Horacio Echevarrieta 

El olvidado empresario que construyó el submarino más avanzado de su época

Para los astilleros españoles fue un hito porque era el primer submarino construido en nuestro país que empleaba la técnica alemana llamada “soldadura autógena” en lugar de los conocidos remaches. 

Horacio Echevarrieta
El olvidado empresario que construyó el submarino más avanzado de su época. 
El empresario Horacio Echevarrieta y Abd el-Krim.

El rey Alfonso XIII visitó la ciudad de Cádiz el 27 de octubre de 1930. Asistía a la jura de bandera de su hijo Don Juan. Pero había algo que le despertaba mayor interés: quería ver el submarino más avanzado del mundo, bautizado como E-1. La letra E era porque el constructor se apellidaba Echevarrieta. Horacio Echevarrieta. El constructor vasco y el rey se chocaron las manos a bordo de la nave, la cual se había convertido un ambicioso proyecto militar de la corona.

El submarino tenía 72,38 metros de eslora, 6,2 metros de manga y 3,48 metros de calado. El peso muerto era de 650 toneladas. Estaba propulsado por dos motores diésel MAN alemanes de 1.400 caballos de vapor, y disponía de dos motores eléctricos. Desplazaba 968 toneladas cuando estaba sumergido. Alcanzaba una velocidad de 17 nudos en superficie y 8,5 en inmersión. Tenía una autonomía de 6.400 millas. Iba armado con un cañón de 105 mm y una ametralladora antiaérea del 20. Contaba con seis tubos con 14 torpedos (cuatro a proa y dos a popa).

Para los astilleros españoles fue un hito porque era el primer submarino construido en nuestro país que empleaba la técnica alemana llamada “soldadura autógena” en lugar de los conocidos remaches. Duplicaba la potencia de los submarinos de la Primera Guerra Mundial, era más veloz en superficie y contaba con más tubos lanzatorpedos que cualquier nave submarina. “El E-1 era un submarino de tipo oceánico que aventajaba a todos los submarinos de su tiempo”, decía en “Deia” Arturo Aldecoa, nieto de uno de los ingenieros de Echevarrieta.

Las pruebas de mar se realizaron en mayo de 1931. Se hicieron bajo la bandera mercante española pero allí había algo raro. Los técnicos especialistas hablaban alemán, y entre ellos estaba una de las figuras más destacadas de la marina alemana: Lothar von Arnauld de la Perière. Era capitán de navío de la Reichmarine, y durante la Primera Guerra Mundial había hundido 194 barcos aliados con un registro bruto de 459.679 toneladas. Von Arnauld había capitaneado el SM U-35, el submarino más letal de la Primera Guerra. Ahora, a bordo del E-1, se preparaba para probar una nueva generación de submarinos.

Submarino
El submarino creado por Echevarrieta. 

L.I.

En realidad, el E-1 era el prototipo de los temibles U-Boot, la serie de submarinos alemanes que serían construidos por los nazis en los años treinta y que asolaron a la marina aliada en la Segunda Guerra Mundial. Para construir el E-1 España había puesto la mano de obra y algunos ingenieros, pero la mayor parte de la tecnología y los materiales las habían puesto los alemanes para burlar las prohibiciones de los vencedores de la Primera Guerra Mundial. Era un submarino alemán construido en España gracias a la iniciativa aventurera de uno de los empresarios más adelantados de España, el vasco Horacio Echevarrieta, un republicano fervoroso y a la vez amigo del rey que, paradojas del destino, acabaría siendo encarcelado en tiempos de la Segunda República por conspirador. Pero antes… un poco de historia desde el principio.

El empresario Horacio Echevarrieta Maruri nació el 15 de septiembre de 1870 en Bilbao. Su padre Cosme Echavarrieta Lascurain era una de las mayores fortunas de Vizcaya, fundador de la empresa Echevarrieta Larrínaga, levantada gracias a las minas de hierro en Muskiz y Bilbao, y a los barcos de carga.

El joven Horacio estudió entre 1882 y 1886 en el Instituto Vizcaíno y a la vez trabajó en las empresas de su padre, las cuales heredó a la muerte del progenitor en 1903, entre cuyas propiedades estaban dos hectáreas del Ensanche de Bilbao, que sería uno de los proyectos más ambiciosos de la arquitectura de la ciudad vizcaína.

Los dos apellidos volvieron a juntarse para hacer negocios pero esta vez de mano de los hijos de ambos. En 1905 Horacio Echevarrieta fundó con Isidoro Larrínaga –hijo del socio de su padre– la empresa naviera Echevarrieta Larrínaga. Empezaron con cuatro vapores y en poco tiempo alcanzaron a tener once. Extraían hierro de sus minas vizcaínas y lo exportaban a Gran Bretaña. Un artículo de 1996 del historiador bilbaíno Pablo Díaz Morlán, catedrático de la Universidad de Alicante, y citado por “El Correo”, afirmaba: “A la altura de 1913-1914 la naviera Echevarrieta y Larrínaga ocupaba, con 28.171 toneladas de registro bruto, el quinto lugar de la marina mercante española”.

