Las otras lecciones de la historia

¿Crisis como en la Guerra Civil? Las otras caídas bruscas del PIB desde el siglo XIX

¿Crisis como en la Guerra Civil? Las otras caídas bruscas del PIB desde el siglo XIX
¿Crisis como en la Guerra Civil? Las otras caídas bruscas del PIB desde el siglo XIX
Nerea Bilbao

Poner la palabra ‘guerra’ en un titular económico siempre llama la atención. Ya si esa guerra tiene nombres y apellidos: Civil, Primera, Segunda, Independencia… el interés se dispara como esas inflaciones anteriores y posteriores a las contiendas que terminan ahogando a los países. El estremecimiento se vuelve real cuando el que utiliza esas comparaciones periodísticas es nada menos que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo o el Banco de España. A todo esto, a que los grandes organismos se remonten a las cifras y cuentas de hace un siglo, es a lo que ha empujado la pandemia del Covid-19.

A día de hoy, la curva del colapso económico que se prevé no deja de ir hacia arriba: lo que empezó con guarismos similares al impacto de 2008 (en torno a un 3% o un 4% para 2020), se duplicó al 8%, creció al 10%... y el BCE apuntó este mismo jueves que la Eurozona podría dar un paso atrás colectivo en este ejercicio del 15%. A España la sitúan al mismo nivel de sufrimiento que la estela de pobreza que dejó la tragedia de 1939, a Italia, Francia o Alemania las comparan con la Segunda Guerra Mundial y a Estados Unidos la llevan hasta la Gran Depresión.

Pero, ¿qué significa mirarse en el espejo de hechos que superan los 80 años de antigüedad? Partiendo de que aquí solo se hablará de consecuencias económicas (los costes en vidas humanas escapan de cualquier medición: ahora y entonces), España todavía se encuentra a mitad de camino de sufrir un golpetazo en términos de riqueza similares al encajado en 1936, cuando el recorte del Producto Interior Bruto rozó el 20% y en el PIB per cápita, del 24,5% solo en un año (más de un 30% en el acumulado de los tres años de conflicto bélico). Tras aquello, España tardaría 17 años en recuperar el nivel de prosperidad que tenía justo antes del golpe militar.

Todas las estimaciones parten de los diversos estudios realizados por uno de los mayores expertos de cuentas históricas de Europa, Leandro Prados de la Escosura, doctor por la Universidad de Oxford y la Complutense y catedrático de Historia Económica de la Universidad Carlos III de Madrid. Sobre todo, de su estudio ‘Spanish Economic Growth, 1850-2015’, cuyas series continúan actualizándose en la Fundación Rafael del Pino, y donde, a lo largo de esta extensa línea temporal de casi dos siglos, lucen los hitos (como que el PIB actual es 74 veces superior al de 1850) pero también destacan, sombríos y oscuros, los desplomes más dolorosos.

Por arrancar con lo más cercano, la última recesión que arrancó con el colapso financiero de Lehman Brothers en septiembre de 2008 se llevaría por delante entre el 8% y el 10% de la riqueza nacional durante un lustro. Con el Covid-19 se habla de esas cifras, como mínimo, para solo un ejercicio. Nada que ver, por lo tanto.

Hay que viajar en el tiempo, sin máquinas pero con libros para ello, para encontrar caídas bruscas del PIB que ronden el 10% en solo un año. Hay dos casos en cuanto a términos cuantitativos (los cualitativos son otra cosa muy distinta): en 1868 y en 1895. En ambas fechas el colapso económico fue propiciado por una crisis bancaria, española casi exclusivamente en la primera y europea (unida a una alarma sanitaria nacional por la filoxera) la segunda. Al cierre de cada ejercicio se contrajo el PIB per cápita en un 12,6% y en un 9,91%, respectivamente. Como consuelo, en tres años se había recuperado el nivel previo al frenazo para los dos ejemplos.

Queda un tercer asterisco de caída brusca en 1944, cuando el PIB per cápita se redujo en un 8,6% y España todavía no había empezado ni a coger vuelo tras la Guerra Civil en una Europa donde se decidía el futuro del continente. Era una economía marcadamente rural en un país devastado en mano de obra y en territorio: el sector primario supuso el 60% del PIB hasta bien entrado el siglo XX e incluso en 1964 aún aportaba un tercio de las horas trabajadas totales.

"Estamos ante un momento bastante complicado porque no sé si los efectos pueden ser equiparables a la Gran Depresión o incluso a lo que fue un poco la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto que no hay una devastación bélica, pero si sigue el confinamiento y la paralización de la actividad económica nos vamos a encontrar realmente con mucha ruina empresarial. Todo aquello que se destruya desaparecerá", resume José María Gay de Liébana, profesor de la Universidad de Barcelona.

