Subida del IPC en el tercer trimestre

¿Cree que un 5,5% es mucha inflación? Quizá desconozca qué pasó en los 80

La inflación impulsada por la subida en los precios de la energía no es un fenómeno nuevo, pero aunque el incremento anual del 24% en 1977 es hoy impensable, la situación actual suscita diversos problemas.

Ferrocarril
¿Cree que un 5,5% es mucha inflación? Quizá desconozca qué pasó en los 80.
Archivo Wunderlich, IPCE y Ministerio de Cultura y Deporte.

¿5,5 por ciento de inflación? No se había conocido este fenómeno desde hacía casi tres décadas. Muchos se preguntan: ¿tendré que pedir un aumento? ¿Me subirán la pensión? ¿Aumentará aún más la inflación?

En realidad, es difícil de saber: detrás de esta subida está sobre todo la energía y la escasez. Los combustibles han subido en todo el mundo: gas y petróleo. Y además, no están llegando a tiempo los productos por barco o camiones a los puertos, ni a las empresas, ni a las tiendas, de modo que lo que llega, es más caro. ¿Nuevo?

No, la verdad. Hace muchos años fue bastante peor. En 1977 la inflación media en España fue del 24,44%. Fue el año con más inflación de la historia de la democracia. Es decir, cada año, un trabajador perdía la cuarta parte de su sueldo. O era una cuarta parte más pobre. De seguir así, antes de cuatro años su salario no le daría para nada. Por eso, los sindicatos organizaron huelgas pidiendo aumentos salariales de hasta el 30%. Claro que, tras subir los salarios, los patronos subían el precio de los productos con lo cual los trabajadores se veían en la misma trampa a los pocos meses.

Parara evitar la amenaza de la hiperinflación, los llamados agentes sociales se pusieron de acuerdo en los Pactos de la Moncloa en 1977 y determinaron que los salarios no subieran más de un 25%.

Con ello se pudo controlar el desvarío. Pero aún así, la década de los ochenta fue rica en sustos con el IPC: en 1980 la inflación anual acabó en diciembre en 15,21%. Se mantuvo los tres años siguientes en el 14%. Una pareja de recién casados que hubiera querido comprar un piso de 80 metros cuadrados en Madrid tenía que afrontar tipos bancarios del 18% y 20% en la primera mitad de los ochenta. Hoy se puede conseguir una hipoteca a interés fijo por 2%. También hoy el euríbor, que es el tipo de interés europeo que dirige las hipotecas del continente, es negativo en casi medio punto. Impensable en los años ochenta.

Esa pareja de recién casados de los ochenta tenía que desembolsar unos 3,5 millones de pesetas (unos 21.000 euros a precios corrientes) para comprar un piso de 80 metros cuadrados en Madrid. Antes de firmar el crédito (no se conocía el sistema hipotecario de hoy), tenían que endosar 36 letras (tres años) que era como firmar 36 cheques al portador. El salario mínimo eran 37.000 pesetas (223 euros) en 1985, y el salario medio era de unas 60.000 pesetas. Y faltaba la entrada del piso, que en una gran ciudad podía equivaler entre el 10% y el 15% del precio del piso. De modo que entre la entrada y las letras que firmaba la pareja, en los primeros tres años habían pagado casi la mitad del piso. Si la pareja tenía suerte y conseguía una vivienda de protección oficial, podía beneficiarse de un tipo de interés bancario del 11%. Aun así, era necesaria, como ahora, la ayuda de los suegros para la entrada o las primeras letras. Eran pisos sin aire acondicionado. Sin ventanas aislantes. Sin fahcada ventilada. Se gastaba mucho dinero en energía y a veces no tenían calefacción central. Y desde luego, sin piscina.

Desempleo, caída ante el dólar y estancamiento del PIB

El desempleo subía de año en año. Alcanzó su apogeo en 1985, pues llegó al 21% de la población activa. Tres millones de parados. Un puesto de trabajo era un animal en vías de extinción. La palabra más pronunciada en aquellos años era “crisis”. Se venía pronunciando desde los años setenta: crisis económica, crisis industrial, crisis financiera. Quebraban empresas y quebraban bancos. El gobierno intervino al Grupo Rumasa, uno de los más grandes del país antes de que quiebrase. Quebró Banca Catalana, y quebraban cooperativas de viviendas. La gente perdía todos sus ahorros porque entonces no había un seguro para recuperar lo invertido en las cooperativas de vivienda. Una ruina para miles de familias.

Hasta la peseta estaba quebrada porque el cambio frente al dólar caía sin parar. Como la inflación es el enemigo del pueblo, la peseta pasó de un cambio de 70 pesetas por dólar en los años setenta a 180 en 1985. Eso significaba que España era un país más pobre ante la comunidad internacional. Viajar y comprar divisas era de muy ricos.

El PIB podía haber sido el acrónimo de cualquier cosa menos producto interior bruto porque entre 1980 y 1983 solo creció una media anual del 0,7%. La economía del país estaba en coma. Con una inflación entre el 14% y el 15% eso significaba estanflación: estancamiento e inflación. En ese periodo se destruían casi 300.000 empleos al año.

