La "excepción kurda" florece en un Irak crispado por las divisiones

  • Pocos iraquíes celebraron con tantos motivos la caída del régimen de Sadam Husein como los kurdos, quienes, desde entonces, se han servido de los pingües beneficios del petróleo y de una singular estabilidad para desarrollar su región.

Enrique Rubio

Erbil (Irak), 15 mar.- Pocos iraquíes celebraron con tantos motivos la caída del régimen de Sadam Husein como los kurdos, quienes, desde entonces, se han servido de los pingües beneficios del petróleo y de una singular estabilidad para desarrollar su región.

Esta prosperidad, obtenida casi a espaldas del resto de Irak, alimenta cada día más los anhelos secesionistas dentro de un país atomizado y en crisis perpetua.

Los últimos desencuentros entre Bagdad y Erbil, capital de la región autónoma del Kurdistán han llevado al presidente kurdo, Masud Barzani, a amagar de forma indirecta con una solución drástica.

"O somos socios verdaderos o no lo somos. Y si no es así, cada uno sabe bien qué camino hay que tomar", dijo Barzani esta semana en un acto público.

El mandatario kurdo considera que en el Irak pos Sadam no ha existido una verdadera asociación, por lo que no aceptarán "el tutelaje ni la subordinación a nadie".

Sus palabras hacen alusión a la aplicación (para Barzani, la no aplicación) de provisiones constitucionales sobre el reparto de poder entre kurdos y árabes, pero la contienda política no lo explica todo.

En la crisis subyace la disputa por la gestión de los 9.000 millones de barriles de petróleo que se calcula que posee la provincia de Kirkuk, de población multiétnica y cuyo control se disputan Bagdad y Erbil.

Lo cierto es que en el Kurdistán pocos indicios hacen sospechar que se esté en Irak.

Todo el mundo habla kurdo, y es más fácil entenderse en inglés que en árabe. Ni rastro de la bandera iraquí. Hace falta visado para viajar al resto de Irak. Y pese a todo, los pocos que reclaman la independencia, lo hacen con la boca pequeña. Prefieren esperar.

"Irak no puede permitirse el lujo de prescindir de los kurdos. Son el elemento que proporciona estabilidad al país, y que supone la tercera pata (junto a suníes y chiíes) que puede ayudar a estos a resolver sus diferencias", dice a Efe el analista Hasun Ferhani.

Ese papel de árbitro se hace evidente en la jefatura de Estado, en manos del kurdo Yalal Talabani -quien se halla en un delicado estado de salud-, un cargo con más simbolismo de cohesión que poder efectivo.

En muchas ocasiones en el Irak posbélico han sido los kurdos quienes han tomado de la mano a sus compatriotas árabes, los han llevado a sus tierras del norte y los han obligado a sentarse hasta salir con un acuerdo.

"Hay algunos malentendidos, pero podemos superarlos. Al fin y al cabo, compartimos una larga historia de lucha juntos contra Sadam Husein", explica a Efe Saadi Pire, dirigente de la Unión Patriótica del Kurdistán -uno de los dos grandes partidos kurdos-.

Los cerca de cinco millones de kurdos iraquíes han sacado rédito a su riqueza petrolera y han sabido conjugarla con una agresiva política de atracción de inversiones extranjeras.

Al empresario que viene de fuera se le ofrecen todo tipo de ventajas, como la cesión gratuita de terrenos, y los obstáculos burocráticos son mucho menores que los que se suelen encontrar en Oriente Medio.

Eso ha provocado un auténtico frenesí inmobiliario, con cientos de edificios en construcción que requieren los servicios en muchas ocasiones de arquitectos, ingenieros y técnicos extranjeros.

Aunque tradicionalmente el Kurdistán ha mirado a la vecina Turquía, las miras para sus nuevos proyectos de infraestructuras van más allá y se posan sobre Estados Unidos, Europa Occidental o Asia Oriental.

Además de la prosperidad económica, la clave de bóveda que mantiene en pie el armazón kurdo es sencilla: la inseguridad, rampante en el resto del país, no ha penetrado en el Kurdistán de la misma forma.

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