El parón económico y la reforma fiscal marcarán el paso al nuevo Gobierno

  • Cualquier opción política que no ofrezca una mayoría para gobernar va a suponer un varapalo fuerte en la deuda, la bolsa  y la prima de riesgo.
Nadia Calviño
Nadia Calviño
EFE

El mayor reto económico al que se enfrenta el nuevo Gobierno que salga de las urnas, si es posible generar una mayoría que lo permita, es ofrecer la suficiente estabilidad como para garantizar que el parón económico que se avecina se pueda compensar con buenas cotas de consumo doméstico e inversión empresarial, las dos bases de cualquier economía en crecimiento. Se podría decir que este es el consenso de mercado a nivel macroeconómico que se maneja en las asociaciones empresariales y los principales informes de coyuntura y con el que, curiosamente, están de acuerdo todas las formaciones políticas en liza este 28-A, si bien el camino para llegar a ello es diferente en unos casos y otros.

“El enemigo a batir es la incertidumbre económica que pueden generar unos resultados que no ofrezcan opciones seguras de formar un gobierno estable, sea del signo que sea”, aseguraba este fin de semana un asesor de grandes empresas del Ibex, a sabiendas de que muchas de las opciones de financiación para grandes proyectos de infraestructuras están en manos de fondos de inversión que huyen de la inestabilidad política. “España es todavía un buen lugar donde invertir, con potenciales negocios al alza en el ámbito de la construcción y la energía, pero ese dinero solo vendrá de fuera si ven estabilidad dentro”, remataba.

La economía española avanza a buen ritmo (por encima del 2%) pero ha empezado a notar una desaceleración importante por la falta de empuje de la exportación (que ha dejado de aportar crecimiento al PIB) y el parón económico de las principales economías europeas, como Alemania, Francia e Italia, de las que dependen tanto nuestras ventas exteriores como gran parte de la captación de inversión directa. Una de las primeras tareas del nuevo Gobierno será hacer frente a esa coyuntura desfavorable “que puede llegar más deprisa de lo que se cree”, estiman desde la patronal, y que puede ser una bomba de relojería si no se logra tener un ejecutivo estable.

En caso de recesión, algunos expertos han advertido que el primer reto que debe afrontar el nuevo gabinete que salga de las urnas es el apoyo público a los grandes proyectos que surjan en infraestructuras o en las oportunidades que abra la transición ecológica. Precisamente, la caída del consumo de energía por parte de gran industria en el primer trimestre, cercana al 5%, ha sido uno de las últimas señales de alarma sobre la ralentización que se avecina, y solo se puede paliar con un plan de choque público-privado que genere actividad, advierten desde el servicio de estudios de una de las grandes empresas energéticas españolas.

Reforma fiscal y consumo

El oro gran desafío a batir en la gestión económica tras las elecciones es aclarar qué tipo de reforma fiscal va a aplicarse. Tras dos años de inacción del gobierno de Rajoy y ocho meses convulsos de Sánchez a base de anuncios y amenazas más que de medidas fiscales concretas (no se pudieron aprobar los Presupuestos), una de las claves de la estabilidad que la economía necesita está en la factura fiscal de las familias y las empresas. Una subida del IRPF a las personas físicas y del Impuesto de Sociedades a las empresas puede no ser lo más conveniente a corto plazo para una economía amenazada de recesión, se ha advertido con profusión desde el ala más liberal de la política, marcada por Ciudadanos y el PP. Frente a ello está la amenaza de PSOE y Podemos de subir la recaudación para poder aplicar mejor su “justicia social”, algo que siempre siembra el recelo en los motores económicos del país, por más que se vaya a hacer de forma selectiva y progresiva. “El azote fiscal a las clases medias en España siempre ha devorado al consumo y, sin una creación fuerte de empleo, puede ser un retroceso”, señalan desde la parte empresarial.

