La extrema derecha entra en pánico y se teme lo peor con el futuro económico

  • El número de españoles que confían en una mejora de la situación cae con fuerza y suben los que vaticinan un deterioro dentro de seis meses. 
Foto Nadia Calviño María Jesús Montero / EFE
Foto Nadia Calviño María Jesús Montero / EFE

Los vientos del pesimismo y del optimismo han intercambiado su dirección. Cuanto más a la derecha se sitúa un español, peor lo ve de aquí a seis meses; y cuanto más a la izquierda, más confianza ha recuperado de un tiempo a esta parte. La polarización ideológica que vive el Parlamento también se nota en la opinión a pie de calle, tal y como la recaba el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en su Índice de Confianza del Consumidor. Hasta tal punto que aquellos que se sitúan a sí mismos en el 10 de la escala ideológica (donde el 1 es la extrema izquierda), han perdido casi toda su esperanza en apenas unas semanas de Gobierno socialista. No hace mucho, antes de que terminase la primavera, y cuando el Partido Popular todavía celebraba Consejos de Ministros, eran los más esperanzados.

Solo dos meses separan ambas sensaciones: entre el Índice del Consumidor del CIS de junio (realizado a los diez días de llegar Pedro Sánchez a la Moncloa) y el elaborado en la tercera semana de agosto, los españoles que se declaran como la derecha absoluta han pasado de ser en su mayoría optimistas con la marcha próxima de la economía a ser completamente agoreros. Si en la encuesta con el PP en el poder aún reciente el 46,4% creía que la economía mejoraría en los seis meses siguientes, en agosto esa cifra se redujo a más de la mitad, hasta un 17,9% de optimistas.

En consonancia, los que vaticinan un empeoramiento han engordado de manera significativa. De un 39,3% que creían que las cosas se torcerían en breve ahora suman un 61,5%, la cifra más alta con mucha diferencia de todo el índice. En líneas generales, todo el espectro de los españoles de derecha se decantan por las sombras a medio plazo, con unos porcentajes de desconfianza que superan con bastante holgura la media nacional. Por el contrario, aquellos entre el 1 y el 4 de la escala son bastante más propensos a la esperanza ahora que a principios de verano.

La media de los españoles, en cualquier caso, tiende a una degradación paulatina. En junio, el 40,8% de los encuestados consideraba que la economía mejoraría para finales de año (la pregunta cuestiona por un periodo de seis meses); a su vez, quienes apostaban por lo contrario eran apenas un 25,3%, con lo que entre unos y otros la brecha era de más de 15 puntos. Dos meses después, en plenas vacaciones de agosto, ambas visiones están más cerca del empate: los positivos han descendido más de seis puntos, hasta el 34,6%, y los negativos han subido en casi cinco puntos, hasta el 30,1%. Es decir, la ventaja de los optimistas se ha reducido en dos tercios.

No solo el CIS detecta el deterioro en la percepción sobre la economía de los españoles. Hace solo una semana, el último sondeo que realiza Metroscopia para Henneo reveló que entre los meses de julio y septiembre el porcentaje de españoles que evalúan como 'mala' la situación económica de España ha crecido desde el 60% al 67%, al mismo tiempo que la bolsa de optimistas que la consideran 'buena' ha caído del 24% a un más escaso 19%.

¿Hay razones para este descreimiento? ¿Atraviesa España un bache temporal o hay una luz en ámbar que atender en los indicadores económicos? Un Producto Interior Bruto que en el segundo trimestre ha frenado en tres décimas en su crecimiento interanual, una deuda pública que sigue engordando sin mesura, una inflación que no baja del 2%… El viernes fue un día oscuro para la macroeconomía española porque todos estos palos se dieron en el transcurso de una hora.

“Es una ligera desaceleración que se puede producir en una semana y que no tiene nada que ver con la aceleración que se puede dar la semana que viene”, argumentó en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros la portavoz Isabel Celaá. Por si acaso, adelantó que el viernes próximo explicará el panorama la ministra de Economía, Nadia Calviño. Para demostrar que “los datos son robustos”.

Entretanto, el propio Ministerio de Economía ya admite la evidencia de que España se encuentra inmersa en “una ralentización”. Lo dice sin ambages, en la nota de prensa emitida este viernes para informar sobre el último dato de Contabilidad Nacional, pero sí añade una importante matización, al añadir que está “motivada fundamentalmente por las incertidumbes internacionales”.

Algo parecido barruntó el Banco de España en su último informe de coyuntura, conocido también esta semana pasada, en el que revisaba en una décima (del 2,7% al 2,6%) su previsión de crecimiento anual para España: el impacto de las guerras arancelarias lideradas por Estados Unidos contra medio mundo, la complicada negociación del Brexit o el efecto de la temeraria Italia se sentirán en nuestro país de una manera o de otra. Pero, a diferencia del Gobierno, el organismo regulador también incide en alguna dificultad netamente nacional: la “indefinición” de la política económica como consecuencia de la fragmentación parlamentaria y la situación en Cataluña, no solo por su efecto nacional sino en lo regional, ya que un frenazo en uno de los motores económicos del país repercute en el conjunto, pueden lastrar a la baja la marcha.

Y, como el Bando de España, opinan prácticamente todos los servicios de estudios y analistas. Por ahora, el consenso es que habrá una ligera desaceleración de unas pocas décimas en relación a las previsiones iniciales y que el PIB terminará este 2018 más cerca de un avance del 2,5% que del 3%. Esto es, Analistas Internacionales (AFI) acaba de revisar del 2,9% al 2,6% su cifra para España, Axesor lo ha hecho exactamente en la misma horquilla, Bankia y Santander del 2,9% al 2,7%, e Intermoney, CaixaBank o Equipo Económico del 2,8% al 2,7%, en línea con el Gobierno, según recabó Efe hace unos días. La Cámara de Comercio de España también prevé un 2,7% desde que comenzó el año. 

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