En la era post Merkel

Berlín revisa su cicatriz económica ante el 26S: inversión endeble y PIB gripado

La inversión neta anual de su sector público apenas ha avanzado tras la crisis provocada por la Covid-19 hasta el 0,4% del PIB y su potencial crecimiento se ha estancado en el 1,1% a medio plazo

Berlín revisa su cicatriz económica ante el 26S: inversión endeble y PIB gripado
Berlín revisa su cicatriz económica ante el 26S: inversión endeble y PIB gripado
Pixabay

Las elecciones del próximo 26 de septiembre obligan a Alemania a hacer una reflexión profunda sobre las cicatrices económicas que arrastra, al menos, desde la pasada crisis financiera. La primera economía europea por tamaño (3,28 billones de euros a cierre de 2019, el ejercicio previo a la pandemia) ha sido incapaz de cerrar en las dos últimas décadas la brecha de la inversión a largo plazo. Bajo el paradigma de la disciplina fiscal, el país ha restado revoluciones al motor de su economía y la 'locomotora' europea permanece gripada, con un potencial de crecimiento que sigue siendo muy inferior al de otros países comparables.

La inversión neta anual de su sector público apenas ha avanzado tras la crisis provocada por la Covid-19 hasta el 0,4% del PIB germano, es decir, muy por debajo del 1,4% que registran de media otros países con su misma calificación crediticia ('AAA'). No es un problema nuevo. En los veinticinco años anteriores esta variable se ha mantenido estancada en el entorno del 0%. Es uno de los motivos por los que su economía acelerará alrededor del 1,1% a medio plazo, por debajo del 1,6% que se prevé para Austria o del 1,8% que se estima para Suecia, que comparten su mismo rating. 

Para que Alemania mantenga su competitividad global en comparación con la de estos otros países necesitará inversiones adicionales y mejoras de su marco político, "como cambios en las leyes de planificación y en los procesos de aprobación, destinados a aumentar el crecimiento y la productividad para ayudar a limitar la disminución del potencial económico", apunta Eiko Sievert, director de Scope Ratings. El experto sostiene además que el enfoque que adopte el próximo gobierno hacia la consolidación fiscal y la modernización de su economía sentará las bases para el debate dentro de la UE sobre la posible reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento hacia un planteamiento más flexible.

Con una recuperación que será muy desigual en el continente, la mayoría de los miembros de la zona euro no serán capaces de recuperar los niveles de crecimiento previos a la pandemia hasta finales de 2022 -China lo hizo ya en el primer trimestre y EEUU entre abril y junio-. Esto no será así para Alemania y Países Bajos que verían cerrada esa brecha ya en este trimestre, según los últimos cálculos publicados por la Comisión Europea en sus previsiones de verano. Recuperará su nivel de actividad previo a la crisis... pero ese crecimiento seguirá siendo débil.

La potencia deberá sortear además los efectos colaterales provocados por la actual crisis. Los problemas de suministro de la industria mundial y los cuellos de botella en la producción se han cebado con su principal sector económico. No en vano, el industrial representa en torno a 26,8% del PIB y emplea al 27% de la fuerza laboral alemana. Ante este contexto marcado aún por la pandemia -y que seguirá estándolo en el corto o medio plazo-, la mayor flexibilidad por lo verde y la necesidad de invertir en la transición energética, "sí se estima que cualquier nuevo gobierno será más expansivo fiscalmente que el actual", aseguran los expertos de A&G Banca Privada.

Sin embargo, no se espera que Alemania se aleje en exceso de su tradicional ortodoxia fiscal, aunque fuera el partido social demócrata (SPD) el que liderara la nueva coalición de gobierno, dado el perfil moderado y conservador de su líder, el actual ministro de finanzas alemán, Olaf Scholz, que es además el mejor situado en las encuestas. La regla de freno de la deuda, que se suspendió durante la pandemia, ha permitido a la locomotora contar con un 'amplio' espacio fiscal para atajar la crisis. Esto hace prever que, bajo la batuta del sucesor de Merkel, el país registre un déficit de alrededor del 7% del PIB en 2021 y que lo reduzca al 2,7% en 2022.

Atados al freno de la deuda 

El problema es que a partir de 2023 se restablecerá el freno de la deuda alemana, que limitará el agujero estructural en las cuentas públicas al 0,35% del PIB al año y al 0% para los gobiernos estatales. Así, se espera que la deuda pública alcance este ejercicio un máximos del 72%, "antes de descender fuertemente hasta alrededor del 61% en 2026, acercándose a su nivel anterior a la pandemia", remarca Sievert. 

Ni los partidos de centro-derecha ni su electorado están a favor de una reforma de esta regla, que aparece contemplada en la Constitución desde 2009, en plena crisis financiera internacional. Es probable que las negociaciones para formar gobierno sean complicadas y parece que los Verdes son los únicos que podrían dar por hecha su entrada en el nuevo ejecutivo. En anteriores elecciones ya fue un proceso largo y ahora, con más opciones sobre la mesa, este proceso podría prolongarse algo más. Pese a todo lo anterior, "la necesidad de aprobar el presupuesto de 2022 podría servir como elemento acelerador", recuerdan los analistas de MacroYield.

Es un hecho que todas las formaciones que acuden al 26S reconocen la necesidad de invertir en relación con la lucha contra el cambio climático, apoyar la transición hacia la energía limpia y abordar las cuestiones planteadas por la pandemia, si bien la urgencia y el alcance difieren materialmente. Así, los Verdes (y la izquierda -Die Linke) buscan mayores inversiones y una reducción más profunda de las emisiones de carbono, mientras que el centro-derecha tiene un enfoque más gradual.

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