La gerontocracia que viene: así será el grupo social que va a dominar el planeta

  • No hay gobierno que pueda aguantar la presión de la nueva clase hegemónica que pedirá más gasto social y tensionará las cuentas públicas.
Dos viejos gruñones
Dos viejos gruñones
La Información

En 1996, el gasto en pensiones suponía menos del 27% de los Presupuestos Generales del Estado. Hoy, el gasto en pensiones es del 42% del Presupuesto que, sin ir más lejos, acaba de presentar el Gobierno de Pedro Sánchez. Lo cual quiere decir que al Estado le queda menos de un 60% para gastarlo en colegios, carreteras, bibliotecas, investigación y desarrollo…

Si lo proyectamos a los próximos años, el gasto en pensiones será el 60% del Presupuesto. Es decir, al Estado le quedará cada vez menos dinero para invertir en tecnología o educación, porque se gastará más en pensiones. Y así hasta que las costuras financieras del Estado se rompan por alguna parte.

Las causas de este problema económico son archisabidas. Desde la década de los ochenta, han coincidido varios fenómenos que han reducido la natalidad: primero, la incorporación de la mujer al trabajo; segundo, la diferente secuencia de gastos que adquiere un matrimonio al casarse (primero el lujo de tener un piso, luego el coche, y más tarde los niños); tercero, la fertilidad tardía de la mujer, pues cada vez más mujeres tienen hijos a partir de los 30 años.

Cuando hay poca natalidad, la media de edad de la población existente aumenta. Hace poco, el demógrafo Alejandro Macarrón afirmaba que nos encaminamos hacia una gerontocracia. No se refería a que nuestros gobernantes serán unos ancianos, sino a que los votantes influyentes serán los ancianos pues supondrían la mayoría de población.

La gerontocracia ya ejerce su poder. En 2018, miles de ancianos protestaron en toda España para mejorar sus pensiones. Como resultado, en los presupuestos de este año se liga la subida de las pensiones al IPC, se suben además un 3% las pensiones mínimas y también las de viudedad.

La gerontocracia, de la cual formaremos parte todos, incluso la persona que está leyendo esto, dictará los destinos de la sociedad en las próximas décadas.

¿Y qué quieren los viejos? Después de las pensiones, la mayor preocupación de la gente mayor es la salud: lo cual significará que esa masa de votantes protestará para que se asignen cada vez más recursos a los hospitales, a los medicamentos subvencionados, a las terapias, a curaciones y a residencias de ancianos. No hay que ser un sabio para imaginar que el gasto será gigantesco: más ancianos significa, más achaques.

Pero el mundo de los ancianos no es solo, dolor y hospitales. Hay mucha diversión. Esa gerontocracia de las urnas pedirá más y mejores viajes subvencionados por el Imserso, mejores hoteles, más actividades y cruceros más deliciosos. En los anuncios de cruceros que se ven por televisión, las parejas son tan maduras que no sabe uno si viajan con sus hijos o con sus nietos.

Y para llegar a esos sitios, los ancianos pedirán aumentar los descuentos en la Tarjeta Dorada de Renfe, que pasará del actual 25% al 50%, o más, quién sabe. Seguramente, exigirán a los alcaldes de toda España que el transporte público sea gratuito, incluyendo autobuses de línea y metro.

Con pensiones cada vez más generosas, y gastos cada vez más subvencionados, la tercera edad tendrá poder adquisitivo para ser cada vez más considerada por el sector servicios. De hecho en temporada baja, es la que llena los hoteles de España, incluso, los ancianos del resto de Europa.

En el sector del entretenimiento, hay cosas que han cambiado y que mucha gente no ha captado aún. Muchas películas del fin de semana en las grandes cadenas están protagonizadas por personas de la tercera edad –hombres de sienes plateadas y mujeres de una madurez envidiable–, que re-descubren el amor entre los fiordos noruegos, las granjas alemanas o los palacetes italianos. Las series alemanas que compran Antena 3 y TVE en principio estaban hechas para un país, como Alemania, donde la tercera edad es tan pesada que protagoniza teleseries y acapara portadas de las revistas con reportajes sobre cómo curar el dolor de espalda o combatir el alzheimer. Ahora, sus clientes de esas películas somos toda Europa.

Lo mismo pasa con los bancos: los jóvenes no tienen dinero ni para abrir una cartilla, así que los banqueros se van a por planes de jubilación. Para sobrevivir y ser votados, los partidos políticos tendrán que incluir en sus programas más anzuelos que satisfagan a lo que Macarrón denomina "la hegemonía apabullante de los votantes jubilados". Y todo porque, como dijo la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, "no hay ningún Gobierno que se preste a aguantar la presión en la calle y en las urnas del enfado de 10 millones de personas".

Los jóvenes pintarán menos, y la tercera edad más. Menos inversión en centros de Formación Profesional, y más a Residencias de la Tercera Edad.

Algunos economistas, como Gabriel Tortella, han escrito que esto es una locura: "Los jubilados y pensionistas tienen poca razón en sus reclamaciones. Durante los largos años de la crisis, las pensiones se han cobrado puntualmente mientras los trabajadores en activo veían sus sueldos reducidos o perdían su empleo. Es más, las pensiones se revalorizaban mientras los precios caían. Nadie denunció el trato privilegiado que recibíamos los pensionistas (yo soy uno de ellos), que fue posible a costa de esquilmar los fondos de la Seguridad Social", decía.

El Fondo de la Seguridad Social para pensiones que se había ahorrado en tiempos de vacas gordas, ha ido mermando de más de 60.000 millones a apenas 5.000 millones en diciembre pasado. Cada vez que llega una paga extra, se esfuman 3.000 millones.

Como no hay dinero en la caja, hay que pedirlo prestado al Tesoro. La deuda pública española supera al Producto Interior Bruto: más de un billón de euros. Y tiene pinta de seguir creciendo con un gobierno que atiende a las quejas de ese grupo hegemónico del que, repito, formaremos parte todos tarde o temprano.

La Airef, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, ha estado pidiendo al Gobierno que se alargue la edad de jubilación, se aumenten los años de cálculo de la pensión, que suban las cotizaciones sociales y hasta que se permita la entrada de 270.000 inmigrantes al año hasta el 2048.Eso cuadraría las cuentas y seguiría garantizando las pensiones de las próximas generaciones.

Pero los que se dedican a cuadrar las cuentas solo quieren que las cosas salgan matemáticamente bien. No son sociólogos ni antropólogos. Meter 270.000 inmigrantes en España cada año, quizá solucione las cuentas, pero creará otro problema: el del choque social. Los ancianos, protegidos tras sus pensiones, serán los primeros en protestar contra esa "invasión". Ya se sabe que cuanto mayor se hace uno, es más conservador. Lo más seguro es que suceda en España lo mismo que en el resto de Europa: que la tercera edad vota a los partidos que se oponen a la inmigración.

Ahora tenemos un grupo hegemónico de ancianos acaparando los recursos del país, y exigiendo a partidos de izquierda y extrema izquierda que les aumenten las pensiones, y dentro de unos años votarán a partidos de derecha y extrema derecha para que se opongan a la inmigración. ¿Hay en la sala algún economista brillante con una buena solución?

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