Grandes españoles desconocidos

José Otero de Navascués, el científico que trajo la energía nuclear a España

En España, como en todo el mundo, se veía a la energía nuclear como uno de los grandes logros de la ciencia aplicada al beneficio social. 

Otero de Navascués
José Otero de Navascués, el científico que trajo la energía nuclear a España. 
L.I.

Los pilotos alemanes y británicos que se enfrentaban en la Segunda Guerra Mundial padecían por la noche de un defecto ocular: les costaba mucho calcular las distancias de los aviones y sus velocidades. Para habituar a los vigías a detectar aviones, algunos mandos los encerraban en cuartos oscuros durante horas antes de la batalla.

El problema preocupaba a los científicos desde hacía siglos. En 1942, un científico español dio con la causa: la llamó miopía nocturna. En bajas condiciones lumínicas, el ojo hace un esfuerzo innecesario para acomodarse a los objetos y los deforma. Por eso era tan difícil calcular la distancia exacta a la que estaban los aviones enemigos. El científico se llamaba José Manuel Otero de Navascués, y ha sido uno de los hombres de ciencia más importantes de España. Y más desconocidos. Innovó la óptica, trajo la energía nuclear a España e investigó en los campos de la física y la fisiología. Fue discípulo y amigo de Werner Heisenberg, uno de los más importantes científicos del siglo veinte.

José María Otero de Navascués y Enríquez de la Sota nació en Madrid el 16 de marzo de 1907. Su padre, leonés, era el marqués de la Hermosilla. Y su madre era de origen navarro-aragonés. A los quince años ingresó en la Academia de Artillería de la Armada y seis años después, en 1928, obtuvo el número uno de su promoción y el grado de teniente. Estudió idiomas con ahínco y se empeñó en estudiar Física. Empezó a trabajar en el Instituto Nacional de Física y Química (de la Fundación Rockefeller) de Madrid. Obtuvo una beca para estudiar en el Instituto Politécnico de Zurich, y allí se le despertó su interés por la óptica. Pasó a Jena y luego a Berlín donde estudió en el Instituto de Óptica hasta 1932. Tras regresar a España, fundó en 1934 el Laboratorio de Óptica de la Marina. Dos años después, estalló la Guerra Civil, la cual pilló al científico-militar en Madrid.

Al finalizar la contienda, Otero volvió a Berlín para trabajar la organización Zeiss. Al regresar a España participó en la fundación del CSIC en 1939 (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), donde fue nombrado jefe de la división de Óptica. Fue allí donde, en 1941, y junto con otro científico ayudante llamado Armando Durán, descubrió el fenómeno de la miopía nocturna. En el combate aéreo y en el mar, la agudeza visual decidía entre la vida y la muerte. El descubrimiento español permitía ajustar los prismáticos y la visión humana de modo que se ganaba un 66% de visión. “El Almirantazgo inglés, a partir de este descubrimiento, cambió algunas disposiciones para la navegación de noche”, afirma Juan Ramón de Andrés Martín en la biografía “José María Otero de Navascués: la baza nuclear y científica del mundo hispánico durante la Guerra Fría”. Las aplicaciones prácticas se extendían a la conducción nocturna y a la proyección de películas en los cines.

En 1944 se fundó el Laboratorio y Taller de Investigación del Estado Mayor de la Armada (LTiema) y Otero fue nombrado subdirector. Era a la vez un centro de I+D, uno de experimentación de aparatos y, además, de colaboración con universidades e industrias, cumpliendo así una de las ideas de Otero, lo cual era una verdadera novedad para la época. Ese mismo año, fue elegido académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (RACEFN), el más joven de la historia. En 1946, el CSIC decidió que el departamento de óptica se debía independizar y así se formó el Instituto de Óptica, a cargo del cual pusieron a Otero.

