Josep Oliu: “No salgo ni de toro ni de torero, prefiero observar desde la barrera”

  • En el río revuelto del sistema financiero español, Banco Sabadell está dispuesto a pescar alguna pieza. Aunque no quiere precipitarse. Su presidente, Josep Oliu, dice que la gran transformación de la entidad todavía está a medio camino.
Alfonso Pérez y Juan Llobell. Capital

¿Dónde te quieres ir? ¿Al Sabadell? ¡Pero hombre, Josep, cómo te vas a ir tú a ese banco tan pequeñito de provincias con lo bien que estás aquí en Madrid!”. Corría el año 1986 y Josep Oliu acababa de recibir la oferta de su padre para sucederle al frente del Banco Sabadell.

Sus amigos y compañeros veían su marcha como una locura impropia de un catedrático de Teoría Económica y director de Planificación del Instituto Nacional de Industria al que se le auguraba un brillante porvenir. Pero la llamada de la familia y de la tierra pudo más. Y Oliu, lo ha demostrado durante toda su vida, y también en esta entrevista, es un hombre que sabe muy bien lo que quiere, y que está dotado de un fino olfato para los negocios.

Así que, dicho y hecho, abandonó su despacho en la aristocrática Plaza del Marqués de Salamanca por un estrecho habitáculo en la ciudad de los telares con unas curiosas vistas que todavía guarda frescas en la retina: “un campo de fútbol de albero, un riachuelo y varios huertos de tomates”.

Un cuarto de siglo después, contemplando su despacho actual en un rascacielos de la Avenida Diagonal de Barcelona, una oficina espaciosa, moderna y diáfana, con vistas a la Sagrada Familia, la Torre Agbar y a la inmensidad del Mediterráneo, es obligado pensar que sus amigos se equivocaron en redondo.

Y es que ese banco “de provincias” es hoy la cuarta entidad bancaria de España. Si entonces tenía unas 200 sucursales, 3.000 empleados y activos por valor de 2.953 millones de euros, hoy cuenta con más de 1.200 oficinas, 10.300 trabajadores y 81.800 millones en activos.

“Hemos realizado una gran transformación”, sentencia orgulloso Oliu, un mago en el arte de las adquisiciones Pero no se vaya a creer el lector que Oliu, a sus 60 años y pese a autodefinirse como “antiguo en esta casa”, ya no tiene fuelle. Más bien al contrario. “El proyecto todavía está a medio camino”, advierte. Un aviso a navegantes ahora que el río del sistema financiero anda muy pero que muy revuelto.

–Parece que se ha abierto la veda en el sector financiero. El Sabadell, ¿sale para cazar o para ser cazado?

–No salimos de ninguna manera. Ni de torero ni de toro. Simplemente, lo observamos todo desde la barrera.

–¿Y por cuánto tiempo más puede mantenerse independiente, en la barrera, un banco mediano como el suyo?

–No hay bancos medianos. Es un concepto que ha quedado obsoleto. ¿El Banesto es un banco mediano? No. Es como nosotros. ¿El Popular? Es mayor que el Banesto. ¿El Guipuzcoano? Es diez veces más pequeño que nosotros. Yo hablaría más bien de bancos globales y domésticos. Hay dos grandes bancos internacionales, Santander y BBVA, y luego toda una serie de entidades, entre ellas la nuestra, cuya vocación es la consolidación y que están esperando a que se produzca el resultado de la reordenación de las cajas. Hay un proceso de ebullición cuyo final no sabemos cuál va a ser. Y mientras persista esta incertidumbre lo más prudente es mantenerse a la espera.

Oliu sabe de lo que habla. Es un jugador curtido en mil batallas. Véase, si no, las vertiginosas adquisiciones de los últimos años en los que ha digerido ocho bancos– Banco Herrero, Atlántico, Urquijo, dos entidades en Florida…–. Oliu asegura sin tapujos que veremos matrimonios que hoy se nos antojan parejas imposibles: “La crisis actual va a llevar a todos los actores del sistema financiero a la necesidad de abrir el abanico de sus posibilidades a cualquier otro tipo de cosa. ¿Cuáles? Ni idea. Pueden ser uniones de cajas y bancos, perfectamente. O cajas con cajas. O bancos con bancos”.

–¿Sería descabellado pensar que aquí mismo, en la Diagonal, en un futuro, un viandante pueda toparse con una sucursal con la marca Sabadell-Popular-Bankinter?

–En el futuro no es descabellado. Ni esto ni Sabadell-Bancaja-Caja Galicia. Yo creo que en el futuro todo es posible. Lo que es seguro es que este banco catalán no tiene vocación de comparsa.

Quiere llevar la voz cantante y no se siente vulnerable a hipotéticos ataques, pese a que sus acciones han sufrido una caída notable y a que algunos socios importantes –Unicredit o Alicia Koplowitz– han plegado velas y han abandonado el capital. El ejecutivo sigue arropado por algunas de las grandes fortunas de la burguesía catalana, que son sus principales accionistas, como Isak Andic –Mango–, José ManueLara –Planeta–, Héctor Colonques –Porcelanosa–, Folch-Rusiñol –Industrias Titán– o Daurella –Coca Cola, Nespresso–.

