Conchita: "Ojalá se pierda la imagen que tengo de moñas con 'Zapatos nuevos'"

  • Javier Herrero.

Javier Herrero.

Madrid, 7 may.- En su tercer disco, Conchita se ha calzado unos "Zapatos nuevos", aunque esa no es la única novedad. Sin ocultar su deseo de que "ojalá" se pierda la imagen que tiene de "moñas", regresa con otro color de pelo, un humor distinto, "más optimista", y hasta se atreve con la batería.

"Es lo que me apetecía hacer ahora mismo", defiende en una entrevista con Efe la cantante, conocida por temas de corte melancólico como "Tres segundos", "Nada que perder" o "Puede ser", de su disco de debut, "Nada más" (2008), con el que consiguió los Premios de la Música a la artista y a la autora revelación.

Pese a ese temprano éxito, quizás un tanto abrumador, y a sus colaboraciones junto a figuras de la talla de Antonio Vega, Álvaro Urquijo y Bebe, es ahora cuando Conchita (Helsinki, 1980) se siente bien consigo misma "por motivos personales", como refleja su single, "La guapa de la fiesta".

"Hay veces que todo te va bien y no sabes por qué, pero tú no terminas de sentirte así del todo", explica.

Ese estado de ánimo ha cristalizado en diez temas nuevos y una versión con una producción, unas melodías y algunas letras "más optimistas" que en sus discos previos, gracias también al trabajo de un nuevo productor, Pablo Cebrián, guitarrista de Fábula.

"Me apetecía aprender de otra persona", dice Conchita, cuyos dos primeros discos fueron conducidos por Juan Luis Giménez, miembro de Presuntos Implicados. Fue precisamente otro integrante de este trío valenciano, Nacho Mañó, quien le aconsejó que contactara con Cebrián.

"Flipo con su trabajo en las guitarras. Es un capo, toca todo y nos hemos sentido muy bien juntos", dice Conchita sobre el resultado de ese trabajo que, según ella, "tiene más caña y suena más a banda".

Hija de un diplomático, Conchita se crió entre Francia y Alemania. Aprovechando su dominio del francés, ha incluido una versión de un tema en este idioma, "Dis, quand reviendras-tu?" y no descarta que en el futuro presente alguno escrito por ella misma.

"Zapatos nuevos" llega tras un EP, "Tocando madera" (2010), y un segundo disco, "4.000 palabras" (2009), que pasó un tanto desapercibido.

"Fue una pena, porque era muy bonito. Sólo sonó una canción y yo creo que no era el single del disco. Salió además muy pegado al primero y hay que dejar que la gente descanse de un artista", confiesa sincera.

Esa transparencia, dice, es uno de sus rasgos más distintivos. La esgrime de nuevo cuando se le pregunta por la elección de su curioso nombre artístico.

"Creo que la cagué cuando lo elegí, porque soy muy tímida y mi voz suena dulce. El nombre no me ayuda, crea un prejuicio que es muy difícil levantar", dice la artista, llamada como su madre y como su abuela.

Orgullosa de sus "Zapatos nuevos" y de lo aprendido por el camino, afirma que nunca se ha sentido embutida en un calzado ajeno.

"Nunca me he sentido un producto. Siempre he hecho lo que he querido; me he equivocado y he seguido para adelante", cuenta ella, que estalla en carcajadas al confesar que, por ejemplo, ha hecho "vídeos horribles".

Aunque se declara más de zapato plano ("me tropiezo mucho"), en su próxima gira, que comenzará el 21 de mayo en la sala Clamores de Madrid, se calzará el tacón y también la batería, instrumento que está aprendiendo a tocar y que le ha permitido componer uno de los nuevos temas, "Me aburres".

"Aunque la gente me imagina más con un violín", dice resignada.

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