En el verano de 1947 Otero y Durán viajaron por varias instituciones de Estados Unidos. “Los americanos se quedaron sorprendidos: en España se había llegado a comprobar que, mediante especiales y sencillos instrumentos ópticos, el ojo humano puede ver durante la noche 17 veces más de lo normal”, afirma el biógrafo. En 1948 ya había 68 científicos españoles trabajando en este laboratorio para el que se construyeron nuevas instalaciones. Fue el mismo año en que la Unión Internacional de Óptica incorporó a Otero, segregó toda la parte de visión nocturna y puso al español a su cargo. A partir de los años 50, todas las revistas científicas sobre óptica citaban las investigaciones españolas. En 1959, Otero fue nombrado vicepresidente de la Comisión Internacional de Óptica. Otero era una eminencia mundial en óptica. Pero una decisión de estado cambió el rumbo de su vida. El gobierno español le puso al frente del proyecto atómico.

Otero de Navascués, a la izquierda
Otero de Navascués, a la izquierda

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En un viaje a Alemania en 1948, se dio una conversación entre Otero y Heisenberg, en la cual el alemán se ofreció a “auxiliarnos en nuestros proyectos y en cierto modo dirigir nuestras investigaciones”, según la memoria escrita por Otero tras el viaje (citada por José Manuel Sánchez Ron en “El país de los sueños perdidos”, Taurus). Los científicos alemanes fueron desfilando poco a poco por España, dando conferencias y viendo los progresos de la energía atómica. Werner Heisenberg, Otto Hahn, Erich Regener, Karl Ziegler, Günther Lehmann… El más eminente era Heisenberg, del cual existen fotos participando con Otero en Conferencias en Granada o visitando el reactor rápido Coral.

En 1949 Otero presentó un informe sobre el uso de la energía nuclear en España. Denunciaba la poca importancia que se le había dado a la física en España en los años treinta. “Desdeñosamente se volvió la espalda a los problemas aplicados y se consideraba que la única ocupación digna de un físico era pertenecer al reducido olimpo de la Fundación Rockefeller u ocupar cátedras de Universidad, o, para los menos preparados, de Instituto”, decía en su informe a la presidencia de gobierno (citado por Sánchez Ron).

Ahora, la física nuclear estaba de moda en las grandes potencias, pero todas estaban pensando en su uso militar, por lo cual mantenían sus avances en secreto y apenas compartían su tecnología. Otero tenía otra visión. “… veía claro que el mundo se enfrentaba con un problema: el agotamiento progresivo de las fuentes tradicionales de energía. Sin embargo, la ‘providencia de Dios’ daba una nueva fuente de energía: el núcleo atómico. Una vez que se dominara el aspecto de la fusión atómica se acabaría con cualquier preocupación energética futura”, escribe De Andrés. Estados Unidos estaba dispuesto a exportar tecnología nuclear, pero para Otero había dos grandes dificultades: España no tenía divisas para importar equipos nucleares y, además, no estaba resuelto el problema de los residuos.

El próximo paso, para aprovechar la sabiduría de Otero, fue nombrarle director de la Junta de Investigaciones Atómicas, de la cual nació más tarde la JEN: Junta de Energía Nuclear, la cual pasó desapercibida para la prensa de la época porque al gobierno no le interesaba dar un perfil muy público. En 1958, Otero inauguraba el Centro Juan Vigón de investigaciones nucleares. Entonces dijo. “He de acordarme también de los viejos amigos de fuera de España, que cuando el secreto más completo reinaba en las técnicas nucleares nos abrieron sus centros de investigación”. Eran el norteamericano Alison, los alemanes Heisenberg y Wirtz, el francés Goldsmidt, los italianos Bolla y Amaldi y el suizo Scherrer.

Gracias a su dominio de varios idiomas y a las buenas amistades internacionales, Otero no perdió el tiempo. En una visita a la Comisión de Energía Atómica (AEC) conoció al matemático John von Neumann, y le ofreció la posibilidad de construir el reactor nuclear experimental de La Moncloa. En otro viaje le ofreció al Premio Nobel de Química Glenn Seaborg, la posibilidad de construir un reactor de agua pesada.

