Wiggins, un favorito hecho en el laboratorio

  • El británico Bradley Wiggins es a sus 32 años el principal favorito para hacerse con la 99 edición del Tour de Francia por los muchos kilómetros contrarreloj que presenta el recorrido y porque ha dominado la primavera previa a la ronda gala.

Luis Miguel Pascual

Lieja (Bélgica), 29 jun.- El británico Bradley Wiggins es a sus 32 años el principal favorito para hacerse con la 99 edición del Tour de Francia por los muchos kilómetros contrarreloj que presenta el recorrido y porque ha dominado la primavera previa a la ronda gala.

El ciclista cuenta con todos los puntos a favor y con un gran equipo, el Sky, para subir al primer peldaño de París, toda una hazaña para un ciclista que parece recién salido del laboratorio, por la minuciosa forma en la que ha adaptado su forma de correr para llegar en condiciones de ganar el Tour.

Para lograrlo se ha puesto en manos de un entrenador procedente de la natación, Tim Kerrison, que le programa durísimas sesiones de trabajo con un objetivo: "Hacer de él el mejor escalador de los rodadores y el mejor rodador de los escaladores".

Los primeros resultados se han visto esta primavera, cuando ha sido el primer ciclista en enlazar las victorias en la París-Niza y en la Vuelta a Romandía, a los que sumó su segundo triunfo consecutivo en la Dauphiné.

Una preparación draconiana concebida para programar a un corredor físicamente endeble y psicológicamente frágil en la maquinaria de un campeón del Tour de Francia.

Wiggins se formó en la pista, donde se labró un gran palmarés y ha ido adaptándose a la carretera hasta convertirse en el más serio candidato a la victoria final. Nada ha sido casual en su transformación. Ha organizado una metamorfosis minuciosamente planificada.

El "ratón de laboratorio" se apoya en su inagotable capacidad de sacrificio para sobreponerse a su naturaleza. Abandonar la crisálida del "pistard" le ha costado un enorme sacrificio a este británico nacido en Gante hijo de un ciclista australiano, apasionado de la música y la estética Mod.

Pero desde que decidió ganarse la vida con el ciclismo en ruta, tras pasar penalidades económicas en la poco rentable pista, no ha dejado de trabajar para mejorar sus condiciones, aunque el camino no siempre ha sido fácil.

Bradley se aficionó pronto a la bicicleta pese a que no era el deporte favorito de su familia materna, más atraída por el fútbol. Se crió con sus abuelos después de que su madre decidiera abandonar a su padre, un "pistard" dado a la bebida y de pelea fácil.

En Inglaterra, la bicicleta rodaba sobre todo por la pista y en esa superficie dio sus primeras pedaladas, hasta que integró una generación dorada que acumuló recompensas en forma de medallas.

Ahí le llegó la gloria, pero no la fortuna y Wiggins se cansó de ser un ciclista pobre, por lo que decidió dar el salto a la carretera, más entable desde el punto de vista económico.

Su entrada en ese mundillo llegó por Francia, donde militó en La Française des Jeux, el Crédit Agricole y el Cofidis.

Pero de esos años se recuerdan más sus juergas nocturnas que sus resultados deportivos. Sus compañeros de entonces rememoran su gran capacidad para hacer bailar a toda una discoteca desde la atalaya de un "dj".

En esas circunstancias, la bicicleta no aparecía como un medio de vida y Wiggins volvió a sentir apreturas económicas.

Así que se apretó el cinturón y comenzó a tomarse en serio su carrera, lo que coincidió con su matrimonio, el nacimiento de su hijo y su llegada al equipo Garmin, donde coincidió con Shane Sutton, que le conocía desde niño.

Ahí comenzó la transformación. Perdió peso, comenzó a entrenarse como el que más y los resultados empezaron a llegar.

En el Tour de 2009, sorprendió al mundo por la facilidad con la que subía los puertos, al ritmo de los favoritos, lo que permitió a un "pistard" convertirse en candidato al podium, que se le escapó por poco, al terminar en la cuarta plaza.

Pero precisamente aquel "fracaso" alimentó su ambición, según reconoce el ciclista. "Si hubiera quedado tercero, creo que hoy no estaría aquí, porque todo me hubiera parecido muy fácil", señala.

A partir del año siguiente se obsesionó con la ronda gala que, sin embargo, le dio la espalda.

Las espectativas generadas no se cumplieron al año siguiente y Wiggins volvió a sentir el sabor del fracaso.

Pero de la humillación sacó fuerzas y en 2011 volvió a las carreteras francesas más fuerte que nunca, con la victoria en la Dauphiné como prueba de su valía.

Pero una caída le apartó en la primera semana de su objetivo y le obligó, de nuevo, a buscar con más ahínco el sueño para el que ha sido programado.

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