El santo Jose Vaz, el ejemplo del misionero

  • El sacerdote José Vaz, aunque nacido en India en 1651, es desde hoy el primer santo cingalés, conocido como "el apóstol de Sri Lanka", arriesgó su vida como misionero en un momento en el que los cristianos vivían una brutal persecución.

Colombo, 15 ene.- El sacerdote José Vaz, aunque nacido en India en 1651, es desde hoy el primer santo cingalés, conocido como "el apóstol de Sri Lanka", arriesgó su vida como misionero en un momento en el que los cristianos vivían una brutal persecución.

José Vaz fue beatificado por San Juan Pablo II el 15 de enero de 1995, durante su visita a Sri Lanka.

Por ello, el papa Francisco que ya había decidido viajar a Sri Lanka decidió elevarle a los altares el pasado setiembre de 2014 sin tener que esperar la aprobación de un segundo milagro para poder ser nombrado santo.

Durante la ceremonia de canonización en Colombo ante cientos de miles de personas, Francisco destacó su ejemplo como misionero, que fue a buscar a los más pobres, pero además presentó "la verdad y la belleza del Evangelio en un contexto multirreligioso con respeto, dedicación, perseverancia y humildad".

Vaz nació en la localidad india de Benaulin, en Goa, un territorio controlado entonces por los portugueses.

Estudio en el colegio de Sancoale y fue ordenado sacerdote en la Congregación de San Felipe Neri en 1676 y abrió una escuela de latín en esta localidad.

A pesar de su buena situación, al conocer las condiciones que atravesaban los cristianos en la entonces Ceilán, el sacerdote decidió abandonar sus privilegios y convertirse en misionero.

Con la llegada de los holandeses a Ceilán, los calvinistas habían prohibido expresar su fe a los católicos y los sacerdotes fueron expulsados del país o asesinados.

Vaz llegó a la isla en 1687 y tuvo que vivir de incógnito para no ser encarcelado o asesinado, y así pudo viajar por todo el país oficiando misas.

Según algunas biografías, el sacerdote, vestido como un mendigo, llamaba a las puertas de las familias cristianas pidiendo caridad y cuando conseguía su confianza revelaba su identidad.

En 1689 viajó a Jaffna, un poblado que había sido católico y donde encontró cobijo durante un año y ayudó a la población, pero los rumores de su presencia llegaron a las autoridades holandesas y tuvo que escapar.

En 1690 llegó al reino budista de Kandy, en el interior de la isla y que conservaba su independencia a pesar de la invasión holandesa, y allí seguían viviendo algunos católicos que habían quedado sin sacerdotes.

A su llegada, las autoridades holandesas difundieron la voz de que era un espía de los portugueses y fue encarcelado.

Paso seis años en la cárcel, pero el rey de Kandy el budista Vilamadharma Surya, le liberó después de quedar fascinado de la espiritualidad de ese hombre y le dejó predicar su fe por todo el reino.

Durante la epidemia de viruela que estalló en 1697, Vals salvó a miles de personas en Kandy al enseñarles algunas normas higiénicas para detener el contagio y se ocupó de los enfermos.

Las biografías de Vaz hablan de un hombre de diálogo y que supo encarnar el ascetismo oriental y las espiritualidad cristiana.

Aprendió tanto el tamil como el singalés y a él se debe la traducción del evangelio y otros textos cristianos a ambos idiomas para que pudieran ser leídos por la población.

Extremado de tanto trabajo, murió el 16 de enero de 1711 y a su muerte, de la total devastación de la Iglesia católica que encontró, dejó una misión de 70.000 católicos, 15 iglesias y 400 capillas.

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