Historia de la escalada eléctrica

De Zapatero a los canarios pasando por Putin: los culpables de la subida de la luz

Los españoles ya le han echado la culpa al 'mensajero': las eléctricas. Son las que cobran, por tanto son las culpables. Pero el 60% de la factura no tiene que ver con el consumo de energía.

Zapatero salió desengañado de sus relaciones de  poder con el Ibex y ha trasladado a Sánchez su desconfianza para que no caiga en el mismo error
De Zapatero a los canarios pasando por Putin: los culpables de la subida de la luz.
EFE

Nunca en la historia de España, el precio de la generación de la electricidad había estado tan alto. La semana pasada sobrepasó los 140 euros por megawatio/hora. Eso viene a decir que cuando se pase a la factura de la luz, los españoles pagarán 0,14 euros por kilowatio. Hace un año pagaban la mitad. ¿A quién hay que echar la culpa?

Los españoles ya le han echado la culpa al 'mensajero': las eléctricas. Son las que cobran, por tanto son las culpables. Sin embargo, detrás de la factura de la luz hay una larga cadena de responsables del precio (incluidas las compañías). Esta es la rueda de reconocimiento para saber quiénes son los culpables.

Los argelinos. Argelia suministra gas a España mediante dos gasoductos. Uno va desde Argelia hasta la playa de El Perdigal en Almería por el subsuelo marino mediterráneo; otro atraviesa Marruecos y llega a Tarifa. Los argelinos nos cobran por ese gas más de 50 euros por megawatio (que es como se mide). Es el precio marcado por el Mibgas, el mercado ibérico del gas, no muy diferente de los mercados internacionales y casi siete veces más caro que el año pasado cuando se llegaron a pagar 8 euros por megawatio. Y en las últimas semanas, quemar gas ha sido muy habitual para producir electricidad en España porque las otras energías no dan abasto. Argelia suministra el 55% el gas que consume España, pero la verdad es que también se podría echar la culpa a otros once suministradores como noruegos, cataríes, nigerianos…

Los chinos. El consumo de electricidad per cápita está aumentando en China a pasos de gigante. Hay una presión internacional para que cierren sus centrales de carbón y se pasen a otras energías como el gas. Además, el gas se utiliza para las calefacciones. Entre 2010 y 2020 la demanda de gas de los chinos se triplicó de 100.000 millones de metros cúbicos a 300.000 millones. Al ritmo que van, lograrán cuadruplicar la demanda en menos de siete años. En suma, mil trescientos millones de chinos consumiendo gas son muchos consumidores, lo cual ha impulsado la demanda mundial, y a su vez el precio de gas a escala mundial.

Los rusos. Suministran gas al norte y centro de Europa. Pero desde hace unos meses están suministrando menos gas como represalia. Les molesta que nos entrometamos en sus relaciones con Bielorrusia, sus presos políticos y sus problemas con Ucrania, y de repente les da por cerrar el grifo, lo cual sube los precios. La Unión Europea ha dicho que les sancionarán si les recortan el gas, y los rusos han respondido que están teniendo unos extraños problemas técnicos con el suministro. En poco se inaugurará Nordstream II, un gigantesco gasoducto que suministrará esta materia a Europa central desde Rusia pasando por el mar Báltico. Son 1.230 kilómetros de tuberías. Alemania tendría garantizados 110.000 metros cúbicos al año pero muchos alemanes protestan porque creen que eso les pone a los pies de los rusos. En cualquier caso, los problemas con los rusos presionan en el precio del gas a escala mundial.

Zapatero. En 2007, cuando era presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero tuvo una idea brillante: promover una gran movilización a favor de las energías renovables. Invertir en aerogeneradores o en huertas solares se premiaba con primas: los inversores tendrían garantizada la rentabilidad sí o sí. Muchas empresas se volcaron en plantar molinillos y placas por todo el país a toda prisa para pillar primas. El gobierno confiaba en que instalaran unos 400 megawatios para 2010. Pero resultó que las empresas instalaron 1.000 megawatios un año después (2008). Y en 2012 ya habían instalado 19.000 megawatios. Pero las empresas lo hicieron con la tecnología de aquellos años, que en pocos años quedó obsoleta y era muy cara. Al final, España estaba produciendo energía eléctrica de origen renovable muy cara, pero como el estado había garantizado la rentabilidad, tenía que pagarles la diferencia que en 2012 iba por 5.000 millones de euros. El Gobierno de Rajoy redujo las primas porque era un gasto gigantesco para el Estado. Solución: meter el déficit de las energías verdes en la factura de la luz. Si alguien tiene dudas, que mire la parte de atrás de su factura, un apartado que dice “renovables”: hoy equivale al 22% del coste. En euros contantes y sonantes son unos 6.000 millones de euros al año que las familias españolas les pagan para que no pierdan dinero generando energía verde.

El Gobierno de Aznar decidió en 2002 que la luz no subiera más que la inflación. El problema es que los costes de producción sí subieron para las eléctricas, porque generaban parte de la luz con combustibles fósiles. Eso generó una inmensa deuda con las eléctricas

González. En la década de los ochenta, en pleno fervor antinuclear, el entonces presidente de Gobierno Felipe González aprobó la moratoria nuclear: no se construirían más centrales y se irían cerrando las existentes. Como resultado, en España la electricidad de origen nuclear solo alimenta una quinta parte del consumo. La electricidad de origen nuclear es ahora una de las más baratas y encima no contamina (sin contar los residuos). Una central nuclear solo emite vapor de agua. ¿Qué pasaría si tuviéramos más electricidad nuclear? En Francia, el 70% de la energía es nuclear de modo que no depende del gas, ni del petróleo, ni del carbón, ni del viento ni del sol. Pueden funcionar las 24 horas del día los 365 días del año. Las familias francesas pagan la electricidad más barata que en España.

