Los embalses de Franco contra el cambio climático: habrá 17 nuevos en una década

  • Los pantanos han acabado con muchas inundaciones en los últimos cincuenta años, pero hacen falta más para evitar el desbordamiento de los ríos.
Embalse de Mequinenza
Embalse de Mequinenza
AYTO. MEQUINENZA - Archivo

En la primera secuencia de la película '2001, una odisea en el espacio', dos tribus de homínidos se pelean por un manantial de agua, hasta que una de ellas vence gracias a que ha descubierto que los huesos también se pueden usar como armas de guerra. Ese fue el amanecer del hombre y de la técnica, y desde entonces nada ha cambiado porque el agua es el recurso más importante para todo ser humano. Podemos vivir sin comer varias semanas, pero sin agua, no podemos aguantar más de tres días.

España es el país más árido de Europa si se mide por superficie. Por eso, desde los canales imperiales de Carlos V, hasta los últimos embalses realizados por gobiernos democráticos, España ha estado peleando con la naturaleza para obtener más agua. Para beber, para regar y para producir energía eléctrica. Existen unas 1.300 presas, según Seprem (la Sociedad Española de Presas y Embalses). La mayor parte de esas presas o embalses se levantaron en los cincuenta años que van desde 1950 hasta el año 2000, según Seprem, que los ha listado todos en su web desde siglos atrás (www.seprem.es/presases)

Durante muchos años, sobre todo en la Transición, se criticó la propagación de embalses franquistas por todo el país y de cómo el régimen de Franco hacía publicidad de los mismos en los noticiarios (el No-Do). Para oponerse a aquellas costumbres, durante la Transición construir embalses estuvo mal visto, pero lo que parece que el vulgo no sabe es que nunca se dejaron de construir. De hecho, el mayor de España y uno de los mayores de Europa se finalizó en 1989, se encuentra en Badajoz y se terminó durante el mandato socialista de Felipe González.

Beber agua sigue siendo una necesidad en un país seco que, para colmo, cada año recibe el doble de su población en forma de turistas (80 millones). Ya hay programados más de 17 embalses de aquí hasta el año 2033.

Grandes ventajas y muchos inconvenientes

¿Para qué sirve un embalse? Para varias cosas a la vez: por ejemplo, para evitar o amortiguar las inundaciones. Las imágenes recientes de fuertes inundaciones donde el agua entraba en las casas e inundaba el salón y las habitaciones de las plantas bajas de muchos pueblos, era algo mucho más cotidiano hace décadas. Los embalses acabaron con esas inundaciones muchas de esas inundaciones.

Además, los embalses distribuían esta agua en zonas agrícolas convirtiendo el secano en regadío, y haciendo a España una potencia agrícola europea gracias a que se pueden obtener más cosechas. También sirven para instalar centrales energía hidroeléctrica, considerada como energía renovable. Y por último, para suministrar agua potable a la población para que no muriera de sed.

Almacenar hectómetros de agua en un espacio reducido ha dado lugar a terribles accidentes en la historia. En España, el más dramático sucedió el 9 de enero de 1959. La presa de Vega de Tera, en Sanabria, reventó y arrasó un pueblo llamado Ribadelago. Murieron 144 de sus 532 habitantes.

El escritor y aventurero Alberto Vázquez-Figueroa, que estaba experimentando con los novedosos octopus de buceo inventados por Jacques Cousteau, fue uno de los que estuvieron en las tareas de recuperación de cadáveres. Pero estas roturas fueron peores en otros países. A final de aquel año, el 2 de diciembre de 1959 se rompió la presa de Malpasset en Francia, al norte de Frejús, y la inundación ahogó a 421 personas. La presa tenía solo cinco años de vida.

Peor fue la experiencia con la presa de Vajont en Italia. Se terminó de construir en 1961, en las laderas del monte Toc, cerca de Venecia. En 1963 se produjo un enorme deslizamiento de tierra, árboles y roca del monte, que cayeron a 110 kilómetros por hora sobre el embalse, lo cual produjo una enorme ola que saltó la presa y se precipitó sobre los pueblos de la zona. Mató a 1.450 personas.

Los embalses, desde luego, suponen un cambio de la orografía de una zona. Anegan pueblos y con ellos se van iglesias, casas y hasta dólmenes milenarios como el que apareció en un pueblo de Cáceres debido a la sequía del pasado verano. La presa construida en 1963 no tomó en cuenta de que se trataba de un monumento megalítico del segundo o tercer milenio antes de Cristo.

Pero también se lamentaron los habitantes de Riaño. Este embalse se proyectó a principios del siglo, XX, se continuó durante la República. Se aceleró en tiempos de Franco y se terminó de construir en 1987, con los socialistas. El proyecto obligaba a expropiar y desalojar Anciles, Salio, Huelde, Éscaro, La Puerta, Burón, Pedrosa del Rey, Riaño y Vegacerneja.

Un vecino de Riaño se pegó un tiro con su escopeta de caza al saber que le iban a expropiar el hogar de toda su vida. El gobierno envió a la Guardia Civil a detener al alcalde y otros vecinos que se oponían a las demoliciones.

Uno de los embalses más terroríficos de España se acaba de terminar en Enciso, un pueblo de la Rioja. Terrorífico porque quien vea la imagen del muro de hormigón dentro del pueblo quedará sobrecogido. El muro tiene 100 metros de alto y más de 1,5 millones de toneladas de hormigón para contener el caudal del río Cidacos.

En caso de rotura, los vecinos no tendrían ni 40 segundos para escapar. Para el alcalde del pueblo, ese muro es “una caricatura”. Cada vez que se levanta y abre la ventana, el alcalde ve ese muro gris al cual no se acostumbra.

Para los ecologistas, los embalses tienen muchas pegas pues cambian el ecosistema, degradan las cuencas, depositan extraños sedimentos y obligan a desplazar a la especie más querida de la zona, el homo sapiens, entre otras.

Pero para uno de los países más secos de Europa, los embalses constituyen no solo un invento para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, sino para regar los campos, amortiguar las inundaciones que nos vienen con el cambio climático, y producir energía eléctrica barata no contaminante. Se llama progreso.

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