El caos del transporte en Bogotá, clave para las elecciones

  • Apretujados en autobuses entre axilas y alientos ajenos o paralizados en embotellamientos eternos, millones viven a diario en Bogotá el suplicio del transporte, un caos pendiente desde hace décadas en la capital de Colombia y clave en las elecciones locales del domingo 25.

Cada mañana a las 05H45, Estrella Sánchez sale de su casa para recorrer los 15 km que la separan de su trabajo, adonde llega una hora y media después tras caminar, hacer fila y pasar de un autobús a otro.

"Es una pesadilla", dice a la AFP esta empleada doméstica de 44 años, una de las más de 300.000 personas que se embuten en la hora punta en Transmilenio, el sistema de buses rojos articulados con vías preferenciales que desde el 2000 es el principal medio de transporte masivo en esta extendida urbe de ocho millones de habitantes.

Largas filas de coches, entre ellos miles de "canarios", los taxis amarillos típicos de Bogotá, avanzan a duras penas por atestadas autopistas y avenidas: la ciudad es considerada una de las más desquiciantes para los conductores, según la aplicación internacional de tráfico Waze.

Taxista desde hace 19 años, Luis Aponte ha llegado a pasar dos horas parado en un embotellamiento. "No ha cambiado nada con Transmilenio, por el contrario, ha empeorado, porque sus carriles sacan lugar a los vehículos particulares", explica.

Sin metro a pesar de proyectos que datan de los años 1940, y a pesar de iniciativas para restringir el flujo de autos y promover el uso de la bicicleta, el tráfico no fluye en Bogotá.

El "pico y placa", la medida que limita la circulación diaria según el número de matrícula, empezó siendo efectivo porque disminuyó 20% el número de vehículos.

"Dejó de ser eficiente porque las personas de más ingresos compraron otro vehículo", explica Daniel Páez, ingeniero experto en urbanismo.

Para ordenar una maraña de rutas de pequeños autobuses informales sin paraderos ni horarios, se creó en 2012 el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), que incorpora a Transmilenio y suma buses alimentadores y otros que sustituyen a las busetas (buses pequeños). Pero queda mucho por hacer.

"Bogotá tiene un acueducto con las tuberías incompletas", señala Páez, que insiste en la necesidad del metro, un proyecto que no se materializa por falta de apoyo del gobierno central, escasez de recursos y prioridades diferentes de inversión en transporte.

Sergio París, gerente de Transmilenio, asegura que las tuberías se completarán antes de 2016. "El proceso de transición (de las busetas al SITP) es el trasteo más grande hecho en una ciudad latinoamericana. Si no llegamos a final de año con el 100% de la ciudad organizada, lo estará al menos en un 70%", asegura.

Sin embargo, de la cobertura total proyectada para Transmilenio sólo la tercera parte está funcionando. Ampliar la red, construir el subterráneo o cobrar más impuestos a los coches son algunas de las propuestas entre los candidatos a la alcaldía, aunque según París, la decisión recae ahora en el gobierno nacional, del cual se requiere un aporte millonario.

Los problemas de movilidad afectan en particular a los más pobres, que llegan a destinar un tercio de su sueldo al transporte. En Colombia, el salario mínimo es de unos 220 dólares y un trayecto en transporte público en Bogotá cuesta unos 0,5 dólares.

Desplazarse en Bogotá no sólo es complejo y lento -38% dice gastar más tiempo en transporte que en 2014, de acuerdo con un sondeo reciente-, sino que también es inseguro.

Los choques que involucran autobuses han pasado de 1.366 en 2013 a 3.343 en 2014. Sólo entre enero y julio de 2015 se registraron más de 2.000, según un informe presentado la semana pasada por el SITP en el Concejo de Bogotá.

Pero, además, los robos son constantes y las agresiones sexuales abundan. En los últimos cinco meses, la policía incautó más de 100.000 armas blancas en instalaciones de Transmilenio, mientras 64% de las mujeres temen sufrir un abuso en el transporte público, según una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) difundida en septiembre.

Para muchos, moverse por Bogotá es realmente un acto heroico.

"A mi hijo le robaron el celular tres veces desde enero. Nuevecito, no lo acabó de pagar que ya se lo sacan", lamenta Luz Marina Pinzón, que viaja todos los días con el chico, de 18 años, pero no lo ve durante el trayecto porque el tumulto es tal que se pierden de vista hasta llegar a su estación: Héroes.

atm/ad/lm/aic

Mostrar comentarios