La verdadera cara tras la película del año

¿Es que había pobres en Corea del Sur? La realidad que 'Parásitos' muestra a España

  • Con un PIB superior al de nuestro país, una tasa de paro del 4% y una potente industria, el país asiático también tiene sus sombras económicas.
El presidente de Corea del Sur, Moon, recibe al equipo de 'Parásitos'
El presidente de Corea del Sur, Moon, recibe al equipo de 'Parásitos'
EP

Pocas oportunidades tienen los españoles de conocer la vida en Corea del Sur como no sean viajar a ese país o ver 'Parásitos'. La película ganadora del Oscar al mejor film internacional (2020), enseña una situación que existe en un país rico, y que las cámaras han llevado a los espectadores.

'Parásitos' muestra la vida de una familia rica de Seúl y de una familia pobre. El diario El País lo definió como una historia de "lucha de clases"; para Abc es una "sátira social"; para El Mundo es "turbocapitalismo con Apocalipsis"; y para La Vanguardia es una "crítica social" donde "la pobreza no es una broma".

¿Pobreza en Corea del Sur? Hasta ahora, la imagen que los españoles tenían de Corea del Sur era la de un país donde se fabrican cosas importantes como los móviles Samsung, los coches Hyundai, y las teles LG. La industria naval surcoreana es tan poderosa que desplazó a la naval de Gijón y de Vigo, y hasta nos inspiró una película titulada 'Los lunes al sol', donde dos parados españoles de la naval matan sus horas libres en bares de mala muerte.

De Corea del Sur han salido memes culturales como el gangnam style, grupos musicales como BTS que cantan k-pop,

y sabemos uno de los países más ricos del mundo. Su PIB es 1,6 billones de dólares y su renta per cápita es de 31.000 dólares anuales, mil dólares más que la renta española, por aclarar las cosas.

Es un país altamente tecnológico: Internet tiene una penetración del 98%, pero a pesar de que tiene el servicio más rápido del mundo y unas infalibles conexiones 4G (y ahora el primer país con 5G) en la película “Parásitos”, los protagonistas tienen que robar wi-fi de los vecinos porque no tienen dinero para pagar una conexión.

¿Cómo es entonces Corea del Sur en realidad?

La historia de la evolución económica y política de Corea en los últimos 80 años es muy parecida a la de España. Para empezar, el país sufrió una Guerra Civil en los años 50. De una parte (Norte), estaban los comunistas apoyados por la Unión Soviética y China. Y de la otra, estaban los anticomunistas, apoyados por EEUU. La guerra que acabó en empate, pero no se firmó ningún acuerdo, por lo que técnicamente, siguen en guerra.

Murieron tres millones de personas y las principales ciudades de Corea del Sur quedaron destrozadas. Se trazó una división entre ambos países en el paralelo geográfico 38. Al norte, una Corea comunista. Y al Sur una Corea… Bueno, no precisamente democrática y libre como muchos pensarían. Era una Corea anticomunista que acababa de salir de una

guerra civil, gobernada por Syngman Rhee, un autócrata protegido a regañadientes por EEUU que temía una invasión del norte. Rhee perseguía a la oposición, amañaba las elecciones y se mantuvo en el poder hasta 1960. Entonces, una rebelión de estudiantes que protestaba por los comicios estrafalarios de Rhee, le obligó a exiliarse a Hawai en un avión de la CIA.

El país no supo gobernarse muy bien hasta que, en 1961, el general Park Chung-hee (curiosamente se llamaba como un personaje de 'Parásitos'), aprovechó la inestabilidad para dar un golpe de Estado y proclamar que una junta militar gobernaría el país hasta que hubiera elecciones.

Park era un tipo raro. Había ascendido en la academia militar, pero tenía fama de socialista. Los norteamericanos no sabían si fiarse de este hombre. Pero se equivocaron. Dos años después del golpe, se celebraron elecciones democráticas y Park se convirtió en presidente.

Lo primero que hizo no era muy democrático: crear una agencia nacional de espionaje, la KCIA. Se cercenaron las libertades civiles, se implantó el control de la prensa y se persiguió a todos los criptocomunistas. El miedo a otra invasión de Corea del Norte era permanente. Y aquí empezó la revolución de Park. Además de su agencia de espionaje, creó el Ministerio de Finanzas, el Consejo de Planificación Económica, y el Ministerio de Comercio e Industria.

Fomentó la creación de grandes conglomerados apoyados por el estado (los chaebol, que son empresas familiares que abarcan numerosas industrias y proveedores en un solo consorcio), construyó autopistas, promovió la agricultura intensiva (el programa Saemaul Undong), promovió las exportaciones y se basó para todo ello en el modelo basado en los “zaibatsu” japoneses: empresas familiares que controlaban bancos, y que obtenían privilegios del estado, y además, con sindicatos no rebeldes. La diferencia era que en el caso coreano, no se permitía a los “chaebol” tener bancos: el estado les daría recursos económicos a través de fondos públicos.

