Economía

Inflación baja: ¿favorece al consumidor o es señal de debilidad económica?

Los expertos discrepan sobre si las caídas de los precios de consumo de los últimos meses suponen un verdadero riesgo económico.

Un supermercado del grupo IFA.
Un supermercado del grupo IFA.
Grupo IFA

Una tasa de inflación baja permite mantener el poder adquisitivo y abarata costes de producción, pero puede ser también el reflejo de una demanda débil, aunque los expertos consultados por EFE discrepan sobre si las caídas de los precios de consumo de los últimos meses suponen un verdadero riesgo económico.

"Venimos de épocas en las que la inflación era un problema por exceso. Ahora mismo se está convirtiendo en un problema por defecto", explica a EFE el investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y catedrático de la Universitat de València, Javier Quesada. "No solo es un indicador de que la economía está débil, sino que la propia inflación negativa puede llegar a producir un problema y es que los consumidores deciden aplazar sus decisiones de compra y los inversores sus decisiones de inversión", añade Quesada.

"Tener una inflación negativa a priori puede parecer muy atractivo pero en realidad es bastante lesivo para la economía", dice el profesor de EAE Business School Javier Rivas. En su opinión, en situaciones de deflación persistente el consumo de bienes duraderos se retrasa en el tiempo ante la expectativa de una bajada de precio mayor, lo que genera una espiral negativa.

"Como ocurrió en la crisis de 2008, hemos vuelto a tener tasas de inflación negativas. Esto suele ocurrir sobre todo en crisis de demanda. No es una situación desconocida, pero sí que es preocupante", asegura.

Discrepa la economista senior de Funcas, María Jesús Fernández, que explica que el índice de precios de consumo (IPC) encadena ya cinco meses de tasas interanuales negativas por el abaratamiento de los productos energéticos como consecuencia de la caída del precio del petróleo que tuvo lugar al inicio de la pandemia.

Fernández recuerda que hay servicios cuyo precio ha descendido a causa de la crisis de la COVID-19 -como hoteles o transporte aéreo-, pero que el resto de bienes y servicios que componen el IPC tienen una inflación reducida desde hace muchos años, "por lo que no puede achacarse especialmente a la situación de crisis que vivimos ahora". "Que la tasa de inflación sea negativa como consecuencia de que ha caído el precio de un producto, que es un producto que importamos y que incide en el coste de producción de todos los bienes y servicios de la economía, solo puede ser valorado positivamente (...) y no tiene realmente implicaciones negativas para la economía", asegura la analista de Funcas.

Defiende Fernández que no hay una situación real de deflación, para lo que se requiere que la caída de precios sea generalizada y se prolongue en el tiempo, al menos durante dos semestres.

El papel de la política monetaria

La estabilidad de precios es uno de los principales objetivos de los bancos centrales, pero los instrumentos de política monetaria están pensados y diseñados normalmente para luchar contra la inflación y no contra la deflación, asegura Rivas (EAE). A su juicio, cuando el consumo baja y los precios caen, no es el banco central el que tiene que intervenir, sino el Gobierno incrementando el gasto público, "cosa que ahora mismo en España con los niveles de deuda pública que registramos es más bien difícil".

Fernández (Funcas) coincide en que la política monetaria tiene capacidad para rebajar la tasa de inflación cuando es alta, pero no para elevarla cuando es baja.

La teoría macroeconómica dice que si bajan los tipos de interés debería reactivarse el consumo y en consecuencia, subir la inflación, pero esta correlación ya no se da en una zona euro en la que los tipos están a cero y el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que recurrir a otros mecanismos para estimular la economía, como "inundar" los mercados de liquidez, señala Quesada (IVIE).

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