José Oneto: "Entre la prensa y el poder actual no hay sintonía"

  • José Oneto ha vivido en primera persona el paso de la dictadura a la Transición y los distintos Gobiernos que ha habido. Más de 40 años ejerciendo el periodismo, que le llevan a asegurar que entre la prensa y el poder actual "no hay sintonía" porque el Ejecutivo tiene un "desprecio absoluto" hacia los medios.

Raquel de Blas

Madrid, 6 jul.- José Oneto ha vivido en primera persona el paso de la dictadura a la Transición y los distintos Gobiernos que ha habido. Más de 40 años ejerciendo el periodismo, que le llevan a asegurar que entre la prensa y el poder actual "no hay sintonía" porque el Ejecutivo tiene un "desprecio absoluto" hacia los medios.

Se resiste a pensar que el periódico tradicional desaparecerá porque, según cuenta en una entrevista con Efe, su generación ha visto el "esplendor" de lo que ha sido la prensa en España y lo bien pagada que estaba la profesión, mientras que ahora la sociedad es testigo "de una decadencia que parece no tener fin".

Este periodista gaditano, de 72 años, opina que los medios tendrían que cobrar sus contenidos digitales pero sabe que en España reside la cultura "del todo gratis", aparte de creer que la prensa española no aporta ese "plus" que sí añaden "periódicos globales" como The New York Times o The Washington Post, que tienen muros de pago y muy buena entrada entre los lectores.

PREGUNTA: ¿Qué radiografía hace de la situación actual del periodismo?

RESPUESTA: Estamos en uno de los peores momentos de la profesión y del modelo. Hay una crisis en la prensa de papel que no se sabe cómo afrontar y que las empresas están soportando con sucesivos ERE y sustituyendo a los sénior por becarios y el producto se resiente. Estamos en un 'impasse' donde todavía no sabemos qué modelo de prensa escrita queremos hacer.

Además, hay un fenómeno nuevo, internet, que no hemos sabido utilizar con eficacia. No lo estamos usando como instrumento de trabajo, sino como fin, y se abusa mucho del cortar y pegar, lo que implica hacer productos prácticamente muertos que no aportan nada y que dejan de interesar al lector porque no son historias vividas. Todo eso conforma una situación crítica que es la pescadilla que se muerde la cola.

P: ¿Acabará Internet con los medios clásicos?

R: Acabar no sé, pero los medios clásicos tendrán que cambiar. El gran problema es que los periódicos no están contando historias distintas a las que se cuentan en la red. Por otra parte, para que los medios escritos sobrevivan y tengan vitalidad e interés para el lector, deben tener un buen análisis y una buena opinión, pero insisto, sobre todo tienen que contar historias. Si el lector, que ha visitado Internet varias veces al día, llega al papel y las noticias no le aportan nada nuevo, el periódico deja de tener atractivo y seguiremos metidos en la crisis y el bucle melancólico en que estamos últimamente.

P: Otra de las opciones quizá pase porque los medios cobren por sus contenidos digitales ¿Cómo cree que lo acogería la gente?

R: Eso sería lo normal, lo que ocurre es que en España hay una cultura del todo gratis. Hay que apostar por la calidad y la calidad cuesta dinero. Hay periódicos que cobran y tienen muy buena entrada entre los lectores porque son periódicos globales y aportan un plus que, probablemente, no tiene la prensa española.

Para muchísima gente, periódicos como The Wall Street Journal, The New York Times o The Washington Post les aportan un plus que les sirve bien para los negocios, bien para la inversión en bolsa, bien para contemplar el mundo global de una forma distinta a cómo se hace. Ese plus no lo tiene de momento la prensa española.

P: Parece que en Internet se está regalando el trabajo del periodista.

R: Evidente, evidente... No sólo está mal valorado sino que hay una especie de succión del trabajo que tú haces. No puede ser que todo sea gratis, hay que acomodar y educar al lector de que hay determinada información que es cara y que hay que pagarla porque si no, quien se ve afectado, no solo es la empresa periodística, también el periodista que trabaja en ella.

