"Era como robar dinero"

El crack del 29: ¿Qué ocurrió para que el pánico dominase EEUU en media hora?

El desplome del mercado tenía su origen en el agotamiento de un crecimiento sostenido en los años 20. Nadie en 1929 vaticinó que los primeros síntomas de agotamiento desembocarían en una debacle.

EFE
El crack del 29: ¿Qué ocurrió para que el pánico dominase EEUU en media hora?

"El pánico no duró todo el día. Fue un fenómeno de las horas de la mañana. La apertura del mercado en sí no fue nada del otro mundo. El volumen de contratación, sin embargo, era enorme y pronto los precios comenzaron a hundirse y el ticker -el símbolo alfanumérico bursátil que identificaba a las compañías- fue detrás. Los precios comenzaron a caer más rápido y el ticker se disparó. A las once el mercado de valores era el escenario de una lucha salvaje, demencial, por vender. En las salas de juntas de todo el país llegó la información de la caída de los valores que mostraba que estaban por debajo del histórico que se conservaba de las cotizaciones. Generó más incertidumbre que llevó a su vez a más personas a tratar de vender. En media hora el terror era total".

Así definió la jornada del jueves negro del 24 de octubre en el que la Bolsa de Nueva York comenzó una caída libre el economista John Kenneth Galbraith -J. K. Galbraith ‘The Great Crash of 1929’-. Duró, sin embargo, casi una semana. De hecho, ese mismo día, a las 12:30, los banqueros y las grandes casas de corredores de bolsa inyectaron dinero en los mercados y se negociaron compras provocando que al día siguiente, el viernes, se detuviese la sangría. Sin embargo, fue inútil. La semana siguiente, el verdadero martes negro del crack del 29, el 29 de octubre, la Bolsa de Nueva York se hundió. ¿Qué había ocurrido?

Sin duda no era la primera burbuja de la historia, pero produjo una de las mayores recesiones: la Gran Depresión. En casi todas las burbujas bursátiles existe un esquema similar: un crecimiento económico previo, euforia desbordada que genera que las compras y la confianza en el alza de precios provoquen de hecho más contratación y que los precios suban generando una burbuja. Sin embargo, nadie en 1929 vaticinó que los primeros síntomas de agotamiento en el verano desembocarían en un desplome total del mercado de valores.

Aunque el desplome del mercado de valores tenía su origen en el agotamiento de un crecimiento sostenido en los años 20, el impacto de la bolsa fue decisivo por las enorme especulación. Había habido una revolución tecnológica sin precedentes en el país, como el enorme incremento de la producción automovilística, el tendido eléctrico por casi todas las ciudades, la expansión de la línea telefónica, el comienzo de la radio y la proliferación de los teatros (Charles P. Kindleberger, ‘Manias, Panics and Crashes: A History of Financial Crises’).

Todo ello llevó a su vez a un aumento sin precedentes en la contratación del mercado de valores, que se benefició especialmente por la expansión del crédito que, en última instancia, sería una de las causas del desastre. En sus memorias, el célebre cómico Groucho Marx explicaba con descaro la locura de lo que significaba el mercado:

- "Subí al ascensor del hotel Coley Plaza en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo: 'Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y, créame, amigo, tenían aspecto de saber lo que decían (…) El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation'”.

"Con mis ropas de calle y Harpo con su batín corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la United Corporation por valor de 160.000 dólares, con un margen del 25%. Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no están familiarizados con Wall Street, permítanme explicar qué significa ese margen del 25%. Por ejemplo, si uno compraba 80.000 dólares de acciones, solo tenía que pagar en efectivo 20.000. El resto se lo dejaba a deber al agente. Era como robar dinero". (Groucho Marx ‘Groucho y Yo’).

En efecto, nada podía explicar mejor la situación de la bolsa a finales de los años 20 que una delirante película de los hermanos Marx, que en este caso era real. Incluso reputados economistas de Yale y Harvard explicaban en esa misma época que los precios de las acciones se mantendrían siempre al alza y que cualquier ciudadano podía apuntarse a la fiebre bursátil con cantidades muy superiores de las que realmente poseía mientras los corredores jugaban con márgenes demenciales.

Incluso reputados economistas de Yale y Harvard aseguraban que cualquiera podía apuntarse a la fiebre bursátil

La loca confianza de los años 20

Como en otras burbujas, el colapso en el mercado de valores del otoño de 1929 estaba implícito en la fiebre especulativa que le había precedido. A posteriori, solo es posible preguntarse cuánto podría haber durado, no si iba a ocurrir.

La compra a crédito de las acciones en el mercado de valores jugó un papel importante, pero más en la rapidez en la que se produjo el desplome que en la propia burbuja, ya que antes y después se ha utilizado el crédito para comprar acciones en el mercado de valores sin que se produjera un colapso.

La enorme especulación venía precedida de una desmesurada confianza en el rápido crecimiento de los años 20 y los incrementos constantes del ahorro que impelían a seguir invirtiendo en acciones bursátiles. Como consecuencia del crack se creó la SEC (la Comisión del Mercado de Valores) en parte para poder evitar una jornada como la del martes negro, porque ante una rápida y desmesurada caída de los valores ésta suspende la contratación. Uno de los mitos sobre el crack del 29 fue que generó una ola de suicidios por todo el país. Galbraith desmintió con cifras que fuera verdad, de hecho estos se incrementaron más bien durante los años 30 cuando la Gran Depresión estuvo en su auge. Lo que es cierto es que casi todo el mundo se arruinó: "Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240.000 dólares. Hubiese perdido más, pero ese era todo el dinero que tenía" (G. Marx, ‘Grocuho y Yo’). 

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