vuelto a dejar constancia de que, a su nivel, es el mejor centrocampista del mundo. 

Por tener, este Clásico tiene de todo. Hasta una cena de Nochebuena para comentar sin límites la polémica, que la habrá. Hasta un debate a escala del asunto catalán, encarnado por los líderes espirituales de cada equipo. Sergio Ramos representa al sector constitucionalista: todo por España (la selección), con acento andaluz. Gerard Piqué personifica al bloque nacionalista (porque como independentista nunca ha querido afirmarse), firme defensor del referéndum y de la libertad de los presos del 1-O. Aunque luego fuera del terreno de juego quedan tan amigos.

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