Durante las dos primeras décadas del siglo veinte, Echevarrieta amplió las explotaciones mineras a otras regiones como Álava, Asturias, Cantabria y Andalucía. Años antes, en 1907, Echevarrieta se había sumado a la tendencia de la época que era invertir en saltos de agua para generar energía eléctrica, la energía que estaba revolucionando al mundo desarrollado: compró Saltos del Ter y, luego formó parte de los socios fundadores de Saltos del Duero, la empresa que está en el origen de Iberdrola.

En 1911 compró Cementos Portland Iberia con la vista puesta en varias obras públicas como el Ensanche de Bilbao, pero también la Gran Vía de Madrid y la construcción del metro en Barcelona. Además, fundó Unión Radio (el pilar de la futura cadena Ser), y adquirió el diario “El Liberal” de Bilbao. Sin duda fue uno de los hombres más eminentes de su época en España, según explicaba al diario “El Correo” María Peraita, coautora del libro “Las 150 vidas de Horacio Echevarrieta” (editorial Surfing Challenge). “Llegó a ser la tercera persona más influyente del país después del Rey y el presidente del Gobierno”, afirmaba Peraita.

Con su inmenso patrimonio, Echevarrieta compró los astilleros Vea-Murguía, de Cádiz pero antes vendió todos sus barcos. Se dedicó de lleno a la construcción de buques, y entre sus joyas más famosas está el actual buque escuela de la marina española Juan Sebastián Elcano, diseñado por Juan Antonio Aldecoa, botado en 1927, cuya madrina fue Carmen Primo de Rivera, hija del general Primo de Rivera, presidente de Gobierno. El nombre del buque escuela fue escogido por el propio Echevarrieta, tras pedírselo al propio rey Alfonso XIII.

Durante los años veinte, Echevarrieta demostró ser mucho más que un constructor de barcos. En verano de 1921, un grupo de rebeldes rifeños comandados por Abd-el Krim atacaron posiciones españolas en Annual (Marruecos) y mataron a 11.000 soldados. Fue el llamado “desastre de Annual”. Horacio Echevarrieta se trasladó a Marruecos e inició conversaciones con Abd-el Krim hasta que logró la liberación de 300 presos españoles. El rey le quiso compensar con el título de marqués del Rescate, pero el vasco lo rechazó porque se sentía republicano. Sus buenas relaciones con el rey y con el general Primo de Rivera le permitieron fundar la aerolínea Iberia en 1927 y ser el primer presidente. La compañía nació con el apoyo de Lufhtansa. Sus primeros tres aviones fueron los trimotores Rohrbach Ro VIII Roland, con asientos de mimbre y capacidad para diez pasajeros.

Los astilleros de Cádiz de Echevarrieta funcionaron como un laboratorio de Investigación y Desarrollo no solo para barcos y submarinos. Según un artículo Arturo Aldecoa (Deia): “El interés de Echevarrieta por los motores le había llevado a autorizar desde 1924 a mi abuelo, el ingeniero bilbaino Juan Antonio Aldecoa, director durante 10 años de los Astilleros de Cádiz, el estudio de nuevos tipos de aviones. Los trabajos técnicos se orientaron, por ejemplo, hacia el diseño de motores a reacción, aviones cohete y de despegue vertical y otros desarrollos”.

La relación de Echevarrieta con los alemanes se afianzó en los años veinte no solo con Lufthansa. Tras perder la Primera Guerra Mundial, Alemania fue obligada a entregar y desmantelar su flota marítima. Sin embargo, un grupo de ingenieros y militares trataban secretamente de proseguir los avances en la construcción de submarinos, que habían probado ser un arma terrorífica en la Gran Guerra. Primero, los alemanes crearon en Holanda una empresa llamada NV Ingenieurskantoor voor Scheepsbouw (IvS). Luego, se dedicaron a fabricar submarinos en los astilleros Wilton-Fijenoord (WF) para las armadas de Turquía, Chile, Argentina, Rusia, Finlandia, Italia, Suecia y Rumanía. Interesado por esta arma de guerra, Miguel Primo de Rivera logró que Horacio Echevarrieta se trajera el montaje de los submarinos a España. Españoles y alemanes trabajaron en el diseño y la construcción del submarino, que por fin se botó en 1930. Uno de los contactos de Echevarrieta fue Wilhem Canaris, oficial especial de la marina alemana y que llegaría a ser en los años treinta el jefe de los espías de Hitler. Canaris invitó a Echavarrieta a Alemania y se produjo esta conversación, contada por Arturo Aldecoa en “Deia”: “Ustedes ya conocen nuestras industrias, nuestros ingenieros, la superioridad de los diseños alemanes se han visto en todos los mares del mundo. Ahora buscamos un socio para construir nuevos barcos”, dijo Canaris. Y Echevarrieta contestó: “Entonces han acertado. Tengo el mejor astillero y como ustedes ya saben, los mejores contactos en España... Estoy contento de construir en Cádiz las naves más eficaces y modernas: sus submarinos”.