“Generar empleo es la mejor reforma fiscal”, se han hartado de decir PP y Cs, frente a las denuncias sobre la precariedad de ese empleo y los salarios bajos de PSOE y Unidas Podemos. Aún así, España sigue siendo el país europeo que más paro tiene, si bien los datos de la EPA del primer trimestre, conocidos esta semana y muy negativos, no parece que vayan a pesar demasiado en las decisiones de voto, a pesar de ser la primera preocupación de los españoles según el CIS. A estas alturas del debate político, nadie teme ya un cambio demasiado radical en la reforma laboral (el PSOE lo tiene descartado) y todo apunta a que se creará empleo en los próximo dos años, aunque con una clara tendencia a la baja.

Bolsa, deuda y prima de riesgo

Esa marcha asimétrica entre crecimiento, paro e incertidumbre fiscal ha hecho que, por ahora, los inversores no hayan tomado posiciones en espera de cambios sustanciales en el actual reparto de poderes en España. Los sondeos preelectorales han señalado de forma consistente una victoria del PSOE de Pedro Sánchez en las urnas de este domingo y un futuro gobierno apoyado en dos muletas: Podemos o Ciudadanos. Incluso, la posibilidad de una reedición del gobierno andaluz de PP y Cs. Esas son las opciones de estabilidad y certidumbre económica, y todo lo que no sea lo anterior cotizará de forma violenta en los mercados este lunes.

La irrupción de Vox en el mapa político, el pinchazo de las expectativas electorales socialistas y el dibujo de un reparto de escaños que impida la creación de un gobierno claro cotizará de forma negativa sobre uno de los activos más sensibles a la política: la deuda pública. La prima de riesgo española -que mide el diferencial entre la cotización del bono español a 10 años y el alemán al mismo plazo- cerró el viernes con ligeras oscilaciones entre 105 y 110 puntos básicos. Detrás de este índice sintético subyacen las tendencias bajistas en las rentabilidad de los bonos soberanos europeos.

De hecho, el interés que paga la obligación a diez años española bajó el viernes con fuerza (-6,8%), hasta el 1,02%, su nivel más bajo desde diciembre de 2016. Este movimiento en la rentabilidad -que se mueve de forma inversa al precio- implica que el bono sigue gozando del favor inversor y de la búsqueda de seguridad para las carteras de los inversores. Esta fiebre por la inversión segura tiene su mejor traducción en el bono alemán, cuya rentabilidad a diez años es negativa: -0,02% al cierre del viernes.

La acción del Banco Central Europeo (BCE) ha sido el motor fundamental de la estabilidad de los mercados en las últimas semanas después de su decisión de aparcar las subidas de tipos de interés y renovar las subastas de liquidez a la banca privada -TLTRO III- por dos años más a partir de otoño. Esta es una de las claves que esconde la baja rentabilidad de la deuda: las compras masivas por parte de los bancos gracias al respaldo de Draghi.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a recordar a principios de abril el riesgo que supone el nexo banca-Estado para la estabilidad financiera de España, aunque enfatizó el ejemplo de la situación en Italia. El Gobierno populista Salvini-Di Maio que surgió de las elecciones generales de 2018 provocó el estallido de la prima de riesgo italiana, que duplica a la española en 260 puntos básicos. A su vez, decenas de bancos de media Europa -entre ellos, Sabadell, Bankia, Santander o BBVA- sufrieron pérdidas severas en su carteras de renta fija por su exposición a la deuda pública de Italia.

Otro de los factores que ha apuntalado la estabilidad del riesgo financiero sobre España es la buena marcha de la actividad económica. Según datos a cierre de 2018 del Banco de España, la deuda pública española en relación con el PIB bajó cuatro décimas, al 97,2%, aunque en términos absolutos subió en 29.500 millones de euros, hasta 1,17 billones. La explicación a esta paradoja es que el crecimiento de la economía española fue mayor que el crecimiento del endeudamiento en ese periodo.

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