Carlos Falcó: "En España hacen falta empresarios con ilusión"

  • Viticultor, ingeniero agrónomo, apasionado del campo y de los viajes, Carlos Falcó (Sevilla, 1937), Marqués de Griñón, reivindica el valor añadido de los productos españoles, entre ellos el aceite de oliva, protagonista de su nuevo libro "Oleum" (Grijalbo), que acaba de salir a las librerías.

Mònica Faro

Madrid, 23 jul.- Viticultor, ingeniero agrónomo, apasionado del campo y de los viajes, Carlos Falcó (Sevilla, 1937), Marqués de Griñón, reivindica el valor añadido de los productos españoles, entre ellos el aceite de oliva, protagonista de su nuevo libro "Oleum" (Grijalbo), que acaba de salir a las librerías.

Un "tratado", según el propio autor, que busca reivindicar el "oro líquido" como eje de la civilización occidental y de la Dieta Mediterránea. En su finca de Valdepusa, en Malpica del Tajo (Toledo), muestra la pasión con la que vive su trabajo en el campo, donde produce vino y aceites de gran calidad, a base de dedicación y nuevas tecnologías.

Pregunta.- ¿Qué pueden hacer el vino y el aceite por la Marca España?

Respuesta.- Muchísimo. Tenemos el mayor viñedo del planeta y el mayor olivar del planeta. En vino no somos los mayores productores, porque Francia e Italia tienen mayor producción por hectárea, lo cual es un dato que deberíamos de usar más. Los viñedos que producen menos vino por hectárea normalmente dan más calidad. En aceite somos los reyes en todo. En número de hectáreas, 2.400.000, y en producción, con el 40 % del total mundial. Ya está claro que somos líderes. Ahora, lo que tenemos que hacer es no vender tanto a granel, porque un país que aspira a pagar buenos salarios y a tener sistemas sociales del primer mundo, no se puede permitir vender productos sin ningún valor añadido.

P. ¿Qué imagen cree que tienen nuestros productos en el extranjero?

R. El mensaje que vendemos es que Europa produce solo excelencia y que es el continente de la cultura. Si producimos excelencia, en coches, moda, diseño, vinos o aceite de oliva, el mundo creerá en nosotros como portavoces de excelencia, y eso también tendrá una repercusión en el turismo. En los países emergentes se están creando clases medias que cuando compran un bolso de Loewe quieren viajar a España. Creo que eso es muy importante para el futuro de Europa.

P. Para eso hace falta mucha inversión... ¿Cómo se consigue en un momento de crisis como el que vivimos?

R. Lo que hacen falta son empresarios con ilusión. Lo demás, se busca. Si un emprendedor quiere hacer bolsos maravillosos, joyería, vino o moda, triunfará. Todas las grandes marcas, las firmas italianas, que nos llevan mucha ventaja en estos momentos, eran una tiendecita en la generación de mis padres y se han convertido en poderosas marcas multinacionales. ¿Por qué? Porque la demanda mundial cree en que Europa es el lugar de la cultura y de la excelencia.

P. Sin embargo, en España hay un gran trabajo por hacer a la hora de saber vendernos. ¿Cómo se transmite la excelencia?

Si vendemos un aceite a granel no se lo van a creer. Lo que tenemos que vender es un producto embotellado y bien embotellado. Nuestras botellas se hacen en una compañía especializada en cristal de alta calidad en el norte de Italia. Viajan al norte de Portugal para la serigrafía y luego, en España, añadimos un tapón irrellenable para que no nos rellenen la botella con una aceite de mala calidad.

P. Precisamente, el Gobierno está impulsando esta medida en hostelería, para poner la marca del aceite en las mesas de los restaurantes, que son en gran medida un escaparate para los consumidores. ¿La apoya?

R. Sin duda alguna. Yo mismo aprendo en los restaurantes, descubro vinos maravillosos y luego los compro. Hoy en día, donde mejor se sirve el vino en el mundo es en España, gracias a una nueva generación de sumilleres. Espero que ocurra lo mismo con el aceite, y que sean los sumilleres los que manejen el aceite en los restaurantes. Lo harán bien seguro.

P. ¿Tienen algún proyecto de turismo enológico en la finca?

R. Ya está funcionando. Tenemos una página web, y solo pedimos que nos llamen por teléfono para reservar, porque la bodega no está abierta permanentemente al público, por ahora. Pedimos un mínimo de 10-12 personas, que pueden visitar la bodega, comer y conocer lo que hacemos en la finca. Por ahora no ofrecemos alojamiento, pero estamos al lado de Toledo o Talavera, que ofrecen muchas posibilidades.

P. La de Malpica de Tajo es una de las bodegas más antiguas de España, que está en marcha desde 1292. ¿Cómo ha evolucionado desde entonces?

R. Mi abuelo hacía el vino como se hacía hace 7.000 años. No había cambiado mucho. Yo me fui a estudiar a California, que entonces era como viajar al futuro, y, cuando volví, empecé a cambiar cosas. Introduje el riego por goteo y el viñedo está lleno de electrónica que monitoriza todo: el clima, la humedad del suelo, lo que piensan las cepas... Tenemos unos monitores que nos dan el estrés de las viñas, un sistema que utilizan los enólogos para utilizar el agua de forma sensata.

P. Algunas de las claves de su éxito son la vocación, la pasión y la dedicación a su trabajo. ¿Por qué le llena tanto el campo?

R. Yo, donde estoy feliz, es en el campo. Fuera de eso, viajo muchísimo, para hablar de vino y de aceite, pero también por placer. Me gusta ir a sitios raros y descubrir el mundo con una guía en la mano. Pero lo paso muy bien aquí. Me divierte mucho más pasear entre viñedos que estar en un yate en Alicante.

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