De noche y a todo motor, el hachís marroquí entra en España por mar

  • La lancha emprende la carrera con un rugido de sus dos potentes motores, la cámara de visión nocturna escruta el mar: entre todos los tráficos ilegales en el estrecho de Gibraltar, agentes españoles persiguen el ingente hachís que llega de Marruecos.

Pasada la medianoche, cámaras y radares que vigilan la costa detectan una embarcación sospechosa. La Guardia Civil en el puerto de Algeciras, en el extremo sur de España, se moviliza.

"Buscan seguramente un lugar para desembarcar mercancía", dice Jesús, uno de los agentes, que piden preservar su identidad. Rápidamente monta con otros dos en una patrullera propulsada por dos motores fuera borda de 300 CV y enciende la cámara térmica.

Su compañero Claudio pilota tenso, de pie, una mano aferrada al timón y la otra a la palanca de aceleración, que de un golpe hace despegar la lancha. Entre las luces del puerto y las del enclave británico de Gibraltar, vuela dando golpes de proa y dejando una espesa estela en el agua.

"¡Mete foco, mete foco ahí!", grita Jesús cuando localizan una lancha, de pocos metros y un solo motor, que navega sin luces.

Sus dos tripulantes, cubiertos con pasamontañas y trajes de flotabilidad, no ofrecen resistencia. En su embarcación no hay nada y aunque los agentes barren con las luces el agua no encuentran el presunto alijo tirado al mar, en este caso probablemente tabaco de contrabando.

Otras veces, las operaciones son más violentas: para introducir el hachís producido en la cordillera marroquí del Rif, los narcotraficantes utilizan lanchas neumáticas semirrígidas de 8 a 12 metros de eslora, con dos, tres y hasta cinco motores, capaces de alcanzar 60 nudos, más de 110 km/h.

Son grandes organizaciones que emplean a medio centenar de personas -pilotos, porteadores, chóferes, vigilantes- para recibir alijos de una o dos toneladas, en paquetes de 30 kg, explica a la AFP el teniente Pablo Cobo, jefe del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga. Cada kilo se vende a 1.600 euros en la calle.

Recurren a muchos brazos, miembros de la banda o no, para ir rápido: "en tres minutos ya han desembarcado los 60 paquetes", afirma.

Para darles caza, se utilizan también helicópteros: "desde el aire pueden perseguir mejor la lancha e iluminar la zona", dice Cobo.

Equipados con patines flotadores por si tocan el agua, los aparatos vuelan a veces muy bajo hostigando a la lancha con el viento de sus aspas.

El 9 de agosto una persecución de este tipo terminó en una playa de Gibraltar, provocando una protesta de Londres por la entrada de los agentes españoles en el enclave.

"Son situaciones de bastante riesgo, por la alta velocidad, la mala mar, las maniobras de choque en que ellos intentan quitarnos de en medio", afirma Antonio, otro guardia civil.

A veces los traficantes lanzan objetos al rotor del helicóptero.

Hace años uno se fue así a pique y murió un agente, recuerda Jesús. Pero también pilotos o copilotos contratados por los narcos, muchachos de 20 a 30 años atraídos por pagas de miles de euros en una zona con 40% de desempleo, caen al mar y mueren, señala.

Según un informe del Centro Europeo de Vigilancia de Drogas, "en las últimas décadas, Marruecos emergió como el mayor productor y exportador mundial de resina de cannabis, o hachís".

Ubicado a sólo 14 km por mar de la costa española más meridional, pasa la mayor parte de su producción a Europa por el estrecho de Gibraltar y el resto de costa andaluza.

En 2013, Andalucía incautó 262 de las 319 toneladas de hachís decomisadas en España. Y en 2012, último dato disponible, 73,7% de las confiscaciones de hachís en Europa se realizaron en España, según el ministerio del Interior.

Para evitar ser atrapados, los traficantes juegan al gato y el ratón con la policía, vigilando los movimientos de las patrullas, adentrándose en ríos no navegables, sacando lanchas 'señuelo' sin carga u ocultándose de los radares tras las olas.

En verano, aprovechando la buena mar, se suman las motos acuáticas, más difíciles de detectar, con las que trafican hachís pero también inmigrantes ilegales.

"Una moto puede llevar cuatro fardos de cannabis y dos inmigrantes", explica Jesús. "Cuando los deja en la costa, ellos se encargan de llevar el alijo hasta el comprador y así pagan el viaje".

Los incidentes también generan tensión con las autoridades gibraltareñas. Este martes, una persecución acabó con un disparo de la Guardia Civil contra una lancha pesquera, según el gobierno de la colonia.

Es una "escalada extremadamente seria", reaccionó el jefe de gobierno gibraltareño, Fabiano Picardo.

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