Miguel Boyer, superministro socialista de Economía y Hacienda entre 1982 y 1985, dijo en una conferencia en 2008 que entre 1975 y 1985 España perdió 1 billón de pesetas de PIB. Fue una supercrisis sin amortiguadores. “La crisis económica de la Transición duró diez años y fue mucho peor que esta", dijo refiriéndose a la crisis de 2008.

Dura reconversión industrial

A lo que se refería Boyer era que el país, metido de lleno en la Transición, no había podido hacer la reconversión industrial que hicieron todos los países europeos cuando los pecios de la energía (como ahora la gasolina), pasaron de 3 dólares a 12 dólares por barril de petróleo en 1973; y de 12 a 30 dólares en 1979. España fabricaba caro porque sus máquinas eran antiguas y sus procesos industriales, decimonónicos.

Para modernizarla, el trabajo sucio lo tuvo que hacer el gobierno socialista: achatarró industrias enteras. Ensidesa, la gran acería con 30.000 trabajadores sufrió la mayor reconversión de su historia. Y lo mismo con la naval: de ser la tercera potencia constructora naval del mundo, España pasó de un plumazo a estar en las filas del atrás. Y con los automóviles lo mismo. Seat fue vendida a Volkswagen en 1985. Para los españoles era como vender la fórmula de la paella a los alemanes. Los camiones Pegaso fueron vendidos a la italiana Iveco en 1990. Pero también desparecieron Montesa, Bultaco y Torrot, las míticas fábricas de motocicletas españolas. Y así miles de empresas. Era como ver el desmantelamiento de un set de rodaje después de una superproducción.

Y eso sin contar que, en aquellos años, 40 empresarios fueron asesinados por ETA y Grapo, y 50 fueron secuestrados, según un informe del Diario de Navarra. Ante el miedo y la quiebra, muchos empresarios sacaban capitales de España hacia Suiza y dejaban morir las empresas.

De modo que los ochenta fueron años de inflación, caída del PIB, devaluación, falta de inversión, achatarramiento, cierres, déficit fiscal, déficit de balanza de pagos, desempleo, terrorismo…

El gas, la escasez y la reforma laboral tensarán los precios

España tardaría casi 20 años en reducir la inflación a tasas como las que se han conocido en la pasada década. En 1998 se redujo a 1,41%, algo insólito que no se recordaba desde los años sesenta. Incluso ha habido recientes años de deflación (inflación negativa) como 2014 (-1,04%) y 2020 (0,53%). La pregunta de ahora es, si en los próximos meses persiste la inflación tal como está ahora (5,5% de previsión anual para octubre), ¿cuál va a ser el impacto cuando haya que revisar las pensiones, los salarios, las hipotecas y los alquileres?

Las cosas no pintan bien. Para empezar en noviembre, deben parar varios reactores nucleares para reponer combustible. Eso tarda 30 días. El país tendrá que echar mano de otras energías, y la única que puede estar funcionando 24 horas es el gas, la más cara en estos días. El precio del gas va a seguir subiendo porque hay una enorme demanda mundial de gas, y porque Europa no tiene suficientes reservas de gas para el invierno, estación que empieza en diciembre y que supone un mayor consumo de energía. El año pasado, España vivió el peor temporal de frío en décadas. ¿Se repetirá?

A ello se añadirá que puede haber una escasez mundial de productos porque las empresas no pueden servir con tanta rapidez a la demanda, la cual se ha recuperado a un ritmo vertiginoso. Los medios de transporte marítimos han subido sus fletes, y el transporte por carretera también debido al aumento del precio del petróleo (gasolina y otros derivados). Diciembre es la época de mayor gasto en los países occidentales debido a la Navidad. Esto supondrá más tensión en los precios. Y en enero, se deben subir las pensiones.

La reforma introducida por PSOE y Podemos volvió a incluir que las pensiones se calculasen con la inflación (el PP había eliminado el IPC de cálculo). La previsión del gobierno PSOE-Podemos es que pueden subir entre un 2,2% y 2,3%, suponiendo que la inflación en 2021 fuera de ese estilo. Se suele tomar como referencia la inflación anual en noviembre. Pero, como se ha visto, en octubre ya va por 5,5% y es posible que suba bastante más en noviembre. Eso supondrá un gasto adicional en pensiones. El gobierno había previsto 7.800 millones de euros más para los pensionistas. Es muy posible que la cifra sea el doble. ¿De dónde saldrá el dinero?

Y para acabar, si se deroga la reforma laboral, se volverá a los convenios colectivos. Las empresas no podrán, como hasta ahora, descolgarse de los convenios. Los sindicatos exigirán que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo. Una subida salarial en masa para los sectores económicos de más de un 5% tendrá un impacto notable en las empresas. ¿Contratarán más? ¿Echarán a trabajadores? Todo eso forma una constelación de condiciones para que se forme lo que los economistas llaman “tormenta perfecta”. El único consuelo será pensar que en los años ochenta fue peor.

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