BRASIL, EN EL CENTRO DE LA TORMENTA PERFECTA

El próximo 2 de agosto el Senado brasileño decidirá si lleva a efecto la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Para que se materialice el 'impeachment' es necesario que lo aprueben 28 de los 54 senadores (la mitad más uno). La votación tendrá lugar a solo tres días del inicio de los Juegos Olímpicos de Río. El país acoge la cita olímpica sumido en la mayor crisis política y económica de los últimos tres lustros.
Cuando se le pregunta a Luciana cómo ve la situación política y económica de su país, echa mano de una expresión muy brasileña: “El país está como el diablo quiere”. Ella es uno más de los millones de ciudadanos desencantados con los últimos años de gobierno de coalición liderado por el Partido de los Trabajadores (PT) e indignados con los escándalos de corrupción que afectan a numerosos políticos de los principales partidos brasileños.
No es para menos. Desde mediados de mayo, el país está regido por un gobierno interino, presidido por Michel Temer, a la espera de que se decida el procesamiento de la presidenta Dilma Rousseff, mientras afloran, casi cada día, nuevos escándalos de corrupción en torno a los casos de Petrobras y Lava Jato.
El gigantesco país latinoamericano, que hace seis años crecía al 7,5 por ciento, está ahora sumido en la recesión, el paro sube en 1,5 millones de personas al año, a la vez que aumenta el endeudamiento y la inflación.
El terremoto político se desató el pasado mes de mayo, cuando el Senado aprobó por mayoría simple el inicio del impeachment de la presidenta. La petición de procesamiento de Rousseff se basaba en las denuncias de maquillaje de las cuentas públicas y de creación de partidas presupuestarias sin autorización del Congreso, las llamadas pedaladas fiscales.
Consultado por Servimedia, el investigador de América Latina del Real Instituto Elcano Carlos Malamud explica que “la Constitución brasileña prevé el juicio a un presidente en ejercicio cuando se le acusa de un delito penal o de una falta de responsabilidad en el ejercicio de su cargo”.
Técnicamente, la petición de procesamiento está bien fundamentada. Sin embargo -continúa Malamud-, “las pedaladas fiscales no son algo original de este gobierno, otros gobiernos han recurrido a esta estratagema”.
¿Por qué en esas otras ocasiones no se llegó al 'impeachment' y ahora sí? Según el experto del Real Instituto Elcano, en este caso “han influido también una serie de cuestiones, como la crisis económica, la corrupción y la fractura de la coalición de gobierno”. Es un análisis en el que coincide Julimar da Silva, profesor del Departamento de Estructura Económica y Economía del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM): “En la raíz de todo está la pérdida de apoyos políticos del Gobierno de Dilma”.
Ciertamente, la coalición de gobierno que aupó a la líder del PT hasta la Presidencia era muy frágil. Rousseff necesitó el apoyo de ocho partidos con los que constantemente tenía que negociar contrapartidas. Brasil tiene, en palabras de Da Silva, “un sistema político excesivamente fragmentado, que exige al presidente una gran capacidad de negociación política”.
Este profesor brasileño continúa: “El apoyo político siempre se obtiene a cambio de ceder parcelas de poder, por eso en Brasil teníamos más de 30 ministerios. Pero Dilma también ha perdido apoyo social, porque no ha sido capaz de volver a llevar a la economía brasileña a la senda del crecimiento. Así que los partidos que la apoyaban no querían ver comprometida su popularidad por la mala gestión de la presidenta o por su incapacidad de controlar o gestionar los casos de corrupción”.
LA TIERRA DE LOS 'LOBBIES'
Brasil es teóricamente una federación de estados, pero lo cierto es que apenas se han transferido competencias del poder central a las regiones. La Administración central gestiona el 70 por ciento del presupuesto.
Con el 30 por ciento que le queda a los estados es difícil gestionar las necesidades de territorios que pueden ser como la suma de Alemania, Francia e Italia. Lo explica Valeria Saccone, periodista 'freelance', colaboradora de medios como 'esglobal' o 'El Confidencial', que lleva algo más de dos años inmersa en la realidad política y social brasileña.
“Todo el juego político gira en torno al intento de cada estado de hacerse con dinero. Todo es un lobby a lo bestia de los estados para llevarse dinero a sus arcas y poder así llevar a cabo sus políticas. Esto genera la aparición en escena de muchos partidos. Son partidos que, además, no tienen democracia interna. El dueño del partido lo decide todo como si fuera su feudo”.
Así, ocurre que más de una veintena de partidos tienen representación en el Parlamento. Además, el transfuguismo no solo no es ilegal, sino que está a la orden del día. Los apoyos van y vienen, haciendo de la gobernabilidad una quimera.