El general Primo de Rivera encargó una pequeña flota de ocho submarinos a Echevarrieta, pero al año siguiente de su botadura, se proclamó la Segunda República, en 1931. El rey huyó de España, y el nuevo gobierno decidió romper con todo lo anterior. Echevarrieta intentó inútilmente vender la nave por ocho millones de pesetas al gobierno republicano. Pero el gobierno prefería a los ingleses. Soportando costes muy pesados y sin actividad en los astilleros, Echevarrieta tuvo que vender buena parte de su patrimonio, entre el cual estaban cuadros de Gauguin, Pissarro, Renoir y Van Gogh.

En 1934 sucedió uno de los episodios más extraños en la vida de Echevarrieta. El gobierno localizó en San Esteban de Pravia (Asturias) un barco repleto de armas que iban destinadas a los líderes asturianos y a los líderes socialistas que planificaron el golpe de estado contra la República. Echevarrieta fue detenido como sospechoso. Eran pocos días antes de la Revolución de octubre 1934 contra el gobierno de la República que causó más de 1.500 muertos.

Echevarrieta fue encarcelado en la cárcel Modelo. La sociedad bilbaína El Sitio dirigió una carta el ministro de Justicia destacando “que toda su vida ha sido republicano leal y liberal entusiasta y que ha sabido atraer para estas ideas todos los prestigios y afectos personales que su nombre despertaba en el país” (diario “El Sol”, 23 de mayo de 1935). En junio de 1935 pasó a prisión atenuada. El 6 de mayo el gobierno decidió quitarle la adjudicación de la construcción de un buque. El 7 de mayo de 1936, poco Antes de que estallara la Guerra Civil, sus astilleros en Cádiz fueron incautados por el gobierno de la República porque “su propietario, D. Horacio Echevarrieta, ha abandonado sin abonar a los trabajadores del mismo algunas semanas de jornal”. (“El Sol”, 8 de mayo de 1936). El presidente de gobierno era Manuel Azaña.

Echevarría encarcelado
Echevarrieta encarcelado.

El empresario Horacio Echevarrieta.

Tras estallar la Guerra Civil, un artículo publicado en Estados Unidos en “Current History” y firmado por Ludwig Lore, decía que los alemanes habían pagado entre 1922 y 1933 con dinero negro “los submarinos” construidos por Echevarrieta. Y que quien estaba detrás era Canaris, ahora un jerarca nazi que apoyaba a los rebeldes de Franco. El artículo no estaba muy bien fundamentato pero fue publicado con mucho ruido en “El Sol” el 15 de noviembre de 1936.

No está claro cuándo salió de la cárcel, pero sí que durante la Guerra Civil, Echevarrieta permaneció en Madrid, una etapa que los historiadores vascos califican de “misterio” porque el gobierno republicano lo dejó tranquilo. Cuando las tropas de Franco tomaron Bilbao, se le abrió un proceso por “rebeldía” al no comparecer ante un consejo de guerra, pero el caso se cerró años después. Al final de la guerra, Franco le devolvió los astilleros de Cádiz. En 1947, el mismo año en que el submarino E-1 fue retirado de servicio (había sido vendido en 1935 a Turquía), una explosión dañó profundamente las instalaciones de los astilleros de Cádiz. En 1951 en gobierno nacionalizó los astilleros (el INI) y cedió una participación a Echevarrieta. El empresario vasco murió el 20 de mayo de 1963 en el palacio de Munoa, en Baracaldo, adonde se había retirado los últimos años de su vida.

Echevarrieta participó o financió grandes proyectos como el transbordador español sobre las cataratas del Niágara, ganó una regata internacional, fue miembro del Comité Olímpico Internacional, el jardín botánico de Málaga y, según el exalcalde de Bilbao, Iñaki Azcuna, Echevarrieta solía afirmar: “Soy españolista y republicano, no tengo nada de bizkaitarra ni de clerical. Por España, por mi patria, siento verdadero amor”. El submarino E-1 refleja el esplendor y la decadencia de Horacio Echevarrieta, uno de los empresarios más importantes en la historia de España y más olvidados. Fue la obra de ingeniería naval más avanzada de su época, y el día de su botadura, cuando fue lanzada sobre el casco la botella de champán, todos observaron con pesadumbre que el frasco no se rompió. Un símbolo de mal agüero de lo que sería la vida del empresario.

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