Eso mismo, destrucción y desaparición, podría pensar el mundo que les iba a quedar cuando se firmó la paz de la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de 1918. Según estima el FMI, los 186.000 millones de impacto de aquella contienda multiplicaban por ocho los 23.000 millones de coste que infligieron todas las guerras anteriores juntas desde 1793. Luego vino la Gran Depresión y después la Segunda Guerra Mundial, “la más destructora de la historia”, remacha el Fondo.

Salir de aquello no fue nada fácil para nadie. Con Estados Unidos como gran prestamista del planeta (y acaparando las dos únicas monedas de cambio válidas: el oro y su dólar) se encontró con que no servía de nada prestar más porque, sencillamente, el comercio internacional estaba roto. Había que reconstruir antes de hacer negocios y por ello se idearía el Plan Marshall, que repartiría unos 90.000 millones de dólares (cifras actualizadas a la inflación de 1997).

Los dos párrafos anteriores explican las distintas fases de recuperación que vivieron los países y por qué en Estados Unidos se habla de Gran Depresión y no de Segunda Guerra Mundial como marco de comparación. Tras el crac de 1929, el PIB per cápita nortemaricano se estampó un 9,94% al año siguiente y, en el total hasta 1933, perdería un 30,75%. Sin embargo, en 1944 el estadounidense medio sería más rico que nunca justo antes de empezar un declive hasta 1947 (sin comercio exterior, la primera potencia no es nada) estimado en un 27% de recorte de riqueza personal. Aquel punto más bajo era, pese a todo, el doble que una década antes.

Mientras tanto, en Europa solo el Reino Unido replicaba el ejemplo americano, de empezar la caída económica cerca del final de la guerra y recuperarse a los pocos años. Italia y Francia empezaron a caer desde 1939 y, en el segundo caso, habría perdido la mitad de su riqueza media por persona en 1944. Peor, como es de suponer, le fue a Alemania, que mantuvo el PIB per cápita al alza hasta 1944… justo antes de evaporarse hasta en un 63% dos años después.

Donde convergen ganadores y perdedores es en la capacidad de recuperación. Italianos y franceses retomaron el PIB per cápita de 1939 diez años después, en 1949, mismo periodo que necesitó Berlín, aunque en su caso fue en 1956 (su punto más bajo fue en 1946). A Estados Unidos, curiosamente, sí le costaría algo más, dado que no fue hasta 1963 que su riqueza media por persona igualó la cima de 1944 (y que encontró su pozo en 1947). Eso sí, los americanos doblaban o triplicaban el promedio de los europeos.

España, como se ha mencionado antes, consumiría 17 años (de 1935 a 1952) para volver a sumar un PIB per cápita similar al de antes de la crisis por la guerra. Ha sido el periodo más largo de recuperación que se ha vivido nunca. Para encontrar otro parecido no hay que rastrear demasiado en la hemeroteca: tras la tormenta perfecta de 1977 (aquella que propiciaría los Pactos de la Moncloa, por cierto), se desataría una crisis que lastraría al país durante once años, tal y como recoge el informe ‘Financial crisis in Spain. Lessons from the last 150 years’, realizado por la Universidad de Alcalá. No hubo caída propiamente dicha, pero tampoco se avanzaba.

Recuperación. Cuando aún se ignora el alcance de la debacle puede sonar a extraño si no fuera porque es precisamente ahora cuando hay que actuar. Para Gay de Liébana, "lamentablemente, nuestro gobierno no es que no esté haciendo nada, sino más bien lo contrario, es decir, da la impresión de que quiere perjudicar a la economía productiva".

Por su parte, en los estudios de Prados de la Escosura se puede bucear en una situación de colapso desconocido que, pese a lo que pudiera pensarse, derivó en una solución a falta de otros recursos. Fue en el siglo XIX, cuando España perdía una colonia americana tras otra. El doctor considera que "no hay evidencias concluyentes" de que aquello explique el retraso secular de la economía nacional desde entonces.

Los datos apuntan a justo lo contrario (¿y dan una pista de lo que habría que hacer?): "La pérdida de las colonias podría haber contribuido significativamente a la modernización económica y social de España". Sí, hubo recortes inmediatos en la formación de capital, ingresos públicos, bienes y servicios e industria manufacturera que dejaron un retroceso general del 8% (visto lo visto hasta el momento, poca cosa). Pero los "sectores más flexibles de la economía se terminaron adaptando a las nuevas circunstancias". Un ejemplo de ello fue la agricultura, que descubrió un nuevo nicho de mercado en la propia Europa cuando le obligaron a no mirar más a América. Porque aquello no volvería. Ni América ni el mundo que hubo antes de las grandes guerras del siglo XX.

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