ADIÓS AL MILAGRO ECONÓMICO
“Yo nunca me creí lo del milagro brasileño”, dice a Servimedia esta periodista refiriéndose al año 2010, en que esta economía emergente registró un crecimiento del 7,5 por ciento del PIB, mientras el mundo sufría los efectos de la mayor crisis financiera desde 1929. Brasil se benefició en aquel momento de la fuerte demanda exterior de materias primas como la soja, la carne o el acero a precios muy altos.
A juicio de Saccone, el anterior presidente, Luis Ignacio 'Lula' da Silva, “supo surfear bien esa ola” de precios al alza. Creó ayudas sociales, aplaudidas en todo el mundo, como el programa “Bolsa Familia”, una prestación que permite que 14 millones de familias accedan a alimentos y bienes de primera necesidad y que apenas le cuesta al Estado un 0,5 del PIB (datos de 2015). Gracias a ayudas como esta, la pobreza disminuyó en Brasil un 28 por ciento entre 2002 y 2012.
Pero al cabo de unos años, el ciclo económico cambió, como describe el profesor Da Silva: “En un contexto de desaceleración económica internacional, la fuerte caída del precio de las materias primas se ha traducido en una bajada de los ingresos por exportaciones. En la economía internacional todavía no hay evidencias de una recuperación a corto plazo. Y esto afecta mucho a las economías emergentes como Brasil”.
A esta situación desfavorable, el profesor de Estructura Económica de la UAM suma “los errores en la política económica de la presidenta Rousseff, que ha exagerado las medidas anticíclicas, generando un fuerte aumento de la deuda pública brasileña, lo que ha provocado tensiones inflacionistas”. Ha hecho esto, añade Da Silva, en lugar de controlar el gasto público, y ha generado mayor incertidumbre y menor inversión.
Hoy, Brasil tiene una economía en recesión, con una tasa de desempleo del 10 por ciento; los estados se han endeudado en exceso y algunas provincias están retrasando el pago a los funcionarios. “Lo que se necesitaría ahora son medidas restrictivas, de reducción del gasto, pero esto puede llevar a que el país entre en una crisis económica todavía más profunda en el próximo año“, teme el profesor brasileño.
Este panorama puede afectar al desarrollo de los Juegos Olímpicos. El Estado de Río de Janeiro, que acoge los juegos, está en quiebra, como atestigua la colaboradora de esglobal y El Confidencial: “Hace meses que no pagan a los funcionarios: médicos, profesores... Recientemente, han pagado las horas extras de noviembre a los policías. Hay 18.000 agentes menos patrullando las calles, los asesinatos se han incrementado un 15 por ciento, y los robos un 35 por ciento... No va a haber un despliegue de seguridad similar al que hubo para el Mundial de fútbol. Tampoco hay un plan antiterrorista; sería muy fácil llevar a cabo atentados”.
LA NECESARIA REGENERACIÓN
La sociedad brasileña está políticamente muy polarizada. Se ha visto recientemente en las manifestaciones a favor o en contra del impeachment de Rousseff. No obstante, ha crecido mucho el desencanto hacia las políticas del PT, como señala Da Silva: “Se dice que la base electoral de este partido se ha trasladado desde la clase media universitaria a los perceptores del programa Bolsa Familia”.
Saccone lo certifica: “Hay muchas personas que apoyaban al PT y se han desencantado mucho por la corrupción y por las políticas neoliberales que ha implementado Dilma”. Al mismo tiempo, en la calle se notan los efectos de la crisis: “Con 11 millones de parados, quien no ha perdido el trabajo tiene miedo de perderlo. La gente sale menos. No sé por dónde va a salir ese descontento popular, porque de momento es un enfado pasivo”, comenta.
En la opinión pública está presente el deseo de regeneración política, como relata Da Silva: “Hay un debate muy profundo sobre cuál tiene que ser la reforma política. Se debe reducir el número de partidos con representación parlamentaria, con el fin de que se genere un debate político más rico, porque ahora mismo lo que hay es un caos en el que no se puede identificar cuáles son las propuestas de cada partido”.
Saccone también se refiere a este gran debate nacional sobre una posible reforma del sistema electoral o del modelo de Estado, pero la periodista se muestra muy escéptica. “Todo eso no cambiará la esencia. En un sistema donde todo vale, puedes cambiar le ley electoral, pero no cambiará la cultura de corrupción, porque eso es una cuestión de regeneración de los mecanismos desde abajo”, concluye.

Mostrar comentarios