Japón puede convertirse en el gran aliado de los agricultores españoles en el futuro

  • Los productos españoles tienen buena imagen en el exterior, pero el sector agrícola teme una apertura desmedida de fronteras. Japón es la esperanza. 
Los japoneses, fans del aceite de oliva
Los japoneses, fans del aceite de oliva

El panorama comercial mundial es favorable para los alimentos españoles, debido a la buena reputación de la Unión Europea (UE), pero a la vez preocupante para los agricultores, quienes temen el impacto en sus ingresos de una apertura desmedida de fronteras.

Japón, y el aumento de sus importaciones de aceite y de vino, un fenómeno que también se produce en otras partes del mundo, mitiga la caída de ventas dentro de los países de la UE. De hecho, Europa ha cerrado un nuevo acuerdo comercial, que abre "muchas expectativas" para envíos de vino y queso (por efecto del maridaje), aceite, cárnicos o galletas al país nipón.

Pese a estas esperanzas, el fiasco de la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC), celebrada esta semana en Buenos Aires, ha dejado patente una "crisis" de este organismo multilateral y la dificultad de acordar normas que igualen las reglas del juego en los mercados. La globalización avanza a su ritmo.

El director de relaciones internacionales de Cooperativas Agro-alimentarias, Gabriel Trenzado ha señalado que la liberalización avanza y la UE abre más sus fronteras "sin obtener reciprocidad", a lo que añade un "desequilibrio" en su mercado interno.

Problemas como el embargo ruso acentúan esa disparidad, según Trenzado, en referencia a que los productores de fruta perdieron un mercado consolidado sin tener alternativas. Desde Bruselas, fuentes de la Comisión Europea (CE) definen la coyuntura comercial como una mezcla de oportunidades y amenazas.

"La mala noticia es que la agricultura está más expuesta a la volatilidad de precios; la buena, que la UE está bien posicionada para aprovechar las oportunidades del crecimiento de la demanda alimentaria", subrayan desde la Dirección General de Agricultura de la CE. En ese sentido, resaltan la imagen de los productos de la UE por su seguridad o valor añadido.

Trenzado pide cautela, porque la UE está exportando, pero "no lo suficiente" en comparación con lo que importa, y recalca que cualquier apertura debe implicar regulaciones en materia fitosanitaria o la protección de denominaciones de origen.

El director de relaciones internacionales de Asaja, Ignacio López, admite  que las cifras de exportación son buenas, pero que lo importante es que se traduzcan en precios adecuados para el agricultor.

Entre las preocupaciones comerciales no se puede olvidar el "brexit" y, especialmente, la decisión de EEUU de imponer un arancel a la aceituna de mesa española, porque no solo cuestiona las subvenciones a ese cultivo, sino que ataca el modelo de ayudas de la UE.

En cuanto a las negociaciones entre la UE y Mercosur, las organizaciones agrarias Asaja, Coag y UPA y las cooperativas han expresado sus temores.

Cuestionan las ofertas que ha presentado la CE por sus concesiones a las carnes del bloque latinoamericano o al zumo de frutas.

El secretario general de COAG, Miguel Blanco, insiste en que acuerdos como el negociado con Mercosur "tienen como objetivo un mercado libre y especulativo, para llevar producciones de un lugar a otro y localizarlas en el sitio que ofrezca menor coste".

Desde esta organización se considera que esa tendencia deja de lado "los impactos sociales o el cambio climático" y "destruye" el modelo de agricultura de la UE, por lo que defiende que cualquier apertura esté condicionada al cumplimiento de "estándares mínimos" laborales, ambientales o sanitarios.

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