Más de 4.000 personas

La incertidumbre económica juega un papel en el funesto récord de suicidios 

Aunque se trata de un fenómeno complejo en el que influyen distintas variables, desde la Academia se ha comprobado que la precariedad laboral o periodos de desempleo muy largos son variables de riesgo. 

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La incertidumbre económica juega un papel en el récord de suicidios de 2021.
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El Instituto Nacional de Estadística ha publicado un dato demoledor: 4.003 personas se suicidaron en España el año pasado. Es el máximo valor registrado desde 1980, cuando el instituto estadístico comenzó a realizar un seguimiento, por lo que los expertos tratan de buscar las causas que se esconden tras unas cifras que se dan en un año marcado por los estragos de la crisis generada por la pandemia. Aunque esta vez con el precedente de que varias investigaciones a nivel internacional han encontrado una asociación positiva entre la incertidumbre económica y un aumento en la tasa de suicidios de un país determinado. 

El suicidio es un fenómeno complejo tanto de conceptualizar como de medir, explica el Doctor en Psicología Social y Docente de la Universidad de Oviedo Jose Antonio Llosa Fernández. Por un lado, la academia sospecha que estos datos están infraestimados, ya que se dan situaciones en las que es difícil discernir si había esa intencionalidad detrás del fallecimiento, como en algunos accidentes de tráfico. Y por el otro, cada suicidio es un fenómeno en sí mismo que responde a unos factores concretos que tienen que ver con la experiencia de ese individuo y que no siempre se pueden extrapolar. 

Suben los suicidios en casi la mitad de franjas de edad

Los datos de 2021 arrojan una evolución al alza en casi la mitad de las franjas de edad en la comparativa interanual (9/20) y en el grupo de 50 a 54 años se ha superado el récord alcanzado en 2013, alcanzando los 460 fallecidos. Algo parecido ha sucedido en la horquilla de 60 a 64 años, que desde 2013 presenta un mínimo de 370 suicidios cada año y ha marcado su máximo con 356. También en la de los más jóvenes del mercado laboral, de 20 a 24 años,entre los que el total de 126 fallecimientos por conducta suicida se ha quedado a solo un valor de igualar el pico registrado en 2014, cuando el desempleo rozaba el 24%. 

"Para que se dé un suicidio tiene que haber una suerte de tormenta perfecta, en la cual la vida de una persona se encuentre afectada desde múltiples polos, que normalmente se desencadenan como si fuesen piezas de un dominó, una tras otra", señala Llosa Fernández, que ha destinado buena parte de su carrera a investigar este fenómeno, en conversación telefónica con La Información.  "Pero, a sabiendas de que hay múltiples variables implicadas, tenemos la certeza de que la inestabilidad económica y la sensación de carencia de recursos y, por otro lado, la precariedad laboral o periodos de desempleo muy largos, son variables de riesgo para las ideas suicidas y un hipotético suicidio". 

La crisis económica genera un sentimiento de desánimo

El investigador destaca el papel del sentimiento de desesperanza o desánimo ante estas coyunturas económicas, provocado tanto por las situaciones macroeconómicas, como por los discursos que se generan sobre ellas en medios o en el entorno más cercano. Una especie de sentir generalizado negativo que impacta en la conducta y el estado de ánimo del individuo, que viende dada por condiciones objetivas como puede ser el dinero que se tiene ahorrado en el banco o el tipo de contrato laboral con el que cuenta y otras de carácter subjetivo que tienen que ver con cómo se lee la situación a nivel social e individual. 

Además, Llosa Fernández ha observado que las personas con mayor dificultad económica tienen una mayor dificultad para generar los vínculos necesarios para pedir ayuda, algo que en términos generales se ha visto agravado en las últimas dos décadas por la progresiva individualización de la sociedad. Para el profesor este es uno de los motivos que más pesan sobre el aumento de las cifras desde entonces, que las personas son radicalmente diferentes a las de mediados del siglo pasado y ha cambiado la forma en la que se relacionan con su entorno, por lo que al enfrentar un problema tienden a abordarlo en primera persona sin buscar apoyo en el entorno. 

Para el Catedrático de Psquiatría en la misma universidad y presidente de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, Julio Bobes, el aspecto a destacar a nivel cuantitativo es precisamente este aumento de los casos. "Hasta hace 12 o 13 años, nuestro país tenía tasas muy bajas de suicidio dentro del entorno de la Unión Europea, por debajo de 6 por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, ha ido aumentando hasta alcanzar las medias situadas entre los 6 y 12 casos por cada 100.000", explica. Además, Bobes incluye entre las variables psicosociales otras situaciones que tienen que ver con el factor económico como la pérdida de oportunidades laborales, tener que enfrentar impagos o un revés en las inversiones

El empleo precario y el desempleo tienen los mismos efectos

Bobes apunta a que el 85% de los suicidios vienen explicados porque esa persona experimenta un problema de salud mental y el otro 15% termina por hacer un balance existencial negativo en el que estos factores pueden tener mayor o menor peso. Ambos expertos coinciden en que las personas que están en paro no presentan más enfermedades mentales que los que están trabajando, al menos no que los que lo hacen unas condiciones precarias o no deseadas. "El trabajo en general protege, pero un trabajo con el que vas justo no resuelve", sentencia Bobes. 

Para Llosa Fernández esto es algo que tiene trascendencia para las políticas públicas, dado que no se debe medir solo si se tiene o no empleo, sino la calidad de este, dado que a partir de sus investigaciones comprobaron que solo aquellos que trabajaban y tenían unas condiciones de vida por encima del umbral de la pobreza disfrutaban de un estado de salud mental mejor, comparativamente. "Si sabemos que hay variables como la precariedad laboral o la pobreza que constituyen un factor de riesgo para el suicidio, hay que prevenir estas variables ya que supone una herramienta de protección frente a la conducta suicida", concluye. 

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