Primavera árabe abre una era en brecha entre Occidente y musulmanes tras 11-S

  • La delicada relación entre los países musulmanes y Occidente ha vivido una década de distanciamiento tras los atentados del 11-S, agravado por las guerras de Afganistán e Irak, aunque la "primavera árabe" abre una nueva e imprevisible era.

Mohamed Siali

El Cairo, 5 sep.- La delicada relación entre los países musulmanes y Occidente ha vivido una década de distanciamiento tras los atentados del 11-S, agravado por las guerras de Afganistán e Irak, aunque la "primavera árabe" abre una nueva e imprevisible era.

En los países árabes y musulmanes, Occidente -sinónimo para muchos de Estados Unidos- está acusado de ser hostil hacia el islam, de apoyar a los regímenes autocráticos, de ejercer una suerte de tutelaje, de explotar sus recursos naturales y de proteger a Israel.

Durante la última década, se han alcanzado momentos máximos de alejamiento entre los musulmanes y Occidente, desde que, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, dos aviones pilotados por terroristas suicidas islamistas impactaron sobre el World Trade Center en Nueva York y mataron a 2.751 personas.

Cuando cinco días después del atentado, el presidente estadounidense George W. Bush se mostró decidido a dirigir una "cruzada", con toda la carga simbólica y histórica que conlleva este concepto, algo se quebró en la siempre compleja coexistencia entre Occidente y musulmanes.

Para el analista del Centro Al Ahram para Estudios Políticos y Estratégicos Mohamed Abás la posición de árabes y musulmanes hacia Occidente es diversa y sobrepasa las ideologías, pero en general está marcada por una "gran indignación".

En declaraciones a Efe, Abás explicó que, mientras los islamistas piensan que la llamada guerra contra el terrorismo es una nueva cruzada contra el islam, los nacionalistas árabes critican principalmente lo que consideran un nuevo colonialismo que pretende el expolio de las riquezas nacionales.

Desde 2001 se han reproducido los episodios de tensión en el mundo musulmán hacia Occidente, que sacaron a millones de ciudadanos a las calles para expresar su enfado en las principales capitales, desde Nuakchot hasta Islamabad.

Las manifestaciones más multitudinarias tuvieron lugar tras la invasión de Irak para acabar con el régimen de Sadam Husein, en 2003, aunque la guerra en Afganistán, en 2001, o la operación "Plomo Fundido" de Israel sobre Gaza entre 2008 y 2009 también sacaron a miles de personas a las calles.

En otras ocasiones, el desencuentro fue más allá de la indignación por motivos bélicos y alcanzó a cuestiones sociales relacionadas con la religión y la libertad de expresión.

Las caricaturas de Mahoma dibujadas por el danés Kurt Westergaard y publicadas en este país en 2006 por el diario "Jyllands Posten" o la intención del pastor cristiano estadounidense Terry Jones de quemar copias del Corán con motivo del noveno aniversario del 11-S despertaron nuevos sentimientos de odio o incomprensión.

Los musulmanes no solo expresaron su malestar hacia las naciones occidentales sino también hacia los regímenes en sus países, a quienes acusaron de conspirar con Occidente en contra de las aspiraciones de sus pueblos con el fin de mantener su poder.

Para Abás, esta visión podrá cambiar si las revoluciones de la llamada "primavera árabe" traen sistemas políticos democráticos, una alternancia en el poder, mayores libertades, y si consiguen integrar a los jóvenes, sobre todo a quienes representan a las fuerzas islamistas, en el juego político.

El analista marroquí Issandr El Amrani -autor de uno de los blogs más influyentes en el mundo árabe "arabist.net"- dijo a Efe que los islamistas y una parte de la izquierda en el norte de África y en Oriente Próximo piensan que a Occidente solo le importa la estabilidad en la región y que para garantizarla está dispuesto a apoyar a regímenes dictatoriales.

Sin embargo, las nuevas generaciones de la juventud árabe tienen una nueva comprensión de la política internacional, ya que "no solo la ven en blanco y negro sino de una manera multidimensional", señaló El Amrani.

"La visión de los últimos 50 años del nacionalismo árabe, que mira a Occidente como ocupante, está cambiando. Los Hermanos Musulmanes criticaron a Occidente por apoyar a (el derrocado presidente egipcio, Hosni) Mubarak, pero al mismo tiempo prefieren trabajar con los países occidentales, y no en su contra", explicó el analista.

Este pragmatismo político en la relación con Occidente e incluso con Israel dominará si la primavera árabe acaba con el establecimiento de sistemas democráticos verdaderos, remachó.

Según estos expertos, si el cambio democrático llega a acabar con las estructuras de los regímenes autocráticos, eso conseguirá que el poder deje de ser percibido por el pueblo como una fuerza ambigua e ilegítima, sino el resultado de un pacto entre las partes nacionales.

Por ello, confían en que las nuevas autoridades que engendrará este cambio tratarán a Occidente de igual a igual, porque ya no necesitarán su apoyo para protegerse de posibles revueltas populares, y carecerán del complejo de inferioridad y el victimismo que han caracterizado estas relaciones.

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