Tras el caso 'Ever Given'

La España dependiente: recorrido por la ‘gran lacra’ para la economía nacional

Desde la energía que consumimos a la tecnología para ser más productivos, la capacidad española para no avanzar por sí misma se produce en prácticamente todos los sectores y supone su principal obstáculo.

Terminal de contenedores del Puerto de Algeciras, tras la reanudación de la ruta Algeciras-Ceuta.
Terminal de contenedores del Puerto de Algeciras, tras la reanudación de la ruta Algeciras-Ceuta.
Europa Press

El incidente del ‘Ever Given’ en el Canal de Suez ha puesto sobre la mesa uno de los grandes problemas de la economía española: la dependencia del exterior. Sin embargo, no supone más que un nuevo toque de advertencia en este lastre, que se une al que produjo la pandemia en el abastecimiento y la logística del país. Ambos episodios revelan una radiografía de la subordinación nacional al exterior en casi todos los aspectos imprescindibles para el desarrollo industrial o comercial del país.

Dependencia energética

Quizá es la más conocida e incluso la más preocupante. Para empezar, el encallamiento de un carguero en el punto más estratégico del mundo ha puesto en la picota ni más ni menos que al 16% del aprovisionamiento petrolero español. Nuestra dependencia energética ha sido siempre el gran escollo de la competitividad económica, además de suponer un lastre en la balanza comercial.

En ese sentido, la acertada política de diversificación de aprovisionamiento de hidrocarburos ha permitido aumentar la recepción de crudo y GNL desde otras rutas como la del Atlántico Norte o la centro-africana, pero, en el fondo, la diversificación no es más que un remedio, no la solución al problema de la falta de autonomía energética. Todas las empresas y consumidores españoles sufren el incremento del precio del petróleo en el medio y largo plazo y, lo que es peor, la falta de capacidad para influir en un mercado en el que sólo intervenimos como compradores.

Como si de una pescadilla que se mordiera la cola se tratase, el segundo gran perjudicado en el sector de los hidrocarburos es la industria del refino. Aquí, España sí es una gran potencia. La docena de refinerías españolas convierten a los productos derivados del petróleo en uno de los pilares de las exportaciones al exterior, siendo extensible, por ejemplo, a la transformación de plásticos y a la fabricación de neumáticos. Si el envío de crudo fallara, las doce refinerías presentes en suelo español se quedarían sin posibilidades de producir nada.

Dependencia de la cadena de suministro

Las fábricas de automóviles españolas siempre han sido un ejemplo de competitividad. No en vano, España ha estado siempre a la cabeza de la producción de vehículos en Europa. La dependencia en este sector es doble. Por un lado, los centros de mando están en el extranjero, por lo que las decisiones estratégicas de adjudicación de uno u otro modelo siempre se tomarán en París, Berlín o Detroit.

Junto a esta dependencia política, el sector de la automoción, como el resto de industrias, también afronta su relación directa con la cadena de suministro exterior. Los componentes imprescindibles para su fabricación tienen su origen en la Unión Europea o Asia, algo que en muchas ocasiones convierte a las plantas españolas en meras ensambladoras o centros de montaje, más que en auténticos centros de producción o diseño, en los que se concibe y fabrica un producto desde el inicio hasta el final.

Junto a la automoción, el sector químico es realmente estratégico para la economía española. En él trabajan más de tres mil empresas, con una facturación que superó los 65.000 millones de euros en 2019 y de los que dependen casi 70.000 puestos de trabajo.

La pujanza del sector en España, reflejado en nuestras exportaciones a América del Norte, Asia y, por supuesto, la Unión Europea, contrasta también con su dependencia de las importaciones de minerales y materias primas con origen en esas mismas zonas. La evolución de las importaciones alcanzó un crecimiento acumulado del 40% en el periodo 2007-2019, un dato a tener muy en cuenta a la hora de analizar de dónde y cómo llegan estos productos a España.

Incluso en el resto de puntos fuertes de la industria nacional hay importantes dependencias. Las joyas de la corona de la producción española, como los medicamentos envasados o los repuestos, están condicionados por el suministro de los componentes básicos para su fabricación que, en su gran mayoría, proceden de China. Cualquier problema en la cadena de suministro provocaría un parón automático de la producción industrial española.

