¿Importa la Guerra Civil? El Museo de la Batalla del Ebro recibe mil visitas al año

  • El Gobierno de Aragón emprende en Teruel la construcción del primer centro nacional dedicado a recordar la contienda, 80 años después.   
George Orwell, en el frente de Huesca
George Orwell, en el frente de Huesca
Diputación de Huesca

Los cien días más sangrientos de la historia reciente de España cumplen en estas fechas su 80 aniversario. Entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, más de 200.000 contendientes se enfrentaron en la que muchos denominan la mayor batalla librada en suelo español. Murieron casi 20.000 personas y otras 30.000 resultaron heridas. Los libros de historia la conocen como la Batalla del Ebro, el hecho que definitivamente decidiría el resultado final de la Guerra Civil Española. A 500 kilómetros del Valle de los Caídos, pero a unos 200 metros de donde se diera el primer disparo aquel verano, en la localidad zaragozana de Fayón, hoy existe un Museo como corresponde a un hecho de estas características, moderno y con cientos de objetos de la época, testimonios únicos (hay diarios y cartas de los combatientes de aquellos días) e imágenes. Pero con muy poco impacto: apenas un millar de personas lo visitan al año. En una sola mañana, museos como los del Barcelona o del Madrid reciben a más visitantes.

“Cuando no nos llega para pagar la luz, nos echa una mano el Ayuntamiento”, cuenta Miguel Ferragut, director del Museo y vecino de este municipio de apenas 300 habitantes, alejado de los grandes núcleos urbanos y, lo que es peor en su opinión, alejado del interés político. Y, sin embargo, sitiado de historia, de fosas de soldados desconocidos, rifles, munición y utensilios personales enterrados, restos de toda condición. “Aquí, a unos pocos metros hay una trinchera, pero no se ha hecho nada por recuperarla. Llegaron a poner un cartel con una pegatina común y, a las dos lluvias, ya estaba despegada”, cuenta Ferragut. Pese a todas las dificultades, está convencido de que su esfuerzo y el de José Payás, con quien comenzó esta aventura en 2007, merecen la pena.

Por ejemplo, cada 25 de julio Fayón se acerca a lo que podría ser el resto del año. Ese día se celebra una recreación de la batalla en la que este año han participado unas 4.000 personas procedentes de lugares tan lejanos como Ucrania. “El interés existe”, subraya Ferragut, quien explicita otra de las miserias económicas con las que debe lidiar en este rincón plagado de historia. Como consecuencia de una de esas recreaciones, un grupo de familiares de ex combatientes polacos (adscritos a las Brigadas Internacionales) localizó el lugar donde podrían estar enterrados una decena de soldados de los suyos. Una empresa calculó que la exhumación costaría unos 16.000 euros y desde el Gobierno de Aragón se llegó a conceder una ayuda de 10.000 euros. “El problema es que primero había que gastar los 16.000 euros para recibir la ayuda más tarde. Y no tenemos ese dinero”.

El lamento de Ferragut se produce pese a que el Ejecutivo aragonés (presidido por el PSOE) es una de las administraciones más activas en el impulso de acciones relacionadas con la recuperación de la memoria. “En dos años hemos avanzado más que nunca en Memoria Democrática desde que se aprobó a finales de 2007 la ley estatal de Memoria Histórica, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura”, explican desde el Departamento de Presidencia regional.

Trincheras de la Guerra Civil en Caspe
Trincheras de la Guerra Civil en Caspe / La Información

Por ahora, los fondos son modestos, con 700.000 euros de presupuesto para poner en marcha las primeras actuaciones, así como la habilitación de una línea de ayudas a proyectos concretos de recuperación de hasta 200.000 euros al año. Además, se están tomando decisiones para recordar momentos decisivos de la contienda en este 2018 de 80 años después, como el bombardeo de Alcañiz, la batalla de Caspe o la bolsa de Bielsa. Como aseguran desde la Diputación de Huesca, otra de las provincias españolas más activas en fomentar exposiciones y poner en valor lugares relacionados con la Guerra Civil, “se nota y mucho el cambio de Gobierno en la región”.

