Cientos de seguidores de Al Sadr se manifiestan en Bagdad tras los últimos atentados en la capital

Reuters/EP

El ataque más sangriento tuvo lugar en un mercado del barrio de Ciudad Sadr, donde ha estallado un todoterreno cargado de explosivos, matando a 61 personas e hiriendo a más de un centenar.

Los manifestantes han portado pancartas criticando al primer ministro, Haider al Abadi, su predecesor, Nuri al Maliki, y otros altos cargos gubernamentales, a los que han acusado de descuidar a la población en medio de sus disputas políticas.

"Debe haber una postura firme contra todos los comandantes de seguridad corruptos e incompetentes que no han protegido la vida y las propiedades de civiles inocentes", ha dicho Alí al Mahamdawi, uno de los manifestantes. "Protegen y fortifican la Zona Verde --el recinto diplomático dentro de la capital--, pero no a sus propios hijos", ha denunciado.

Los seguidores de Al Sadr sostienen que la corrupción del sistema político ha minado la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico, que ha reclamado la autoría de los últimos atentados en Bagdad.

En este sentido, el parlamentario 'sadrista' Hakim al Zamili ha llegado a afirmar que el atentado en Ciudad Sadr sería en parte responsabilidad del Gobierno, lo que ha recibido la dura respuesta del Ministerio del Interior.

En su comunicado, el ministerio ha recalcado que los 'sadristas' ponen en peligro a la población debido a que contribuyen a la inseguridad con sus manifestaciones, que provocan que la Policía tenga que dividir sus recursos.

Al Sadr, cuyas milicias tuvieron en jaque al Ejército estadounidense durante las fases más cruentas de la guerra de Irak, anunció en febrero su retirada de la política y su completa desvinculación con el bloque parlamentario que hasta ahora representaba a sus seguidores.

Al Sadr es el líder 'de facto' de la Ciudad de Sadr en Bagdad y está al frente del Ejército del Mahdi, brazo armado del Bloque Sadr. Es, junto a Alí al Sistani y Ammar al Hakim, una de las figuras religiosas y políticas más influyentes del país sin ocupar ningún cargo gubernamental.

El clérigo consiguió popularidad tras la caída del Gobierno del expresidente Sadam Hussein tras la invasión de 2003, cuando abogó por la creación de una "democrática islámica".

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