P: ¿Es de los que piensa que desaparecerá el papel?

R: Me resistiría a pensar que el papel va a desaparecer. Lo que ocurre es que, probablemente, yo formo parte de una generación que hemos visto el esplendor de lo que ha sido en España la prensa no sólo diaria, sino semanal; lo bien que se ha pagado a la profesión durante muchos años y, paradójicamente, estamos siendo testigos de una decadencia que parece que no tiene fin, que empezó con la crisis, que se ha agravado con la de la publicidad, con la del modelo que estamos haciendo, y los espectadores están viendo la decadencia de ese 'boom' informativo que hubo al comienzo de la Transición Española.

P: A eso se une la escasa valoración que hacen los ciudadanos de los periodistas. ¿A qué cree que se debe?

R: Entre otras cosas, creo que se debe a que hemos perdido mucha credibilidad. El lector se da cuenta de que la prensa está muy condicionada en este momento: los grandes grupos informativos están en manos de los grandes bancos porque tienen unas deudas enormes y, al final, los Consejos da Administración están presididos por banqueros porque esas deudas han sido asumidas o bien por grandes grupos informativos internacionales o por bancos. Eso influye en la credibilidad del producto.

Además se está haciendo muy mal periodismo ya que las empresas no están defendiendo un periodismo de investigación y de calidad, se está pauperizando la profesión, se está pagando muy mal, a veces ni siquiera se paga, y todo esas razones influyen en que el producto tenga menos calidad que hace 20 o 25 años.

P: ¿Cómo se recupera esa credibilidad perdida?

R: Se recupera sobre todo con prestigio y con inversión empresarial. En este momento hay muy pocos empresarios de prensa, prácticamente han desaparecido, son las grandes corporaciones y los bancos los que han tomado el control de los grandes grupos informativos. Y eso son factores que influyen excesivamente.

P: En los últimos meses hemos asistido a la renovación en las direcciones de La Vanguardia, El Mundo y El País. Las voces críticas sostienen que el Ejecutivo ha tenido algo que ver con esas decisiones. ¿Qué opina?

R: De todos los Gobiernos que ha habido, probablemente, el que peor relación tiene con la prensa sea el actual. Hay un desprecio absoluto hacia los medios, que no sé si ha influido excesivamente en los cambios que se han producido en los últimos meses. Lo que es evidente es que no hay sintonía entre la prensa y el poder, y parte de esa falta de sintonía la está pagando el propio Gobierno, que se ha creado adversarios inútilmente.

P: ¿Deben posicionarse políticamente los periodistas?

R: No, creo que no. Al final todo el mundo que nos lee, nos oye o nos ve sabe más o menos la tendencia política de cada uno, pero el periodista no debe tener ninguna militancia política y debe manifestar lo mínimo sobre cualquier opción política.

P: ¿Hay autocrítica en la profesión?

R: Está empezando a haberla. Creo que ha habida mucha prepotencia, ha habido un poder que no responde a la realidad, ha habido mucho empresario de la prensa pensando que el poder estaba en ellos y no en el producto que se hacía, y creo que ha habido poca autocrítica dentro de la profesión.

P: Cambio 16, Tiempo, Antena 3 Televisión, Grupo Zeta, tertuliano en radio y televisión... ¿Dónde se encuentra más cómodo?

R: Probablemente, lo más divertido sea la radio. Tiene mucho más misterio que cualquier otro medio, y la prueba es que en estos momentos en España la radio es de los medios que más credibilidad tiene.

P: Siempre ha estado vinculado a la información política. ¿Le hubiera gustado hacer otras cosas?

R: Me gustaría probar el reportaje, el contar historias, porque al fin y al cabo el periodista es un contador de historias. La prueba es que los dos mejores escritores en lengua castellana, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, proceden del periodismo y, sorprendentemente, los dos han trabajado en agencias de información, lo que te da una visión totalmente distinta y te da la facilidad para poder contar historias y para saber intuir dónde están.

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