Luego, volvió sus ojos a la empresa privada, para lograr el apoyo de la industria eléctrica. Gracias a la colaboración de José María de Oriol y Urquijo, se fundaron las empresas Enusa, Nuclenor y Tecnatom, “para desarrollar en España el uso de la energía nuclear en la producción eléctrica”. A comienzos de 1958, se anunció la construcción de dos centrales nucleares, “una en el norte y otra en el sur de España, para entrar en servicio en 1965”.

El mismo año de ese anuncio, en 1958, Otero fue nombrado vicepresidente de la Sociedad Europea de Energía Atómica. España quería destacar por su seguridad nuclear y Otero envió a especialistas españoles a formarse en Estados Unidos, en la Escuela de Tecnología de Reactores de Oak Ridge.

Pero hubo un importante cambio de planes. En 1963, el gobierno español quería sondear la posibilidad de fabricar una bomba atómica para disuadir a Marruecos de cualquier aventura militar. Le encargaron el proyecto a Otero quien eligió al militar y físico Guillermo Velarde para llevarlo adelante. Otero bautizó el plan como “Islero”, nombre del toro que acabó con la vida de Manolete. Velarde estuvo dos años diseñando el proyecto, y descubrió el método Ullam-Teller de fabricación de bombas atómicas cuando un avión norteamericano perdió varias bombas cerca de Almería en 1966, y Velarde pudo examinarlas. Al final el gobierno lo descartó porque temía que los norteamericanos lo echarían abajo. Velarde lo contaría todo en un libro que vio la luz en 2016 titulado “Proyecto Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares” (Editorial Guadalmazán).

En 1968 la gran aventura nuclear pacífica de Otero dio un paso de gigante: se inauguraba la primera central atómica que convertiría en poco tiempo al país en uno de los más nuclearizados del mundo. Era la central nuclear de Zorita (Guadalajara) llamada José Cabrera, por uno de los científicos que estaban tras el proyecto nuclear. La tecnología era de Westinghouse. El uranio era español, pero enriquecido en EEUU. En España, como en todo el mundo, se veía a la energía nuclear como uno de los grandes logros de la ciencia aplicada al beneficio social. Permitía no depender del petróleo, no contaminaba el ambiente (salvo por los residuos), y con muy poco uranio se podía iluminar ciudades enteras. Siguieron la central de Santa María de Garoña (Burgos), y Vandellós (Cataluña), esta última con la idea de surtir de electricidad a Francia. España era la sexta potencia nuclear del planeta. Para Otero, la “independencia científica era el corolario de la independencia política”. Si no se lograba esta independencia científica y técnica, viejos y nuevos países poco desarrollados científicamente caerían en un nuevo colonialismo mucho más duro y permanente que el anterior, según cita su biógrafo, basado en las conferencias del científico.

Otero falleció el 9 de marzo de 1983 en el Hospital del Aire de Madrid. Llegó a ser contralmirante de la Armada. Tenía 75 años de edad. En el año de su muerte, el gobierno de Felipe González decretó la “moratoria nuclear”. España dejaba de construir centrales, paralizaba las que estaban en obras y cerraría varias en el curso de los años siguientes. La primera central nuclear de España, Zorita, se desacopló de la red eléctrica en 2006. En 2021 se acometió la demolición de los edificios y de las grandes estructuras descontaminadas. Según Foro Nuclear, “durante ese tiempo, contribuyó a evitar la emisión de 32,37 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera y, a lo largo de los años, sumó una producción total de 36.515 millones de kilovatios hora, equivalente al consumo eléctrico anual de 25 provincias como Guadalajara”. La central proporcionó empleo a 300 trabajadores de forma directa y a otros 6.000 de manera indirecta.

Hoy el premio José María Otero de Navascués se otorga cada año por la Sociedad Nuclear Española a los investigadores más destacados en esta energía.

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