Más o menos, ese modelo fue el que caracterizó al régimen de Franco entre 1940 y 1970: creación de las grandes Empresas Nacionales (desde electricidad a barcos o coches), sindicato vertical, tutela del estado, bancos públicos…

Los surcoreanos, que tenían una renta per cápita anual raquítica, disfrutaron de un crecimiento económico ininterrumpido durante décadas, lo que les convirtió en “el milagro económico coreano”, lo mismo que se decía de la economía española en los años sesenta. Antes de la revolución de Park, miles de surcoreanos tuvieron que abandonar el país debido a la pobreza y al hambre. “Mi abuela vivió en una choza de paja durante la mayor parte de su infancia, encontraba piedras en el arroz, tenía que ir a un baño público afuera, no tenía agua corriente, tenía que caminar a todas partes, no había electricidad y, ciertamente, no había electrodomésticos en su hogar”, afirmaba en la web Quora un coreano que se hace llamar Sena Im, y que explicaba la vida antes de Park. “Se preparaba arroz sobre el fuego pero, en lugar de gas, dependía en gran medida del carbón o la madera para cocinar o calentar su casa”.

Bajo la presidencia de Park, sucedió lo mismo que en España en esos años, y casi al mismo tiempo. La gente empezó a tener agua corriente con tuberías internas, electricidad, refrigeradores, lavadoras y televisores. Se fomentó el ahorro y además, la gente podía cocinar con gas en lugar de leña. Park gobernó de forma autocrática y se perpetuó en el poder cambiando las leyes, y persiguiendo a los opositores. Murió asesinado en 1979, pero su figura se sigue venerando en el país porque, gustara o no, fue el padre de la nueva Corea del Sur.

La renta per cápita de los surcoreanos pasó de 159 dólares anuales (dólares constantes o al precio actual) en 1960 a cerca de los 31.000 dólares de hoy, según el Banco Mundial (la de España es de 30.000 dólares). El PIB del país (1,6, billones de dólares) supera al de España (1,4 billones). En población, Corea del Sur tiene 50 millones de habitantes y España tres millones menos.

Pero, a pesar de esa riqueza y de sus grandes industrias, Corea del Sur tiene serios problemas de desigualdad, como muestra la película de 'Parásitos'. Más de la mitad de sus ancianos vive en relativa pobreza (ganar menos de la mitad del ingreso medio por hogar), según un informe de la OCDE. Una cuarta parte de ellos viven solos, y para no suponer una carga para su familia, muchos deciden suicidarse.

Un reportaje realizado por el corresponsal de The Guardian en Seúl describía cómo en 2017 habían aumentado las colas que se formaban ante los comedores sociales. Un voluntario contaba al periodista que la razón principal de esa pobreza era porque la economía estaba en mal estado: las personas mayores están luchando por encontrar trabajo. “Para algunos, esta es la única comida que tendrán en todo el día. Si no tienen hijos que los cuiden, somos todo lo que tienen. De lo contrario, tendrían que mendigar en la calles”, decía el voluntario.

Es curioso que en la cinta premiada este año por los Oscar de Hollywood, el padre malvive con sus hijos doblando cajas de cartón para un restaurante de comida a domicilio, y lo hace porque ha perdido su trabajo. Pero la verdadera tasa de paro no pasa del 4%, una cifra envidiable.

El problema es que muchos de los ancianos surcoreanos no tienen ahorros porque invirtieron su patrimonio en la educación de sus hijos. Las familias, antes unidas por los valores confucianos, ahora no tienen esos lazos morales que obligaban a los jóvenes cuidar de los ancianos.

Para empeorar las cosas, la esperanza de vida es una de las más altas del mundo y sigue subiendo, de modo que en el futuro habrá más ancianos en esta situación, y jóvenes que no les cuiden. Al igual que en España, esa esperanza tan larga se debe a que la dieta ha mejorado, a que la gente fuma menos y a que tienen un sistema universal de salud, y además, pensiones del Estado. Es decir, la pobreza es relativa y no absoluta, como dice el reportaje de The Guardian, lo cual les hace más longevos, aunque una longevidad solitaria y con recursos mínimos.

Las desigualdades del cuarto país más rico de Asia son un tema de preocupación nacional debido a la subida de los precios de las casas, y al extraordinario coste de los estudios universitarios que no pueden pagar muchas familias. De hecho, las dos familias de la película reflejan lo que en país denominan los que son “cucharas de oro”, los ricos, y los “cucharas sucias”, aquellos que no pueden escalar en la pirámide social y que viven en casas insalubres y pequeñas.

Hasta el presidente Moon Jae-in elogió 'Parásitos' porque tocaba el corazón de los surcoreanos. Moon afronta el estancamiento económico, ya que la economía ya no crece por encima del 10% como en el pasado, sino a tasas alrededor del 3%. Los jóvenes, según una encuesta, están desilusionados por su futuro. Mucho esfuerzo en una sociedad muy competitiva donde la elite sigue viviendo bien.

Todo eso es lo que refleja 'Parásitos'. La acelerada división del país en ricos y pobres. En la película, la familia pobre falsifica títulos y honores para trabajar para los ricos. Pero la convivencia tiene un final sorprendente: quizá es un presagio de lo que pasará en Corea del Sur si los políticos no crean un sistema más justo.

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