Dependencia financiera

¿Quién tiene dinero en España? Dicho de otra manera, ¿quién pone el dinero encima de la mesa para financiar proyectos empresariales? La respuesta a esta pregunta la encontramos simplemente observando la lista de fondos extranjeros que tomaron posiciones en la economía española durante la pandemia. BlackRock, Morgan Stanley, JP Morgan, CVC o GIP son nombres y siglas que nos hemos acostumbrado a pronunciar cuando hablamos de la participación accionarial, y no sólo en el Ibex 35.

Su patrimonio en España creció durante la pandemia en 25.000 millones de euros, un incremento superior al 12% con respecto a 2019, según datos de Inverco. Las energías renovables, la industria, medios de comunicación, equipos de fútbol… resulta difícil encontrar un sector en el que su presencia no garantice la inyección financiera imprescindible para el mantenimiento de la actividad empresarial, así como en las OPAS que están por venir en la red empresarial española.

Dependencia geográfica

Las dependencias no son solo materiales. También son geográficas. Pese al incremento en las exportaciones españolas de los últimos años, la gran parte de las mismas se circunscriben a la Unión Europea. Francia, Alemania, Italia, Países Bajos o Bélgica son nuestros grandes clientes. Estos países encabezan la lista de lugares destino de los bienes de equipo, manufacturas de consumo y productos químicos: las estrellas de la exportación española.

Este aspecto presenta ventajas e inconvenientes. Por un lado, exportar en el mercado único abarata los costes burocráticos y proporciona seguridad jurídica, pero pertenecer al mismo espacio al que se exporta provoca que los problemas que puedan surgir en un país se trasladen inmediatamente al resto de socios comunitarios. Si la locomotora alemana falla, si la economía francesa se ralentiza, España y otros muchos países de la Unión irían detrás.

Dependencia tecnológica

Para competir en los mercados globales es imprescindible aumentar los precarios indicadores de innovación de la economía española. Aquella frase unamuniana del "que inventen ellos" está pasando factura a España. 110 años después de esta malentendida expresión, el país se sitúa a la cola de la innovación europea en los cuatro bloques que miden este parámetro.

Tras la innovación, la aplicación de la misma a la economía provoca la temida dependencia tecnológica, que es claramente visible en sectores como la Defensa, la logística, las telecomunicaciones o aquellos otros con un fuerte componente innovador. El hecho de que inventen otros crea unas fuertes dependencias en el medio y largo plazo, máxime en un momento de la economía mundial en el que el único valor añadido lo proporciona la tecnología, aunque sea a costa del capital humano.

Dependencia estratégica

Por último, aunque quizá la dependencia más importante, la delicada situación de España en el tablero internacional hace que el multilateralismo sea la única opción diplomática viable si se quiere hacer sentir la voz de España en el escenario estratégico mundial. Ir de la mano de la UE en la OMC, en los acuerdos entre bloques económicos tan grandes como los que se están celebrando con Estados Unidos, China o incluso Australia sacrifica algunos de los puntos con mayor crecimiento económico en favor de otros con menos valor añadido.

Tan solo el turismo se posiciona como nuestra punta de lanza en la economía global, pero ya hemos sufrido en carnes las consecuencias de que el 11% del PIB español dependa de la llegada de turistas procedentes del exterior. Es un mercado cautivo que, pese a suponer nuestro peculiar "petróleo", implica que un alto porcentaje de la fuerza de trabajo y crecimiento del PIB esté condicionada a su evolución.

La autonomía estratégica

En muchos casos, España ha renunciado a la deseada ‘autonomía estratégica’, un concepto que trata de asegurar la capacidad de producir bienes y servicios de manera autónoma sin dependencia alguna del exterior y que, sin embargo, está lejos de conseguirse en el tejido productivo español.

Tan solo la autonomía estratégica puede luchar contra la dependencia y la vulnerabilidad de la economía. La que hoy en día es la cuarta economía de la UE no puede verse parada por la falta de productos sanitarios o la imposibilidad de fabricarlos en un momento en el que está en riesgo la salud de sus propios ciudadanos.

Aunque en un mundo globalizado las dependencias son mutuas, España afronta en solitario el reto de convertirse en una economía autónoma, al menos estratégicamente, que no debe confundirse con la autarquía, un concepto que, por inútil, fue desterrado hace mucho tiempo de los manuales de economía.

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