Según el FMI

De los tipos y la deuda a la inflación: el FMI señala hasta siete 'cisnes negros' globales

La preocupación por la recesión va a más, mientras persiste la inquietud por un IPC obstinadamente elevado y ha aumentado el riesgo de que las turbulencias bancarias lleven a endurecer más de lo previsto la política monetaria

La directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva
La directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva
EFE

La incertidumbre empaña las perspectivas mundiales a corto y medio plazo, mientras las economías tratan de adaptarse y sobreponerse a las perturbaciones que han traído consigo la pandemia de Covid-19, la crisis de suministros o la energética, la fuerte subida de los precios, la invasión rusa de Ucrania y, más recientemente, las turbulencias en el sector financiero. El temor a una recesión vuelve a escena al tiempo que la inquietud por una inflación "obstinadamente elevada" lo empaña todo. La suma de estos ingredientes ha llevado al Fondo Monetario Internacional (FMI) a empeorar seis décimas su previsión de crecimiento para la economía global este año en relación al cierre del ejercicio previo hasta el 2,8% y a dibujar el panorama de avance más débil en décadas de aquí a unos años. Ese contexto puede ensombrecido por hasta siete riesgos, que el organismo ha identificado en el marco de su último informe de previsiones, publicado esta misma semana.

Tras la quiebra del Silicon Valley Bank estadounidense y los problemas de Credit Suisse, al Fondo le preocupa que pueda producirse un fuerte endurecimiento de las condiciones financieras mundiales en plena subida de los tipos de interés. Ante un escenario a la baja severo en el que se materialicen los riesgos derivados de la fragilidad de los balances bancarios, los préstamos tanto en Estados Unidos como en otras economías avanzadas podrían disminuir bruscamente provocando efectos importantes por varios canales. La confianza de los hogares y las empresas se deterioraría, lo que provocaría un aumento del ahorro preventivo y una caída de la inversión. 

La pérdida de actividad en las economías más afectadas se extendería al resto del mundo a través de una menor demanda de importaciones y una bajada de los precios de las materias primas. Como en crisis anteriores, esto podría desencadenar una salida generalizada de capitales de las economías emergentes y en desarrollo, provocando una mayor apreciación del dólar. Esto agravaría la situación de las economías con deuda externa denominada en dólares. La fortaleza del 'billete verde' deprimiría el comercio mundial, dado que muchos productos se intercambian en esa moneda. Ante un escenario así, el PIB mundial podría crecer 1,8 puntos menos este año (alrededor del 1%).

Otro de los 'cisnes negros' que daría al traste con el escenario central de previsiones que maneja el FMI sería un impacto mayor de la política monetaria en un contexto de elevado endeudamiento del sector privado -pero también del público-. Los costes del servicio de la deuda aumentan en un contexto en el que los ingresos crecen menos, lo que puede provocar sobreendeudamiento, con una inversión y un consumo inferiores a los previstos, un aumento del desempleo y quiebras generalizadas, sobre todo en aquellas economías con precios de la vivienda elevados y buena parte de la deuda de los hogares contraída a tipo variable. 

Miedo a que la inflación subyacente se enquiste

Al organismo capitaneado por Kristalina Georgieva le preocupa también que la inflación se enquiste, sobre todo la subyacente (que excluye de su cómputo los elementos más volátiles y tiende a reflejar tensiones más estructurales) ante unos mercados de trabajo muy tensionados y un contexto de crecimiento salarial más fuerte de lo previsto. Si la economía china pisa el acelerador y se produce una escalada de la guerra en Ucrania, el descenso previsto de los precios de las materias primas podría revertirse, elevando la inflación general y calando a su vez en la subyacente y en las expectativas. Estas condiciones podrían inducir a los bancos centrales a endurecer aún más sus políticas y a "mantener una orientación restrictiva durante más tiempo, con efectos adversos sobre el crecimiento y la estabilidad financiera", advierte el FMI.

Otro temor está en las dificultades sistémicas que la deuda soberana puede presentar en las economías de mercado emergentes y en desarrollo. Una mayor proporción de la deuda externa se emite ahora a tipos de interés variables y en dólares estadounidenses, lo que implica más exposición de esos países a la restricción monetaria que pueda producirse en las economías avanzadas. El problema está en que, ante una nueva oleada de solicitudes de reestructuración de la deuda, atenderlas sería ahora más difícil que en el pasado porque el panorama para los acreedores también se ha vuelto más complejo.

Dado que China absorbe una parte notable de las exportaciones a nivel global, una recuperación más débil de lo previsto de la segunda economía del planeta tendría importantes efectos transfronterizos, especialmente para los productores de materias primas y para las economías dependientes del turismo. Un riesgo evidente está en la actual debilidad del mercado inmobiliario chino, que podría suponer un lastre mayor de lo previsto para el crecimiento y, potencialmente, generar riesgos para la estabilidad financiera.

Escalada de la guerra en Ucrania y otras tensiones geopolíticas 

Los economistas del FMI temen, además, que una escalada de la guerra en Ucrania desencadene una nueva crisis energética en Europa y agrave la inseguridad alimentaria en los países pobres. Pese a que la UE ha logrado eludir una crisis del gas a lo largo del último invierno, "persisten los riesgos de subidas de precios" de cara al próximo. A la vez, un eventual aumento de los precios de los alimentos si falla la prórroga de la Iniciativa de Cereales del Mar Negro pesaría mucho sobre los importadores de alimentos con menos espacio fiscal para amortiguar el impacto de esas alzas en los hogares y las empresas. La combinación de ambas variables (precios elevados de la energía y los alimentos) podría aumentar el malestar social.

Por último, acontecimientos como el Brexit, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos o la guerra en Ucrania han contribuido a ampliar las barreras y restricciones al comercio: desde la imposición de prohibiciones a la exportación de alimentos y fertilizantes, hasta las restricciones al intercambio de microchips y semiconductores. Una mayor fragmentación geoeconómica puede afectar negativamente a los flujos transfronterizos de mano de obra, bienes y capital y, si bien algunos países podrían beneficiarse de una reordenación asociada de la producción mundial, el impacto general sobre el bienestar económico sería probablemente negativo, con costes elevados a corto plazo, puesto que sustituir los flujos interrumpidos lleva tiempo.

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