–¿De verdad que tal como está el patio no teme un ataque hostil?

–Hace dos años no había posibles atacantes. Todos se habían quedado sin dientes. Pero a alguno a le empieza a salir algún colmillo. Aun así, no veo que nadie esté al acecho. No habrá ataques hostiles. En todo caso, surgirá algún proyecto que sea de interés también para nosotros. Estamos en una situación en la que los procesos de consolidación son una fuerza importante del mercado y nosotros ante las fuerzas de mercado dominantes no estamos a contracorriente.

–¿Le han tocado ya a la puerta?

–Eso no lo puedo decir. Aunque me hubieran llamado no se lo iba a decir a usted.

–Haga un ejercicio de realismo y díganos que prima habría que pagarle por su banco.

–Por lo menos el doble [comenta entre risas]. Quien quiera comprar el Sabadell tendría que pagar una prima muy sustancial, porque entiendo que su cotización es baja y no refleja las expectativas a largo plazo.

Pero más allá de comprar o no comprar, como dice Oliu, buen jinete, “hay que seguir trotando,  aunque sea sentado”. Reconoce que el gran desafío de Sabadell es ganar masa crítica en los mercados exteriores para diversificar riesgos, pues su negocio depende demasiado del escenario español.

Aunque sin mencionarlos directamente, se mira en el espejo del Santander y el BBVA. “Hasta ahora era normal tener todos los huevos en la cesta de España, pero la crisis nos ha demostrado que hay que tener presencia exterior. Pienso que nuestro proyecto tiene capacidad de ser replicado en otros lugares. Todos los bancos estamos buscando nuestro proyecto de internacionalización”, afirma.

Ya ha dado los primeros pasos, con la implantación del Sabadell en Estados Unidos, mediante la compra de dos bancos de Florida. Allí ya tiene activos por valor de 4.500 millones de euros y quiere llegar a los 10.000 millones en un plazo máximo de diez años. Pero sus miras son más amplias: “Me gustaría que en la próxima década, el banco tuviera como mínimo un 30% de su actividad fuera de España”.

–¿Qué otros retos tiene a medio plazo?

–Sigo pensando que deberíamos tener 1.800 oficinas para el modelo de banco que tenemos. En muchos mercados seguimos sin tener oficinas o con una densidad de red insuficiente. Ésta es nuestra asignatura pendiente. Sin embargo, este año no contemplamos la apertura de ninguna sucursal. Más bien, cerraremos algunas. El plan vigente, que vence a finales de año, es de crisis y contempla un paréntesis en nuestra estrategia. Eso sí, en cuanto salgamos de la crisis volveremos a la senda de crecimiento, bien de forma orgánica o mediante la fusión con otra entidad.

–¿Cómo se presenta 2011?

–Seguirá siendo tan duro como éste para la cuenta de resultados. No podemos esperar que ni éste ni el próximo ejercicio tengamos algún tipo de alegría. Ahora los brotes verdes son más bien esparraguitos. Quizás el año que viene sean espárragos más grandes, pero sin flores en el campo. Y en 2012, el campo seguirá sin florecer pero al menos ya estará verde. Será entonces cuando la cosa repunte y la cuenta de resultados de los bancos vea una salida espectacular. Mientras tanto, habrá que seguir haciendo hucha. En 2010 y 2011 seguiremos destinando la mayor parte de nuestros beneficios a provisiones [el año pasado provisionó 838 millones de euros, lo que mermó su beneficio un 22%, hasta los 523 millones].

Aunque uno podría tirarse horas y horas hablando de banca con este pope del sector, al banquero catalán le gusta hablar de otras muchas cosas. “Hay banqueros que lo son las 24 horas del día. Yo no. Hago otras cosas y tengo otras inquietudes”, sentencia. En cuanto llega a casa y se quita la corbata, se olvida de balances, comisiones y márgenes de intermediación. De hecho, delega el cargo de banquero en su mujer –“en casa del herrero, cuchillo de palo”, dice medio en broma–.

Amante de la ópera, es una persona discreta que disfruta circulando en autobús por la Avenida Diagonal, paseando por la calles del barrio barcelonés del Eixample o galopando a lomos de su caballo portugués. Además, el académico que era, preocupado por el porqué y el cómo de las cosas económicas, lo sigue llevando dentro. Es presidente de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) y ha sido vicepresidente del Círculo de Economía.

–¿Cataluña ha perdido competitividad y peso en España?

–Yo nunca he creído en esa historia ni en este tipo de discursos acerca de la pérdida de peso de Cataluña. No creo que haya perdido peso en España. Sigue teniendo un potentísimo tejido industrial de pymes. Han salido y salen permanentemente empresas de alta tecnología, de moda, farmacéuticas, etc. Hay de todo y con una fortaleza competitiva y exportadora muy grande. Lo que ha ocurrido es que, en regiones en las que el siglo pasado apenas nacían empresas, ahora sí que afloran muchos y muy buenos empresarios. Eso es beneficioso para todos.

