Adhesión, comprensión y escepticismo en otra huelga general en Portugal

  • Después de tres años de crisis y recortes Portugal se muestra ya acostumbrado a convivir con jornadas de protesta como la huelga general de hoy, de desigual incidencia, sin que el país parezca alterar su ritmo habitual.

Lisboa, 27 jun.- Después de tres años de crisis y recortes Portugal se muestra ya acostumbrado a convivir con jornadas de protesta como la huelga general de hoy, de desigual incidencia, sin que el país parezca alterar su ritmo habitual.

Amas de casa, comerciantes, contables o empleados del sector turístico consultados por Efe coincidieron en mostrar sobre todo comprensión ante los motivos del cuarto paro general en dos años de Gobierno conservador, aunque algunos no ocultaron el escepticismo ante los posibles resultados de la movilización.

"A pesar de haber venido a trabajar, defiendo que la huelga sirve para reivindicar nuestros derechos. Pero pienso que ésta no va a tener mucha influencia, ya se vio en anteriores ocasiones que no cambia nada", argumentó Ricardo Montero, empleado de banca.

La huelga, convocada por los dos principales sindicatos lusos, que cuentan con cerca de un millón de afiliados estuvo acompañada por manifestaciones en todo el país, aunque distaron mucho de ser multitudinarias.

Entre los centenares de personas que acudieron a una de ellas, ante el Parlamento, estaba Pedro Lis, de 35 años, para quien las medidas de austeridad aprobadas por el Gobierno conservador a instancias de la troika "hacen la vida imposible a los portugueses" y justifican que la "lucha" siga hasta la caída del Ejecutivo.

Pero el centro de la capital lusa bullía hoy como es habitual con la inmensa mayoría de los comercios abiertos, un reflejo de que en ese sector el seguimiento de la huelga fue reducido.

Cafeterías llenas, obreros en los andamios y guías seguidos por sus correspondientes turistas mapa en mano completaban un paisaje que poco difería del normal y apenas dejaba traslucir que era día de huelga general.

La misma imagen se podía observar en las playas, donde los bañistas coparon la arena en un día de fuerte calor en Portugal, con el termómetro por encima de los treinta grados en varios puntos del país.

Muy diferente a lo habitual fue, por contra, el aspecto de las estaciones de metro y ferrocarril, que amanecieron cerradas a cal y canto y causaron un visible aumento del tráfico rodado y los atascos.

Largas colas se pudieron ver asimismo en las paradas de autobús, cuyos servicios mínimos fueron para muchos lisboetas el único medio de transporte disponible.

También se notó el paro en los centros de salud, donde centenares de consultas fueron canceladas mientras en urgencias se las arreglaban con el personal en cuadro.

"Están a medio gas hoy. Apenas había tres miembros del personal médico en toda la planta, pero tampoco hay mucha gente esperando", explicó Manuela, jubilada, cuando salía del Hospital Santa Marta.

De las bolsas de basura tiradas por el suelo se desprendía que los servicios de recogida sí secundaron la huelga, igual que las persianas bajadas de varias oficinas de atención al ciudadano daban buena cuenta del amplio apoyo a la movilización entre los trabajadores de la administración.

"Es normal que la gente haga huelga por la situación en la que nos encontramos. Pero yo no lo hago y el resto de tiendas de alrededor tampoco, eso no da dinero y no solucionan nada", razonaba Elipio, frutero, sin apartar la vista de la báscula donde pesaba unas cerezas.

A escasos metros, el propietario de una típica tasca portuguesa, de menú a seis euros, barruntaba en voz alta: "No ir a trabajar es más fácil para los funcionarios, a nosotros no nos interesa, sólo perjudicaría los ingresos. Menos mal que los turistas no hacen huelga".

Precisamente en el sector turístico también trabaja Helena Sueiro, empleada en un hotel lisboeta, y que reconoció que no se adhirió al paro "por temor" a que no le renueven el contrato.

"Además, ¿quedarme un día sin sueldo? No puedo, no me da", señaló mientras negaba con la cabeza.

Similares motivos apunta Antonio Mira, consultor, quien asegura no estar dispuesto a perder un jornal y que es mucho más fácil "para quienes tienen un empleo garantizado y saben que no van a ser despedidos".

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