La prestación por desempleo, ¿sirve para que el parado se quede en casa viendo TV?

  • Las estadísticas no cuadran con la teoría de que subvencionar el desempleo lo fomenta. Países con importantes ayudas tienen muy bajos índices de paro
Parados ante una oficina de empleo.
Parados ante una oficina de empleo.

El escritor Tim Harford, célebre por sus libros de divulgación económica, se preguntaba en el ‘Financial Times’ si las ayudas a los desempleados eran buenas o malas. “Lamentablemente, es un incentivo para permanecer desempleado. En el peor de los casos, la prestación por desempleo paga a las personas para que vean la televisión durante el día; es particularmente perniciosa si las habilidades de los desempleados decaen, y el desempleo se convierte en desempleo”.

España gasta más de 6.000 millones de euros al año en políticas activas de empleo. Esta semana, Airef (la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), ha emitido un informe según el cual, ese sistema es deficiente. Pone como ejemplo el programa Prepara, que supuestamente sirve para recualificar a desempleados y conseguirles una nueva ocupación más acorde con lo que quieren las empresas.

Según Airef, este programa “no mejora la probabilidad de incorporarse al mercado laboral durante los seis meses que dura la prestación”. También cuestiona el sistema de incentivos a la formación. En resumen, según esas afirmaciones, las ayudas a los parados no les ayudan nada a encontrar empleo.

Por decirlo de alguna manera, es lo contrario del gasto farmacéutico. Las medicinas curan enfermedades pero para algunos expertos las prestaciones no curan la enfermedad del desempleo.

Quizá no lo curen del todo, pero es uno de los grandes inventos de las sociedades modernas, o como dice Tim Harford, “es un salvavidas”.

La idea original es que cuando una persona se quede en paro, continúe recibiendo una renta básica hasta que consiga empleo. Esa renta tiene un límite temporal (en España es de dos años), al final de los cuales el trabajador puede optar por otra renta más modesta de seis meses llamada subsidio.

El riesgo moral de subvencionar el desempleo

La desventaja de ese sistema es que muchas personas, los listillos, trabajan en la economía sumergida de modo que obtienen ingresos en negro, y cobran el paro defraudando a la sociedad. Y otros prefieren quedarse en su casa cobrando el paro, pues las ofertas de trabajo que reciben son a veces de tan escaso valor, o de oficios tan diferentes que les compensa seguir recibiendo el desempleo. Es lo que se denomina en el mundo de la economía como "moral hazard", el riesgo moral de subvencionar el desempleo. Al final pagas para que la gente se quede en casa.

Sin embargo, las estadísticas no cuadran con la teoría de que subvencionar el desempleo fomenta desempleo. El desempleo en muchas economías europeas con fuertes ayudas a los parados es muy bajo, tan bajo, que 'The Economist' dedicaba una portada titulada “The great job boom” (el gran auge del empleo) a este fenómeno insólito. La revista británica mantenía la tesis que los países ricos están teniendo unos momentos sin precedentes de bonanza en el empleo, y eso a pesar de los robots que nos vienen a robar el trabajo, y a la ralentización mundial pronosticada por el FMI. Países con importantes ayudas al desempleado tienen muy bajos índices de paro, como Holanda, Gran Bretaña y Alemania.

En realidad, la mejor política para incentivar el empleo es el empleo. Aunque suene a tautología, lo que eso quiere decir es que cuando una economía crece, crea empleo y el Estado gasta menos en políticas sociales de empleo. La prueba es que en los años de vacas gordas, el desempleo en España bajó hasta niveles nunca vistos desde que existen estadísticas de empleo: el 7,9% de la población activa, cosa que sucedió en 2007. Luego, desgraciadamente, se disparó hasta el 26% (en 2013).

Pero de ahí hasta el año 2019, el empleo bajó del 26% de la población activa al 14%. Unos 12 puntos. La pregunta es si la tasa de desempleo podría haber caído en España más aceleradamente en caso de que se hubiesen usado otras políticas de empleo más duras. ¿Podría? En Alemania, el paro es del 3,2%. En 2005 era del 11,7%. Por esas fechas se puso en marcha el plan Hartz IV que entre otras cosas, redujo el periodo de cobro del paro de 36 a 12 meses, con lo cual obligaba a los parados a moverse. Por fortuna, funcionó pues en los años de crisis, sobre todo después de 2008, el paro cayó en Alemania a cifras que hoy nos parecen ridículas.

En Estados Unidos las cosas son incluso más duras para los parados. Apenas hay ayudas al desempleo, lo cual incentiva a los desempleados a buscar trabajo como sea. Hoy el desempleo en EEUU está a la altura de Alemania, lo cual se considera paro técnico, es decir, nada.

Entonces, ¿reducir las subvenciones al desempleo es una buena práctica? Eso es ir muy lejos. España no tiene el peso industrial y tecnológico que tienen EEUU y Alemania. Nuestro país depende del turismo y de la construcción. Los ciclos afectan más a España que a esos dos países, de modo que no se puede hablar en los mismos términos.

Las subvenciones al desempleo son necesarias, y no está demostrado que mantengan a los parados en su casa viendo TV. En 2005, Alemania tenía más paro que España (11,7% y nosotros menos de 10%), y eso que nuestras ayudas a los parados eran muy parecidas a las actuales. Bastante generosas.

Lo que está claro es que el desempleo es el problema que más preocupa a los españoles. Ni la amenaza independentista ni la corrupción preocupan tanto. España podría tener más empleo si el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), el antiguo Inem, funcionara mejor. Eso es lo que trató de decir las Airef en su último informe. No critica tanto lo que se gasta (Alemania gasta más por desempleado), sino cómo se gasta.

Airef recomienda que hay que detectar mejor las necesidades del mercado laboral y orientar hacia allí a los desempleados. Implicar a los agentes sociales, como hace Alemania, de modo que los parados salgan de esa situación acomodándose a lo que las empresas quieren.

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