Precio del dinero

Interés compuesto: así es la fórmula mágica para ver crecer tus ahorros

El capital crece al final de cada periodo al que se le aplica una base de dinero mayor. Es una herramienta que sin esfuerzo permite acumular riqueza a largo plazo.

Billetes de euro.
Billetes de euro.
Imagen de Freepik.

El interés es el precio del dinero. Solemos referirnos a él como un porcentaje que se paga durante un tiempo determinado (la tasa de interés). Dentro del ámbito económico se usa para saber el coste de un crédito o la rentabilidad de los ahorros o de una inversión. Así, los intereses son importantes para un ahorrador. Hay uno en concreto que es un gran aliado desconocido de los particulares: el interés compuesto. Consiste en acumular rendimientos sobre rendimientos anteriores. Visto de otra forma, es una herramienta que sin esfuerzo permite acumular riqueza a largo plazo.

El interés negociado con el banco se suma al capital inicial que se invierte y, sobre él, se generan nuevos intereses. Para disfrutar de los beneficios del interés compuesto es necesario cultivar la paciencia y no retirar las inversiones, por pequeñas o conservadoras que sean, antes de tiempo.

Es de esa forma como se genera un efecto multiplicador: el capital crece al final de cada periodo al que se le aplica una base de dinero mayor, y así sucesivamente. Los fondos indexados, como los que se pueden consultar en Finect, son una manera de recoger el efecto del interés compuesto. Y además, con un nivel de comisiones por debajo de la media del mercado

Desde Finect se puede consultar una calculadora para analizar el nivel de salud financiera personal: 

¿Cómo vas de salud financiera?

Características del interés compuesto

Hablar de interés compuesto no se entiende sin hacer referencia al interés simple. Este último se distingue del primero porque el ahorrador recoge los intereses que ha conseguido y decide no reinvertirlos durante más tiempo. Las señas de identidad del interés compuesto son tres: el capital inicial crece en cada periodo porque se van sumando los intereses; la tasa de interés se aplica sobre un capital que va cambiando; los intereses aumentan en cada periodo (por ejemplo, cada año) gracias a las reinversiones.

Veamos un ejemplo. Juan tiene 1.000 euros en su cuenta bancaria, que le ofrece un interés elevado por tener sus ahorros en la entidad: un 10% anual. Al cabo de un año, su patrimonio crece hasta los 1.100 euros, gracias a los 100 euros que consigue por intereses. Juan decide mantener ese dinero intacto en la cuenta y negocia con su entidad las mismas condiciones. Durante el segundo año ingresa más dinero (110 euros), porque el interés se ha calculado sobre una base monetaria más grande (1.100 euros). Así, al cabo de dos años, ya acumula 1.210 euros. Ese crecimiento de los ahorros se debe al interés compuesto.

Supongamos que Juan cierra la cuenta del banco pasados 10 años. Durante ese decenio, los 1.000 euros iniciales pasan a ser 2.594 euros, más del doble que al abrir la cuenta corriente. Al contrario, quien optase por no reinvertir los intereses -es decir, retirarlos de la inversión cada año-, al cabo de los 10 años tendrá 2.000 euros, casi 600 euros menos que con un interés compuesto.

Sin embargo, las cuentas bancarias y los depósitos a plazo fijo, no ofrecen rentabilidades tan altas como las de este supuesto. No obstante, los usuarios pueden trasladar el efecto multiplicador del interés compuesto a cualquier producto financiero que sí ofrezca rentabilidades más altas.

Por ejemplo, un fondo de inversión sostenible, que además contribuye a cuidar el planeta, o un fondo tecnológico como el BBVA Bolsa Tecnología y Telecomunicaciones, uno de los más contratados por los clientes del banco vizcaíno.

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