Más de la mitad de los españoles sabe lo que es estar en paro (y sí, acorta la vida)

  • Los españoles lo colocan en el puesto número uno de sus preocupaciones, pero en el día a día, los parados son invisibles.
Los hijos de padres con ansiedad o depresión tienen más riesgo de suicidio
Los hijos de padres con ansiedad o depresión tienen más riesgo de suicidio

Más de la mitad de los españoles sabe lo que es estar en el paro, lo que tal vez no sepan es que el desempleo causa enfermedades y trastornos psicológicos e incluso puede llegar a acelerar nuestra muerte. Como suena. Como señala el profesor y psicopatólogo de la Universidad de Murcia, José Buendía, autor de 'El impacto psicológico del desempleo' (Editum), la sociedad no ha logrado tomar conciencia del impacto y la sensación de invisibilidad que viven los parados.

Cierto que es la primera preocupación del CIS, que más del 90% de los españoles cree que el salario mínimo interprofesional (735,90 euros al mes) en nuestro país es injusto.  Así lo apunta el último informe realizado por el comparador de seguros Acierto.com, que destaca que el 67% de los españoles no está de acuerdo con la duración de la prestación por desempleo actual ni en su cuantía, ahora que Báñez pretende endurecer los requisitos. De entre ellos, el 56% estima que debería ampliarse a seis meses por año trabajado, mientras que el resto aumentaría esta cantidad a ocho y doce meses (el 14% y 13% respectivamente).

Los españoles tampoco están conformes con cobrar menos a medida que pasa el tiempo; algo que comparte hasta el 76% de los encuestados. El 77% piensa que las indemnizaciones deberían superar los 40 días por año trabajado, mientras que el resto establece un mínimo de al menos un mes por este mismo periodo de empleo. Y encontrar empleo no parece fácil: solo un 8,4% de los participantes del estudio tuvo más de siete entrevistas durante el último año. A pesar de esta forma de pensar, el 34,6% es capaz de ponerse en la piel de la empresa que le despide. ¿Hacerse autónomos? Tres de cada cinco españoles consideran que la situación de los autónomos en España es mala o muy mala, pese a las nuevas leyes.  Lo que indican estos datos es que sí tenemos conciencia de que la vulnerabilidad de quedarse en el paro es alta, pero social y políticamente el drama sigue sin ser tratado más allá de los números.

Hasta aquí los datos.  ¿Qué opinan los expertos de estas consideraciones?  Jesús San Martin, presidente del Registro de Economistas y Asesores Fiscales del Consejo General de Economistas, considera que "en las economías occidentales desequilibradas como la nuestra una gran parte de la población va a sufrir el paro. Nuestro modelo de servicios es lo que provoca, en el pecado llevamos la penitencia. La falta de apuesta por la industria y el desarrollo tecnológico tiene estos efectos, aunque haya empresas españolas en la vanguardia intencional. Hay que formarse más y ser productivos, aportar valor, la economía no es el Estado. O aumentamos la solidaridad con los impuestos...". Futuro negro, pues.

Alicia Coronil, directora del Departamento de Economía del Círculo de Empresarios ESIC, considera que se "necesitan reformas en el mercado laboral"  y cree que, pese a la opinión de los españoles en esta encuesta, en el camino  de las indemnizaciones vamos más hacia los 18 días por año de la media de nuestros competidores que al revés. "Tenemos que apostar por los contratos indefinidos en estas condiciones y también por el talento y la colaboración de la universidad con el sector privado".  Reconoce Coronil que "tenemos un problema de tamaño de empresas y de unidad de mercado y ambas son fundamentales para competir". Ambos expertos inciden en la economía sumergida.

Volvamos a los efectos colaterales del paro. Buendía ha trabajado en esa realidad, en la que no habla de números sino de personas. "La gente que está en el paro tiene mala conciencia, se esconde, es invisible. Las mujeres y los pensionistas salen a la calle, los parados no", destaca. "La primera sensación de un parado es sentirse inútil, de ahí pasa a la depresión, la angustia y la perplejidad. Luego surge un proceso de recuperación, un optimismo irreal, pero llega un momento en el que esa sensación de estar de vacaciones se desvanece y llega el reconocimiento de la realidad". 

El impacto es brutal en los mayores de 40, según el estudio realizado por Buendía, que si no cuentan con el apoyo de la pareja y de la familia pueden sufrir transtornos cardiovasculares, depresión, ansiedad e irritabilidad. Llegan las horas en el sofá viendo la televisión, las posibles rupturas de pareja... Y esta forma de vida lleva, a su vez, aparejado el colesterol, la obesidad, la hipertensión, el consumo de alcohol o la baja actividad física. Para los jóvenes, el desempleo supone princi­palmente una prolongación de dependencia de los padres. Pasada una fase de rebelión, el desempleo les conduce a una marginalización que proporciona la propensión hacia vías alternativas de socialización no deseadas como puede ser la delincuencia o la radicalización política.

