Por la Ley de la Segunda Oportunidad

Se libra de 19.000 euros de deuda: "Aún estoy en la lista de morosos tras 5 años"

Elisabeth solicitó un préstamo para acceder a un máster, y tras perder su empleo, se vio obligada a dejar de pagarlo durante seis meses. Eso hizo que el crédito ascendiese 5.000 euros más.

Fotografía del mazo de un juez
Fotografía del mazo de un juez
Imagen de Arek Socha en Pixabay.

Elisabeth se mudó a Madrid desde Segovia para continuar con sus estudios. Como no contaba con recursos económicos suficientes para pagar la especialización, decidió investigar en su banco para pedir un préstamo y cursar un máster de Ciberseguridad y Protección de Datos. "Fue hacer clic y ya tenía el dinero", explica la joven a La Información. Sin saberlo, ya que pensaba que se trataba de un simulador, había solicitado un préstamo preconcedido a través de la aplicación del banco. En ningún momento la entidad le proporcionó una ayuda o asesoramiento personal para realizar la gestión. Como en ese momento tenía trabajo, vio posibilidades de ir pagando la cuota poco a poco. "Llevaba dos o tres años pagándolo y me quedé sin trabajo, por lo que no pude asumir varias cuotas. Cuando ya volví a conseguir un empleo seis meses después, les ofrecí restaurar los pagos y me dijeron que no, que debía abonar la cuantía íntegra", señala la afectada.

A pesar de que informó de sus dificultades no pudieron darle una alternativa. "Tenía muchos gastos y el paro no daba para más", apunta Elisabeth. Su préstamo, que inicialmente era de 14.000 euros, comenzó a aumentar hasta los 19.000 por los intereses acumulados y se vio abrumada. "Yo ya había pagado más de 5.000 euros y me pedían que pagase los 9.000 restantes de forma inmediata", recuerda. Aunque trató de acordar una cuota adaptada que pudiera seguir pagando, el banco no lo aceptó y le sugirieron que un familiar o amigo le dejase el dinero.

Ante esta situación de desesperación se puso a buscar información hasta que conoció la Ley de la Segunda Oportunidad. En ese momento contactó con la Asociación de Ayuda al Endeudamiento y pidió asesoramiento ante su caso. "No quería deshacerme de mi deber, que era pagar la deuda, yo lo que solicitaba era una cuota lógica", explica. Una vez estudiado el caso por los abogados, comprobaron que cumplía todos los requisitos para acogerse a esta normativa y le aconsejaron declararse insolvente, ya que no tenía ingresos suficientes para pagar las deudas.

Sufrió amenazas

Su proceso se prologó tres años porque un tribunal que les solicitaba toda clase de documentos y echaba para atrás su caso. En ese tiempo, la afectada sufrió toda clase de amenazas, "no solo hubo llamadas, también requerimientos a domicilio, notificaciones e incluso me metieron a juicio por un proceso de embargo. Llegaron decirme que no podría solicitar ningún otro crédito en el futuro por mi condición de morosa", señala Elisabeth. Cuando realizaron la reunión de acreedores para llegar a un acuerdo por el pago, los representantes de la entidad ni siquiera acudieron. 

La joven terminó en el fichero de morosos y a día de hoy aún no ha podido salir de él. Desde la asociación aún continúan trabajando para eliminar su nombre de estos listados. "Cuando estás en estas listas se te deniegan muchas cosas, y para mí era vergonzoso que con 25 años me encontrase en esta situación", recuerda. Tuvo problemas para solicitar contrato de telefonía móvil, se encontró con dificultades al alquilar una vivienda y tampoco pudo financiar a plazos una titulación de máster.

Ahora, el juzgado le ha concedido la exoneración total de la deuda, ya que actuó de buena fe intentando pagar algo, y fueron causas ajenas a su voluntad las que lo evitaron. Elisabeth considera que esta ley es un alivio para personas que, como ella, se ven en una situación delicada. Ella se siente avergonzada y ha llegado a ocultarlo a muchos de sus amigos más cercanos.

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