Con todo, la decisión más importante que ha tomado el Gobierno de Javier Lambán sobre la contienda española nace con toda la ambición posible. El pasado 13 de julio el Consejo de Gobierno aprobó el decreto por el que se crea el ‘Museo de la Guerra Civil. Batalla de Teruel’, “que se convertirá en el primer gran centro expositivo del país sobre la contienda este mismo año”, con un espacio total de 3.500 metros cuadrados, y que nace con el beneplácito de los grandes investigadores internacionales de la guerra española y un presupuesto de licitación cercano a los nueve millones de euros. Porque, en efecto, hay museos como el de la Batalla del Ebro o uno muy similar (edificado por el interés particular y ciudadano) de la Batalla del Jarama en Madrid, pero en España no existe un Museo nacional dedicado exclusivamente a la Guerra Civil.

La elección de Teruel se podría explicar por tres razones: la primera, el interés de todas las administraciones implicadas; la segunda, que Teruel sufrió casi por igual el azote de los dos contendientes; y la tercera, que ha probado que, cuando se hacen las cosas bien, los españoles se pueden interesar por la guerra de nuestros ascendientes.

Trinchera desde la que luchó George Orwell, en Huesca
Trinchera desde la que luchó George Orwell, en Huesca / La Información

El pasado 22 de mayo se clausuró La exposición "Ciudad devastada. 80 aniversario de la Batalla de Teruel", con un balance de 13.625 visitantes en poco más de dos meses. No muy lejos de allí, en la zaragozana Belchite ya están acostumbrados a superar las 30.000 visitas anuales al conocido como Pueblo Viejo, un conjunto de edificios semidestruidos y cascotes que recuerdan otro asedio y a miles de víctimas caídas en unos pocos días. Al norte, en Huesca, la conmemoración en forma de exposición de las ocho décadas transcurridas desde que George Orwell pasase por las trincheras cercanas a los Pirineos (y recibiera un tiro en el cuello y escribiera luego ‘Homenaje a Cataluña’), congregó a otros 18.000 curiosos. Y en el mismo Madrid, una colección organizada durante este pasado verano en la Casa de la Panadería, en plena plaza Mayor, acogió a más de 46.000 personas en un espacio muy reducido.

Y sí, luego está el Valle de los Caídos y su récord de visitas en los últimos tiempos, con un incremento por encima del 40% el pasado julio con respecto al mismo mes del año pasado. Ya en 2017 cerró el ejercicio con un total de 283.277 personas, alrededor de un 10% más que en 2016.

En el mejor de los casos, o en el más destacado como es el del Valle de los Caídos, todas estas cifras palidecen con ejemplos de otros países. Al calor de la polémica en torno a la exhumación de Francisco Franco, Ciudadanos propuso convertir la zona en una especie de Arlington, el cementerio junto a Washington DC donde descansan 400.000 militares (y familiares) de todas las guerras en las que ha luchado Estados Unidos. Aunque el país americano tiene seis veces más población que España, los tres millones de visitantes dan una idea de lo lejos que está la Guerra Civil española de contar con un espacio similar. Por no hablar de los cinco millones de turistas que se acercan cada año a las playas de Normandía. O los casi dos que recuerdan la batalla más decisiva de la Guerra Civil americana, la de Gettysburg.

No, la conclusión a todo lo anterior no es que falte interés. En el año 2008, unos pocos meses después de aprobarse la Ley de Memoria Histórica por parte del Gobierno socialista, el Centro de Investigaciones Sociológicas elaboró una encuesta monográfica sobre la Guerra Civil. La pregunta 25 es muy sintomática, porque cuestiona sobre una serie de afirmaciones muy específicas y utilizadas por los distintos partidos estos días, un decenio más tarde, para defender sus posturas. Por ejemplo, apenas la mitad de los españoles estaba de acuerdo con la anulación de los juicios políticos de la dictadura y un 55% apoyaba la retirada de símbolos de exaltación o de homenaje al franquismo. Curiosamente, el consenso más amplio, con solo un 10% de oposición, se daba ante la siguiente frase: “Debería haber algún monumento dedicado a todas las víctimas de la Guerra Civil”. Quien dice un monumento, dice un Museo.

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