–¿Qué papel debería jugar Cataluña en la sociedad española?

–El mismo que hasta ahora y el que le correspondepor su peso en el PIB. El éxito de Cataluña reside en la fortaleza de la empresa privada y la enorme capacidad y voluntad de la sociedad de tirar adelante con nuevos negocios. Aquí hacemos las cosas, o al menos lo intentamos, con profesionalidad porque, quizás, hace más tiempo que existe un entorno de fuerte competencia. Esta fuerza de la empresa privada tiene que preservarse como gran motor económico de Cataluña.

–Y en la política nacional, ¿cuál debería ser su enclave?

–En eso ya no me meto. Soy banquero. ¡Que sea lo que Dios quiera!

Abierto y cercano en cuanto se siente cómodo, Oliu marca distancias tan pronto se le plantean cuestiones políticas. Igual que lleva más de veinte años haciendo malabarismos para mantener las raíces del banco en Sabadell y no perder la identidad, defiende con uñas y dientes su propia independencia ideológica. Bien lo saben en el PSOE, que intentó, sin frutos, que se sacase el carné del partido.

Oliu lleva a rajatabla el lema de que el dinero no tiene color político. Más en abstracto, el banquero se reconoce partidario de un modelo de capitalismo social a la europea. Eso sí, “con un poquito más de flexibilidad”, matiza. Pero Oliu no rehuye los grandes temas económicos. Cuando entra en el capítulo de España, su pensamiento es de una claridad meridiana y responde a las preguntas a la velocidad del rayo.

–¿Cómo salimos de este berenjenal macroeconómico en el que nos hemos metido?

–Hay que hacer una serie de reformas que aumenten la flexibilidad. Son medidas difíciles y poco populares. Pero el beneficio de hacerlas es mayor que el perjuicio de no tomarlas. Nos va el futuro en ello.

–A usted que le gusta tanto la ópera, no le parece que el tenor que tenemos no es la persona más apropiada en estos momentos.

–El tenor no, la orquesta. Son problemas que tenemos que afrontar de forma decidida, aunque sea impopular. Eso exige determinación y firmeza por parte del Gobierno y, en la medida de lo posible, un pacto. Aunque sea sotto voce, por debajo de la mesa. En momentos de dificultad, los grandes líderes tienen que sacrificar su futuro político por el bien del país.

–¿Y cómo atajamos el paro?

–¿Cómo se resuelve tener un millón de viviendas sin vender? Bajando el precio. Pues en el mercado laboral, lo mismo. Desgraciadamente, en esta crisis los activos han bajado de valor, pero los salarios no han bajado. Hay unos desajustes enormes que tienen que corregirse. El gran problema de la rigidez laboral no es ni la indemnización por despi do ni que los contratos sean fijos o eventuales. El problema es que el mecanismo de negociación colectiva hace casi imposible que se pacten bajadas reales de salarios. Pero en cambio, esos mismos trabajadores sí que aceptan esas reducciones de sueldo cuando se les acaban los dos años de paro. Este mecanismo es caro y poco ágil.

–¿Qué más figura entre sus preocupaciones?

–El otro problema que me preocupa es el déficit, con lo que conlleva de falta de credibilidad como país si no seguimos la partitura adecuadamente. Porque la partitura es buena, al menos, la del plan de estabilidad a cuatro años. Ahora hay que hacer lo que pone y bajar el déficit al 3% en 2012. De lo contrario, a los bancos no nos darán crédito en el exterior y entonces sí que podrán quejarse las pymes con razón de que no se les conceden créditos.

–¿El grifo ahora no está cerrado?

– No. Lo del grifo, una cosa es verlo desde la posición del que da agua y otra desde el prisma del que tiene sed. Pero les digo que aquí no hemos cerrado el grifo. Tenemos dinero para poder prestar y si no lo hacemos es porque nadie lo pide con la suficiente convicción. Nuestro problema hoy es un problema de falta de demanda de crédito.

–¿Por el Sabadell no se ha muerto ningún emprendedor?

–No. Más bien al revés. Por más que intentamos que crezca la inversión crediticia, ésta no aumenta. Nos está costando muchísimo, más incluso que captar nuevos depósitos pese a la guerra del pasivo.

Porque Oliu tiene claro que el negocio del Sabadell es dar créditos, estar cerca del cliente y  ayudarle a solucionar sus problemas. Ésa fue la enseñanza fundamental de su padre, con quien solía revisar a diario la lista de clientes con dificultades. “Ése era el tema más importante para despachar y de eso hablaríamos si nos reuniésemos hoy de nuevo. Qué clientes tienen problemas, a cuál hay que renovarle o no el crédito, si hay que comprarle algún inmueble para darle liquidez…”.

Un sello de proximidad que Oliu se niega a perder. En eso, el Sabadell sigue teniendo el espíritu del “banco de provincias” del que hablaban sus amigos. Sólo que es eso y mucho más. Por eso está, ojo avizor, en la barrera.

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