Una 'isla energética'

El gran apagón de Europa no llegará a España pero disparará el precio de la luz

Las tensiones sobre los mercados energéticos se verían incrementadas por el aumento de una demanda que depende del gas para producir energía en centrales de ciclo combinado o de cogeneración.

La vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera (i), y la ministra Portavoz, Isabel Rodríguez, comparecen en una rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros celebrado en Moncloa, a 14 de septiembre de 2021, en Madrid (España). El Consejo de Ministros ha aprobado hoy un nuevo paquete de medidas para amortiguar la subida del precio de la electricidad en el mercado mayorista, de forma que los españoles paguen a final de este año una cuantía similar a la de 2018. Prorrogará la suspensión del impuesto de generación eléctrica hasta finales de 2021 y bajará el impuesto especial sobre la luz al 0,5%.
14 SEPTIEMBRE 2021;RUEDA DE PRENSA;GOBIERNO;PRECIO;LUZ
J. Hellín. POOL / Europa Press
  (Foto de ARCHIVO)
14/9/2021
El gran apagón de Europa no llegaría a España… pero disparará el precio de la luz.
Europa Press
Qué es el gran apagón

En las últimas semanas han sido varias las voces que alertan sobre un gran apagón energético en Europa. El susto en el cuerpo lo metió Austria cuando sus autoridades advirtieron de la necesidad de prepararse para un gran apagón a nivel europeo. Sin embargo, el aviso de los austríacos va mucho más allá de la grave crisis de precios que asola Europa. El punto de partida se basa en la posibilidad de que el continente tenga que afrontar un fallo en el suministro eléctrico ocasionado bien por causas naturales, por sobrecargas en el sistema, ataques informáticos o bien por sabotajes en infraestructuras estratégicas. En ese hipotético caso del gran apagón, el hecho de que España sea una isla energética con una red independiente y renovada, además de la escasa necesidad de interconexión con Francia, hace que el impacto sea menor o nulo, si bien las tensiones de la demanda de energía en Europa dispararían los precios a niveles insospechados.

En Alemania, la Oficina Federal de Protección Civil y Asistencia para Catástrofes, también ha aumentado la inquietud a nivel europeo desde el mismo momento en que publicó un video aleccionando a la población para que aprenda a convivir, durante al menos 72 horas, sin electricidad. No es fácil. Las recomendaciones de alemanes y austríacos se centran en las necesidades básicas de la población civil, como el abastecimiento de agua, linternas, productos de primera necesidad y, sobre todo, combustible para poder cocinar o calentarse en el frío invierno centro europeo. Como si de un dominó se tratara, al hilo de los anuncios oficiales, las tiendas de “preparacionismo” han aumentado considerablemente sus ventas en los últimos días. Los acopios de provisiones y utensilios de supervivencia se han disparado, tanto en Austria como en Alemania, en forma de radios de pilas, velas, mecheros, parrillas de gas, sacos de dormir e incluso armas de autodefensa.

Al margen de estas previsiones que, sin tener nada que ver son la situación de histeria que viven los mercados de gas, se configuran para un horizonte de cinco años, lo cierto es que muchos países han vivido momentos de apagones masivos o ‘black out’. A los conocidos de California o Nueva York, se unen otros que estuvieron a punto de dejar fuera de juego al sistema eléctrico europeo. El último el sucedido a comienzos de año en Croacia, cuando un fallo en una subestación tuvo como consecuencia una caída de frecuencia que a punto estuvo de provocar un gran apagón en toda Europa debido a la superposición de unas líneas con otras. Esto fue lo que realmente provocó la sobrecarga y posterior caída en algunas (pocas) regiones europeas. Este suceso es el que está detrás del origen de las advertencias de las autoridades germanas y se incluye dentro de sus respectivas estrategias de seguridad energética, documentos que, en algunos países como España, hace ya más de cinco años que no se actualizan.

Un apagón a diferentes escalas

En un ejercicio de energía-ficción, el hecho de que se produjera un apagón a escala europea tendría unas consecuencias trágicas en todo el territorio de la Unión. En todo… menos en la Península Ibérica. No es que estemos mucho mejor, pero la red de infraestructuras eléctricas ibérica es una excepción dentro del ramaje eléctrico europeo. El hecho de ser una isla energética juega, para lo bueno y para lo malo, a favor de nuestro país. La ingente inversión que en las últimas décadas ha realizado Red Eléctrica permite tener una malla que funciona de manera independiente con respecto al resto del continente.

Por su parte, la interconexión subterránea con Francia cuenta con una capacidad de 1.400 MW, si bien está proyectada su duplicación para asegurar un correcto funcionamiento de los intercambios energéticos entre ambos países. Esta interconexión, de las más bajas a nivel europeo, apenas afectaría al suministro energético español, que podría solventar este hueco a través de la generación en centrales propias, tanto renovables como de combustibles fósiles o nuclear sin mayor problema. Incluso el país galo se vería afectado en menor medida que sus vecinos alemanes al tener gran parte de su producción eléctrica generada a través de centrales nucleares, con planes y suministros autónomos de energía para la población.

Lo que en ningún modo podría evitar España es el encarecimiento de los precios de la energía en caso de apagón. Además de que el restablecimiento del suministro en Europa sería lento y paulatino (las autoridades alemanas estiman el plazo mínimo de recuperación en quince días), las tensiones sobre los mercados energéticos se verían irremediablemente incrementadas debido a la necesidad de aumentar la demanda europea, que depende inexorablemente del gas para producir energía en centrales de ciclo combinado o de cogeneración.

En las circunstancias actuales, Europa tan solo tendría dos maneras de asegurar ese suministro. Por una parte, el gas ruso, siendo de provisión más o menos inmediata, se encarecería de manera automática. La segunda opción de suministro de emergencia tendría su origen en las plantas de regasificación de la Unión que, a su vez, se alimentan del gas licuado suministrado por barco. En este último caso, Europa tendría que competir en un mercado que ha sufrido un incremento del 300% en los últimos meses y ante el que existe una demanda imposible de satisfacer con la logística de transporte marítimo actual.

Nuestro sistema de fijación de precios, al estar referenciado al mercado internacional del gas, se vería directamente afectado y en esta ocasión podría aumentar a niveles tales que harían de todo punto imposible comercializar electricidad en ningún punto de la geografía española. El precio del MW alcanzaría unas cantidades astronómicas, con las sabidas consecuencias sobre los indicadores de precios sobre los que se basa la economía española.

Junto a la luz, la calefacción también acompasaría este aumento de precios, al derivarse parte del mercado spot que España ya ha contratado, con revisiones de precios en las que los propios europeos tendrían que competir entre ellos para alcanzar la demanda necesaria para suministrar calor a hogares y empresas.

Mas allá del aumento de precios en nuestro país, las consecuencias sobre la economía alcanzarían todos y cada uno de los sectores productivos. Desde la agudización de la crisis en la automoción por la escasez de semiconductores y microchips, a la producción incluso de contenidos digitales. Los productos financieros basados en las criptomonedas tendrían un escollo para la fabricación de valor digital, por lo que cualquier producto basado en su cotización perdería en cuestión de segundos su valor. Al margen del sensacionalismo y la histeria colectiva, sobre una Europa oscura, al menos en España las luces seguirían encendidas, pero a un precio más caro que nunca, incluso que ahora.

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