Grecia: el examen más duro de la UE

  • La crisis económica que se vive en Europa es la peor desde la II Guerra Mundial. Desde EEUU dan consejos a la UE sobre lo que deben hacer para evitar un colapso global en las próximas semanas o en un futuro más lejano.
La crisis económica que se vive en Europa es la peor desde la II Guerra Mundial.
La crisis económica que se vive en Europa es la peor desde la II Guerra Mundial.
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David Wroe, Berlín (Alemania) | GlobalPost

"Estamos jugando con fuego" nunca es una frase que insufle confianza, especialmente cuando se refiere a quienes se manifiestan por las calles de Atenas y a los inversores globales. Aún así, el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, utilizó esa metáfora el pasado fin de semana para describir la batalla interna que vive Europa para evitar la bancarrota de Grecia.

Resumía los desacuerdos que han plagado la respuesta de Europa a su peor crisis económica tras la II Guerra Mundial. Con Grecia de nuevo en la cuerda floja, la gestión de Europa a la crisis de la deuda de sus miembros periféricos ha demostrado ser débil, confusa y descoordinada, aseguran los expertos. Y las consecuencias de ello podrían ser catastróficas, no sólo para el continente, sino para la economía global.

"El consenso entre los miembros del FMI y Washington es que los europeos no han logrado moverse de forma masiva, como se tiene que hacer frente a una crisis de esta naturaleza", explica Bruce Stokes, del German Marshall Fund de EEUU. "El EEUU que creó el TARP (Programa de Alivio para Activos en Problemas) y cerró bancos, aunque fue caro y políticamente controvertido. Se movieron rápido, con un montón de dinero. La política europea hasta el momento ha sido una ayuda tardía y escasa".

La inflamatoria metáfora de Juncker iba dirigida a la canciller alemana Angela Merkel, quien quiere que los inversores privados, como bancos y fondos aseguradores, y no sólo los contribuyentes, deberían de tomar parte en el nuevo plan de ayuda a Grecia.

Un claro ejemplo del tipo de desacuerdo que ha obstaculizado la acción coordinada es la lucha librada entre el poderoso dúo Francia-Alemania por imponer su postura en la reestructuración de la deuda griega.

Merkel se enfrenta a la presión interna de los contribuyentes alemanes, que se ven a sí mismos como los que sostienen a los vagos y despilfarradores europeos del Mediterráneo. Los bancos franceses, por otra parte, están fuertemente expuestos a la deuda griega y se verían perjudicados por la propuesta de Merkel (aunque también afectaría a los bancos alemanes).

Otros, como Juncker, temen que obligar a los acreedores privados a contribuir al segundo rescate a los griegos podría ser interpretado por las agencias de valoración como un impago de Grecia de su deuda.

No obstante, ya hay numerosos analistas económicos que aseguran que algún tipo de impago por parte de Grecia es inevitable, salvo que sus vecinos de la eurozona estén dispuestos a pagar un rescate periódicamente durante una generación. Un impago controlado, sostienen estos analistas, sería por lo tanto la mejor manera de manejar el problema, por muy doloroso que les resulte a muchos inversores.

Pero el impacto que tendría un impago es algo aún peligrosamente incierto.  Quienes se oponen a ello dicen que los bancos de todo el mundo que están expuestos a la deuda griega, especialmente en Francia y Alemania, perderían capital, reclamarían créditos y dejarán de prestar. Los mercados de capital se paralizarían. Sería otro Lehman Brothers.

"Nadie puede predecir con cierto grado de certeza cómo reaccionarán los mercados a cualquier tipo de impago de un miembro de la zona euro", admite Thomas Klau, jefe de la oficina en París del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. "El escenario optimista es que la situación seguirá siendo manejable. Pero es igualmente posible que tengamos un contagio catastrófico, no sólo en Europa, sino en los mercados financieros globales y en la industria financiera global".

"Es imprudente e insensato tomar decisiones a estas alturas basándose en la asunción de que va a surgir un escenario positivo", dice Klau.

Tras reunirse en Berlín, ella y el presidente francés Nicolas Sarkozy anunciaron un compromiso para que los bancos y otras instituciones con bonos griegos acepten voluntariamente asumir parte de la carga del rescate extendiendo los términos de sus bonos o comprando unos nuevos.

Este es el tipo de medida a medias que ha marcado la respuesta europea desde el principio, afirma Stokes. Pero más allá de la eventual forma del segundo rescate a Grecia, el tema clave es si los líderes europeos siguen comprando tiempo para sí mismos sin afrontar de lleno los problemas más profundos y duros.

"A mí me parece que este refinanciamiento privado voluntario es otro intento de pasar esta crisis, de hacer avanzar la pelota un poco carretera abajo, y comprar algo de tiempo", señala Stokes. "Pero comprar tiempo sólo tiene sentido como estrategia si después aprovechas ese tiempo que has ganado".

Así pues, ¿qué deberían de hacer los políticos europeos? Stokes dice que el sistema bancario tiene que ser reestructurado (del mismo modo que el TARP reestructuró la banca de EEUU), para que un impago de Grecia simplemente no tenga un impacto tan catastrófico. En este momento muchos bancos europeos están muy apalancados, prestando demasiado dinero en proporción a su capital. Haciendo que tengan más capital significaría que podrían manejar el impacto de una bancarrota griega y del consiguiente contagio.

"No se puede hacer de forma tímida", recomienda Stokes. "Cierras un par de bancos, para asustarles de verdad. Entonces, los bancos dirían 'estos tíos van en serio'. Y después, con una cantidad tremenda de dinero y de capital político se recapitalizan y reestructuran los bancos, para que si Grecia no paga los bancos puedan capear la situación".

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