Aznar y Rajoy. El Gobierno de José María Aznar decidió en 2002 que la luz no subiera más que la inflación. El problema es que los costes de producción sí subieron para las eléctricas, porque ellas fabricaban parte de la luz con combustibles fósiles. Eso generó una inmensa deuda con las eléctricas. La deuda crecía y creía cada año porque las tarifas no daban para pagar los costes. Las eléctricas se protegieron mediante un complejo mecanismo financiero, pero cada mañana el dinosaurio de la deuda seguía allí. Se denominó déficit de la tarifa. En 2013 el Gobierno de Rajoy decidió que la deuda la pagarían… los españoles. Se incluyó en la factura con el nombre de anualidades del déficit, para que pareciera como comprar un coche a plazos. Lo terminaremos de pagar en 2028.

La Comisión Europea. La Comisión decidió adelantar sus planes de hacer una Europa más limpia. Para 2030 las empresas deben emitir un 55% de lo que emitían en 1990. La fórmula para castigar a las empresas que contaminan el aire es hacerles pagar por cada tonelada de CO2 que emitan a la atmósfera. ¿Cuánto multan? Ahora, más de 50 euros por tonelada de CO2. Esta cifra sube y baja porque hay un mercado de derechos de emisión, que funciona como la bolsa. Puesto que la CE irá reduciendo los derechos de aquí a 2030 (como si la bolsa fuera reduciendo el número de acciones a la venta de aquí a 2030), las empresas contaminantes se han adelantado comprando derechos de emisión de gases… lo cual ha encarecido los derechos. Parece una contradicción pero no lo es. Las empresas prefieren pagar ahora por sus contaminaciones que arriesgarse a arrostrar unos derechos que dentro de cinco años pueden ser mucho más caro. Todos esos costes, por supuesto, se imputan a la factura de la luz.

Las eléctricas. Si de algo se puede acusar a las eléctricas es de especular. Si una central de energía no entra en funcionamiento, no cobra. Sucede que cuando el precio de la luz está muy alto, algunas eléctricas sienten la tentación de poner en funcionamiento las centrales hidroeléctricas, soltando agua. Así mueven las turbinas y enchufan electricidad a la red y obtienen dinero. Pero, claro, el agua es un bien nacional, y en lugar de guardarla para épocas de sequía, la pueden estar empleando para aprovechar los precios altos de la electricidad. El caso es que se les está investigando para saber si han abierto las compuertas para cosas necesarias o solo para ganar más dinero.

La madre naturaleza. El frío extremo está asociado al mayor consumo de energía eléctrica para los radiadores. Y el calor a los aires acondicionados. Si en los días de mayor demanda no hay luz solar, no sopla el viento y los embalses están medio vacíos, nuestras energías limpias no sirven para nada de modo que hay que poner en funcionamiento las centrales de gas y de carbón, pues la energía nuclear no es suficiente. Si además, coincide en que el precio internacional del gas es caro, pues entonces la factura de la luz se dispara. Ahora nos preparamos para el invierno. Volverá el frío, y los días cortos, de modo que el consumo de luz será mayor por las calefacciones. Si un día no sopla el viento, ni hay sol, entonces la energía será más cara.

Los isleños. En Canarias y en Baleares fabricar electricidad es mucho más caro que en la península porque usan centrales de combustibles fósiles con gas natural, carbón o fuel oil. Pero pagan el kilowatio al mismo precio que el resto del país. ¿Cómo es posible? Pues porque por ley todos los españoles deben que pagar el mismo coste de la luz. ¿Y quién paga la diferencia de costes? Todas las familias españolas. Eso se puede ver en la factura, en un apartado que dice “costes extrapeninsulares”. Lo mismo pasa con Baleares. La electricidad llega allí desde la península por un sistema de cables submarinos de 237 kilómetros de largo que va de la península a las islas. Para ellos, fabricar kilowatios es más caro pero se les pone a precio de casa. Es como si les pagáramos el avión para que no les cueste tanto viajar de Madrid a Mallorca (que es lo que sí se hace con los vuelos, pero a cargo del Estado).

El Estado 'opresor'. El estado pone el precio a muchas cosas de la luz. Por ejemplo, una vez que la electricidad es creada en las centrales nucleares, hidroeléctricas, de gas, eólicas o solares, se enchufa a enormes circuitos de cables que se pueden ver cuando se viaja por carretera. Las torres de alta tensión. Esos son los peajes. ¿Quién pone el precio a los peajes? El Estado. Lo hace todos los años a discreción, concretamente el Ministerio de Transición Ecológica. Luego Hacienda le añade el IVA de modo que antes de llegar esa electricidad a casa, el Estado se ha llevado su parte. Los peajes suponen el 36,5% del coste de la factura. El IVA tradicionalmente era el 21% ahora es el 10% hasta octubre. A eso hay que añadir un impuesto a la electricidad del 5% que se creó en 1992 para ayudar a los mineros del carbón. Cuando la UE prohibió subvencionar el carbón entonces el estado decidió que, ya que estaba el impuesto, mejor dejarlo. En resumen, si se suman el IVA, el impuesto eléctrico, los peajes, las primas, el déficit de tarifa y los sobrecostes peninsulares, el 60% de la factura de la luz no tiene que ver con el consumo puro y duro de energía, sino con cosas del Estado.

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