El sentimiento de vergüenza ante su propia fa­milia especialmente cuando ésta ha realizado verdaderos sacrifi­cios para prepararles aumenta y las relaciones familiares se deterioran. Físicamente aparecen problemas digestivos, broncopulmonares y dermatológicos. ¿Qué se puede hacer? Los programas de empleo no solo deberían orientar a buscar trabajo sino a sociabilizar, buscar actividades en las que la persona vuelva a tener unas rutinas, a ordenar su tiempo, a sentirse útil. Y la familia es vital. El paro demuestra a la persona que un trabajo no es solo ganarse la vida. Sin él desaparece no solo el dinero sino una estructura del tiempo, las experiencias com­partidas y los contactos con la gente fuera del núcleo familiar, las metas, el estatus social y la propia identidad personal. Es lo que se esconde detrás de esa frase de no vuelva usted mañana.

del pozo a la esperanza

Notas de un desempleado en primera persona

José Buendía ha entrevistado a muchos parados, ha escuchado sus historias, les ha puesto cara y ojos en sus estudios. Esta es la historia de uno de ellos y el proceso por el que pasó desde que le despidieron. Contado en primera persona.  Le llamaremos J. y tiene 49 años, pero podría ser cualquier de nosotros. De ingeniero mecánico y 15 años en una empresa a la cola del INEM. Esta es su historia que hoy es la de millones.

Septiembre: Vuelvo de vacaciones y me despiden. No me dicen por qué. Me quedé perplejo, porque no entendía nada. Otro compañero y yo habíamos organizado desde su origen la empresa, que funcionaba muy bien, pero ahora ya no interesaba mi presencia allí. Creo que todo se debe a mi actitud crítica ante algunas decisiones de la dirección. Pasé por un sentimiento de confusión. Me sentía incapaz de hacer planes de futuro.

Octubre: Supero mi estado de ánimo, volviéndome hiperactivo. Trato de no pensar en el paro. Es verdad que no cuento con ahorros, pero ya pagué la hipoteca del piso, y espero encontrar otro trabajo. Lleno el tiempo haciendo tareas de carpintería y pintura en la vivienda. Paso horas leyendo y oyendo música, y por la noche, a veces, salgo.

Diciembre: Le doy muchas vueltas a la cabeza, porque no encuentro trabajo. Visito empresas, y presento mi currículum en todas partes, pero las gestiones no dan fruto. Estoy desanimado, y empiezo a estar muy nervioso. Mi mujer dice que ya no soy el mismo, le contesto mal por cualquier cosa. Apenas duermo y he tenido que cambiar de habitación para no molestarle. Sobre todo me preocupa la reacción de mi hija de 16 años, que veo que sufre por la situación. “No tienes que preocuparte tanto, verás como encuentras algo”, dice mi mujer. Pero yo así no puedo seguir. La situación económica es insostenible, y además siento vergüenza ante familiares y vecinos. Tengo dolores de cabeza y algunos problemas digestivos. No quiero ver a nadie.

Abril: Estoy muy mal, y ya ni siquiera busco empleo. Paso gran parte del día durmiendo o viendo la tele­visión. Mi vida no tiene sentido, pienso. Mi mujer ha empezado a echar horas como limpiadora. Esto me humilla aún más. Este largo proceso se me hace insoportable. Se me ocurren muy malas ideas, pero la atención de mi mujer, y el cariño que siento por mi hija, me dan fuerzas para seguir adelante.

Julio: El calor se hace insoportable, pero no pongo el aire acondicionado para reducir el gasto de luz. Mi hija quiere irse a Palma de Mallorca con sus primas, pero no puede ser. Ya no hay vacaciones, sólo un túnel sin salida. Salgo todos los días a caminar. Esto hace que me sienta mejor.

Octubre. Mi amigo P.  me trae una buena noticia. Sus gestiones han dado resultado. Me llaman para una entrevista de trabajo el lunes 28 de Septiembre. Dice P. que les gustó mi currículum, y que el único “pero” que han puesto es la edad. Cuarenta y nueve años les parece muy mayor. Paco asegura que me van a dar el trabajo, pero en Barcelona, donde esta empresa tiene nuevas instalaciones. Me da igual donde sea, se abre un nuevo horizonte.  Nunca apreciaré lo suficiente la ayuda de P. y el apoyo de C., mi mujer. 

La historia de J. describe algunas de las fases comunes que tiene estar en el paro y cuenta con un final feliz. La historia  de muchos españoles, no. 

Mostrar comentarios