Detroit lucha por reinventarse entre ruinas industriales

  • La habitación en la que se aloja el fotógrafo Camilo Vergara cuando visita Detroit (EE.UU.) no es más que una antigua oficina de los años 20 con un colchón en el suelo y vistas a una ciudad que agoniza pero que lucha también por reinventarse.

Damià S. Bonmatí

Washington, 26 oct.- La habitación en la que se aloja el fotógrafo Camilo Vergara cuando visita Detroit (EE.UU.) no es más que una antigua oficina de los años 20 con un colchón en el suelo y vistas a una ciudad que agoniza pero que lucha también por reinventarse.

De los viajes de Vergara, de 68 años, también sociólogo y de origen chileno, a la Capital del Motor, nació la exposición fotográfica "Detroit is no dry bones" (Detroit no son huesos secos), que se exhibe en el National Building Museum de la capital estadounidense hasta febrero.

La exposición recuerda que, pese a su pulso de enfermo terminal, la ciudad podría recuperar en cualquier momento la respiración.

Detroit, que ha perdido en medio siglo el 60 % de su población por el declive del sector industrial, arrastra la carga de ser una de las ciudades con más pobreza e inseguridad de EE.UU.

Es precisamente esa decadencia la que ha llevado a Vergara a viajar a la ciudad hasta cincuenta veces desde 1991 con una misión: fotografiar "edificios que eran la gloria de Estados Unidos y que se han convertido en las ruinas gloriosas del país", según explicó en entrevista con Efe.

Se aloja en esas "ruinas gloriosas", en el Michigan Building, un edificio de los años veinte, de 13 plantas, ventanas rectangulares y fachada grisácea, lleno de oficinas vacías convertidas en habitaciones improvisadas.

Desde su máximo esplendor en los años 50, cuando ya había revolucionado la industria del motor, llenado fábricas y fábricas de obreros y poblado su paisaje de rascacielos, el retroceso de Detroit ha sido imparable.

El 40 % de la ciudad está hoy vacía y la mayoría de la población blanca empezó a abandonar sus calles en la década de los 60. Según los datos del Censo, actualmente el 83 % de sus habitantes son negros.

De ahí que las imágenes de Vergara retraten la monumental estación central de Detroit con las ventanas destruidas, un antiguo cine de 4.050 butacas convertido en aparcamiento, plantas industriales llenas de rastrojos, y restaurantes sin menús, hospitales sin pacientes y casas sin caseros.

De los dos millones de habitantes que rozó durante el esplendor industrial pasó a los 706.000 de 2011, de la cuarta ciudad del país a casi vigésima, y la mayor parte de ese declive se registró hace poco, entre el 2000 y el 2010.

Desde el comienzo del nuevo siglo, Detroit y su estado, Michigan, han visto cómo se desmoronaba su monopolio en la fabricación de vehículos de motor y componentes, ante el empuje de las plantas de países emergentes y la competitividad japonesa.

La quiebra de las automovilísticas General Motors y Chrysler en 2009 y los fuertes recortes de Ford provocaron un desempleo en Detroit del 27 % ese año y del 19 % actualmente, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.

"Es el Detroit de las ruinas, donde la casa se les está cayendo, no recogen la basura, los autobuses no andan con normalidad, roban las llantas del auto", explica el fotógrafo Vergara.

"Pero ese (Detroit) vive junto al otro Detroit", agrega. Es el de la esperanza. "Es gente que viene a Detroit, gente joven y blanca, ambiciosa, inteligente, que tiene mucho interés por crear dentro de la ciudad, quieren plasmar sus ideales y utopías".

Como le pasó tiempo atrás al neoyorquino Brooklyn, Detroit ha visto llegar a jóvenes alternativos, como los que se compraron con veinte billetes un par de casas para convertirlas en un centro social, los que pusieron en venta pulgadas de la ciudad para ser apadrinadas, cultivan huertos en medio de la urbe y vienen de medio mundo para pintar murales sobre ruinas industriales.

"Es un fenómeno de los dos últimos años", apunta Andrew Moore, fotógrafo de 55 años, que también expone en el National Building Museum de Washington "Detroit disassembled" (Detroit desmantelada).

Para Moore, los nuevos residentes de Detroit "han encontrado interés en un símbolo mundial del retroceso de la industria americana, también un mercado inmobiliario barato, un lugar donde crear arte y reinventarse a ellos mismos".

Reinventan a la vez una ciudad del Medio Oeste que nunca volverá a ser lo que era, aseguran tanto Moore como Vergara, que ven en Detroit la futura "Acrópolis industrial del país".

"En cinco años se verá el cambio", pronostica el chileno.

Añade que "a Detroit le gusta que la gente la visite por las ferias del motor y el hockey, pero debe saber cambiar y decir "vengan a ver nuestras ruinas".

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