C. J. Walker, la hija de un esclavo que se convirtió en la primera mujer millonaria

  • Decidió combatir su caída de pelo con un producto inventado por ella misma. Su talento para autopromocionarse la hizo millonaria.
Fotografía de billetes de dólares.
Fotografía de billetes de dólares.
Pixabay.

Emprender está de moda en la actualidad. Mentes creativas se ponen en funcionamiento para sacar todo tipo de productos o crear metodologías que los convierten en millonarios: véase como ejemplo los casos de Rebecca Rescate con su producto exitoso para entrenar a los gatos para ir al baño, o el de la niña de 13 años Alina Morse que se hizo multimillonaria con piruletas saludables para la dentadura. Alcanzar la gloria emprendiendo es complicado hoy en día... y todavía más a finales del siglo XIX.

En 1867 nació en Estados Unidos una mujer que se convertiría en la primera emprendedora millonaria de la historia. Se llamaba Sarah Breedlove e hizo de un problema una virtud para triunfar en un mundo laboral en el que la mujeres lo tenían muy difícil. 

Breedlove nació en Louisiana, se quedó huérfana con seis años, se casó con 14 y se quedó viuda con 20 con una hija de dos años a la que cuidar. Tras ello, se instaló en St. Louis y comenzó a trabajar como lavandera antes de casarse con un periodista de apellido Walker.  

Por si fuera poco, en su día a día tenía un problema de salud. A esta mujer de color se le caía el pelo pero no desistió y buscó una solución. Probando con técnicas y lociones llegó a desarrollar el conocido como Sistema Walker (Walker System) que daría un vuelco a su vida.

Creó un producto llamado 'Madam Walker’s Wonderful Hair Grower' para tratar los problemas de caída de cabello como ningún otro producto lo había hecho antes. Sarah, llamada ya C. J., fue puerta por puerta enseñándoselo a otras mujeres de color y fue un éxito instantáneo. 

Un método y cientos de trabajadores a su cargo

"Empecé empujándome a mí misma a empezar", decía a menudo Walker según su biógrafa A'Lelia Bundles. La clave para su éxito fue su talento para autopromocionarse que le permitió crear una empresa en constante crecimiento.

En 1905 perfeccionó su producto con un tratamiento que consistía en la preparación del cabello, la aplicación de determinadas lociones y el uso de peines de hierro. 

Con la publicidad de su marido en el periódico, Walker hizo crecer su negocio hasta asentar la sede de la empresa en Denver, con otra sede en Pittsburgh gestionada por su hija A'Lelia. Finalmente, en sus nuevas oficinas de Indianápolis llegó a tener más de 300 trabajadores, principalmente vendedores puerta a puerta que comercializaban los 20 artículos para pelo y piel. 

La riqueza de Walker alcanzó los 600.000 dólares (aproximadamente 9.000.000 al cambio en 2018) en el momento en el que falleció en 1917. 

Su fortuna la invirtió en grandes mansiones en Estados Unidos y en la filantropía, creando becas de estudio para mujeres y destinando dinero a diferentes ONGs. Fomentar el papel de la mujer en la sociedad siempre estuvo entre sus objetivos. De hecho, en su empresa solo una mujer podía ser la presidenta. 

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