Tensión en el Báltico

La reapertura del Nord Stream 1 no aleja el temor al cierre del gas ruso en verano

Los gobiernos comunitarios y las empresas energéticas temen una maniobra torticera de Putin con los gasoductos para intentar justificar el corte a  nivel internacional y evadirse de cualquier culpabilidad. 

Nord Stream 2
La reapertura del Nord Stream 1 no aleja el temor al cierre del gas ruso en verano.
Europa Press

La posible apertura del gasoducto Nord Stream 1 el próximo jueves, una vez terminadas las labores de mantenimiento que Rusia inició hace quince días, no ha despejado las dudas de las autoridades comunitarias, que temen un corte del suministro de gas a corto plazo, ya sea esta misma semana o durante el mes de agosto. Fuentes cercanas a Gazprom se ocuparon este martes de frenar las especulaciones que había lanzado la propia Comisión Europea sobre un cierre inmediato, pero las explicaciones todavía no convencen a muchos mandatarios europeos de que no se vaya a romper la baraja este verano, cuando más daño haga. 

Las labores de mantenimiento del Nord Stream 1 y las dificultades para que llegue la turbina necesaria para ponerlo en marcha de nuevo habían lanzado todas las alarmas, ante el temor de que Rusia utilizara ese incidente para provocar de forma torticera un cierre definitivo del suministro e intentar evadir la responsabilidad internacional que supondría una acción como esa. Los estrategas comunitarios del sector energético temen que Putin aproveche la situación para aplicar una maniobra que evite que el corte se interprete a nivel internacional como una decisión unilateral (contra la que tomar medidas duras), que pasaría por proponer a la Comisión Europea o al Gobierno alemán la apertura del gasoducto cerrado desde la invasión, el Nord Stream 2, como alternativa. Esa opción supondría echar para atrás la primera de las sanciones económicas que se impusieron contra Rusia tras la invasión, a finales de febrero pasado, de forma que la negativa casi segura de la UE a permitirlo le daría una excusa perfecta al líder ruso para cortar el gas sin tener que asumir ninguna culpabilidad por ello.

Aunque parezca una trama de espionaje digna de una película, fuentes comunitarias cercanas al proceso aseguran que ese es todavía uno de los principales escenarios que se están barajando en la Comisión y entre los gobiernos comunitarios, para evitar que les pille con el pie cambiado y tengan que hacer una concesión política al líder ruso que le daría un triunfo a nivel internacional y oxígeno de cara a continuar con su chantaje energético al resto de Europa. 

Tanto el Gobierno español como en el seno de algunas de las grandes empresas del sector se juega con la hipótesis de que el corte de suministro de gas a Europa va a llegar mucho antes de lo que se espera, para causar el mayor daño posible a economías como la alemana y el resto de Centroeuropa, a las que no les va a dar tiempo de reducir al mínimo la dependencia de esa fuente fósil de energía para producir electricidad. Incluso en fuentes empresariales muy cercanas al negocio de los grandes suministros de gas y petróleo también se ha especulado en alguna ocasión con la posibilidad de que Putin utilice cualquier excusa para hacerlo de la forma más exculpatoria posible. “Si no es una turbina que no llega, será un boicot, un atentado de alguien o una rotura fortuita del conducto en algún punto remoto”, advierten, convencidos (al igual que la UE) de que el líder ruso maniobrará como pueda para echarle la culpa de lo que ocurre a otros.

La alternativa de los metaneros

Como solución más efectiva a corto plazo para evitar que el corte ruso deje ‘helados’ a los países europeos se contempla la intensificación del trafico de buques metaneros con gas licuado, que necesita pasar por plantas regasificadoras para volver a ser fósil, procedente de mercados como Qatar, Nigeria y Estados Unidos, entre otros. España es una potencia en ese negocio, dado que tiene siete plantas para convertir gas licuado y una alta capacidad de almacenamiento, de forma que puede reponer, recargar y redirigir los barcos a otros puntos europeos donde se necesiten. Todo ello con permiso de todo el gas que llega desde Argelia por el gasoducto del Mediterráneo.

Hasta que haya una verdadera conexión a través de los Pirineos que permita elevar la cantidad de gas o energía eléctrica que llevar hacia la Europa continental, el Ejecutivo español cuenta con estructurar una verdadera industria del gas licuado, en conexión con otras plantas regasificadoras, como las tres que tienen Italia o Francia, la de Alemania o las dos de los Países Bajos, entre otras. Esa alta capacidad de generar electricidad a partir de gas que tienen España en las centrales de ciclo combinado, aunque sea una opción cara y algo contaminante, junto con una generación renovable de más del 50% del total que necesita el país cada año, es lo que hace pensar en que las restricciones y el racionamiento energético llegarán más tarde y con menos virulencia a nuestro país, por más que se imponga un modelo único para toda la UE que permita compensar el fuerte impacto que se van a llevar las economías más dependientes de Rusia, como la alemana.

Con esa presión sobre el mercado internacional del gas, fuentes cercanas a Moncloa aseguran que es vital mantener una buena relación con Argelia, perdida desde que España cambio de postura sobre el Sáhara Occidental. El Gobierno siempre ha dado ese suministro por garantizado, después de que así lo dejara zanjado el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, el pasado mes de septiembre con los dirigentes del país, pero queda por cerrar el precio y el suministro concreto que cada una de las empresas negocia con Medgaz desde octubre pasado.

El enfrentamiento con Argelia ha dado alas al Gobierno italiano para acercarse más al mercado argelino en busca de suministro, con el riesgo que eso supone para España, dado que las reservas de aquel país son limitadas y no hay para todos. Italia se ha comprometido incluso a invertir y sacar nuevos yacimientos, pero la crisis que se ha suscitado con la posible salida de Mario Draghi ha frenado ese proceso. A pesar de todo, desde el entorno del Ejecutivo español aseguran que nunca han visto la iniciativa italiana como un riesgo, sobre todo porque sus propias instalaciones no permiten que todo el gas que entra por el sur del país llegue al norte en la misma cantidad, dado que la capacidad es menor cuando llega al centro y enlaza con el norte con menos intensidad De ahí que sea en la frontera norte donde Italia tenga sus plantas regasificadoras, que en gran cantidad se nutren de metaneros procedentes de España. 

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