La ginjinha, con o sin guindas, el licor de referencia de Portugal

  • "Con ellas o sin ellas", es como se pide la típica ginjinha, -en alusión a si es o no con guindas-, un licor que se ha convertido en uno de los símbolos de Portugal y que cada día prueban centenares de turistas.

Sabrina Aïd

Lisboa, 2 abr.-"Con ellas o sin ellas", es como se pide la típica ginjinha, -en alusión a si es o no con guindas-, un licor que se ha convertido en uno de los símbolos de Portugal y que cada día prueban centenares de turistas.

La gente hace cola frente a los estrechos establecimientos de ginjinha más tradicionales de Lisboa que, con varios siglos de historia, atraen cada día a curiosos de todo el mundo dispuestos a tomarse una copa del popular licor.

"Una ginjinha con ellas y otra sin ellas", pide José, un cliente habitual que acude con su amigo Guilherme a "Ginja Sem Rival", local centenario de apenas diez metros cuadrados, junto a la emblemática plaza del Rossio de la capital portuguesa.

Ya con sus dos copas en mano, una con guindas en el fondo y la otra solo de licor, José recuerda que frecuenta el lugar "desde hace decenas de años" y que, para él, "es una costumbre beber ginjinha, casi a cualquier hora del día".

De color rojizo, procedente de la guinda, una especie de cereza amarga, la ginjinha se ha hecho hueco en la historia portuguesa y en la lista de productos típicos del país desde hace ya varias generaciones.

"Cada fabricante tiene su fórmula secreta", explica a Efe Nuno Gonçalves, el gerente de "Ginja sem Rival", tienda fundada hace 120 años por su bisabuelo gallego, que ahora produce cerca de 25.000 litros del popular licor al año, en una fábrica muy cerca del local, también en el centro de la ciudad.

El tiempo de elaboración desde el árbol, el guindo, hasta la copa puede llevar "hasta un año", añade Nuno, quien nunca ha desvelado los ingredientes que su familia añade a la receta básica.

Con rasgos arquitectónicos art deco, de los años 30 del siglo XX, el pequeño espacio de venta es testigo de las historias y conversaciones compartidas entre clientes habituales y el empleado que trabaja en la casa desde hace 40 años.

"Recibimos personas de todo el mundo y tenemos una colección de billetes de dinero" que van dejando los clientes extranjeros, añade Nuno apuntando a una vitrina repleta de coloridos billetes.

Entre los visitantes más asiduos están los españoles, que son de los que más aprecian la ginjinha y que, según el gerente de la tienda lisboeta, "se sienten orgullosos cuando les decimos que el fundador era español", asegura.

A pesar de la crisis económica de los últimos años y del aumento de impuestos sobre las bebidas alcohólicas en Portugal, la mayor amenaza para el centenario negocio de Nuno surgió de forma inesperada.

La empresa propietaria del antiguo edificio donde se localiza la tienda pretende transformarlo en hotel, aunque Nuno y su familia ya están tomando medidas para evitar que Lisboa pierda el que es el segundo establecimiento más antiguo de ginjinha y que "forma parte del alma de la ciudad".

Está a apenas a algunos metros del veterano de los licores de ginja lisboeta, Ginja Espinheira, que con 170 años de historia, reúne todos los días pequeñas multitudes a su puerta y que ya pasó por cinco generaciones de la misma familia desde que nació en 1840.

Se trata también de un apretado local en el que José Paiva, de 54 años, repite cientos de veces al día el gesto de abrir uno de los tres grifos de la imponente cuba con 900 litros de licor y de servirlo en la barra.

La mezcla entre lo dulce y lo amargo con un toque de canela es un sabor que causa las más variadas reacciones entre los que prueban por primera vez el licor.

"Le gusta a casi todos pero, a veces, la gente pone cara rara, principalmente cuando comen la fruta, que es un poco amarga", revela José.

Procedente de Asia, la guinda llegó hacia el siglo XV a Portugal, donde la clase burguesa no tardó en descubrir que combinaba perfectamente con alcohol.

La bebida es muy popular en Lisboa pero también en otras ciudades del país, especialmente en Alcobaça y Óbidos (centro de Portugal) donde, hace cerca de treinta años, se inauguró la nueva moda de beber ginjinha en pequeñas copas que son de chocolate y que se comen después de beber el licor.

Es una tendencia muy popular entre los más jóvenes pero que no ha calado en los tradicionales establecimientos lisboetas que apuestan por el producto en su estado más puro.

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