Las huelgas ya no son lo que eran: se impone la responsabilidad sindical

  • Más allá de éxito o fracaso, la lectura de la huelga general de ayer con la que coinciden todas las partes es que fue moderada. Se respetaron los servicios mínimos, los actos violentos fueron aislados y los medios internacionales se quedaron sin la esperada foto que habría equiparado a España con Grecia. Los sindicatos eran conscientes de que su imagen, y la del país, estaba en juego, y dieron la consigna de evitar disturbios. Un acto de responsabilidad que demuestra que las huelgas, como la sociedad, han cambiado.
Manifestación multitudinaria en Madrid contra la reforma
Manifestación multitudinaria en Madrid contra la reforma
David Tesouro
Ruth Ugalde

Los piquetes informativos que en la madrugada del miércoles al jueves empezaron a escribir las primeras líneas de la sexta huelga general de la democracia (hubo otra dos, pero sólo parciales), respetaron durante toda la noche la consigna que les habían dado los sindicatos: moderación, evitar disturbios y respetar los servicios mínimos.

Gobierno, prensa, parte de la opinión pública... eran muchos quienes pensaban que la violencia podía convertirse en una de las protagonistas de la jornada, lo que habría mermado más la ya dañada imagen de los sindicatos y, además, habría sido todo un golpe contra la economía española, porque se le habría equiparado con Grecia.

De hecho, el Ejecutivo preparó un fuerte dispositivo en toda España que, sólo en Madrid, ascendía a mil agentes antidisturbios.

Sin embargo, al final de la jornada, el número de detenciones fue 176, cifra muy inferior a la de la anterior huelga general, según el Gobierno, con 116 heridos leves, de los cuales, 70 eran efectivos de las fuerzas de seguridad.

Y eso que en Barcelona se produjeron varios altercados durante la tarde, que elevaron a más de 30 el número de detenciones realizadas en la capital catalana.

"Los periodistas de la prensa internacional tenían todo preparado, sólo estaban esperando la foto de los disturbios para decir que España es igual que Grecia, lo cual habría generado muchísimo daño al país", señala la economista de IE Business School, Gayle Allard.

Pero la responsabilidad se impuso. Quizás, porque los representantes de los trabajadores han aprendido de sus errores y, tras los malos resultados del último paro, han visto que deben modificar su estrategia.

"Han cambiado el estilo y la forma de actuar, es lo único en lo que se han modernizado los sindicatos últimamente", señala el profesor de IESE Sandalio Gómez. "Los sindicatos necesitan renovarse, y no sólo en las redes sociales o en la manera de plantear los piquetes, sino que también deben ofrecer soluciones", añade.

El megáfono de las redes

Internet y las enormes posibilidades de comunicación que ofrece han sido otra novedad del 29M, que además se vio alimentada por el elevado seguimiento del paro en los medios de comunicación, sobre todo en las televisiones públicas, lo que convirtio a las webs y a las redes sociales en los principales canales de comunicación.

Además, tras comprobar el poder de convocatoria del 15M, los representantes de los trabajadores también quisieron aprovechar estos canales para transmitir sus mensajes. Otro factor que indica que las huelgas ya no son lo que eran.

Ahora, la opinión pública se mueve en Twitter o Facebook, no sólo en las puertas de las fábricas o en las cocheras, lo que llevó a preparar el paro, y su respaldo entre la ciudadanía, desde semanas antes.

En este terreno, los manifestantes terminaron ganando la batalla, al conseguir que la guerra de hastags que se creó terminara inclinando la balanza de su lado, convirtiendo gran parte de sus arengas virtuales en Trending Topics, es decir, en los temas más seguidos durante la jornada.

La posibilidad de verificar los datos que ofrecen las nuevas tecnologías no se corresponde con las dispares cifras que ofrecieron Gobierno y sindicatos sobre el seguimiento del paro en las calles.

Según CCOO y UGT, el seguimiento general de la huelga general se situó en el 70%, mientras que el Ejecutivo habló de una jornada laboral "casi normal".

En los sectores de transportes, industria, construcción, agricultura y ganadería la adhesión superó el 95%, mientras que en las administraciones públicas el dato fue muy inferior, del 57% de media, según los organizadores. En cambio, el Gobierno limitó al 16,7% el paro entre los funcionarios.

Donde también se ha repetido la tradicional guerra de cifras ha sido en el número de participantes en las manifestaciones. Mientras que los sindicatos hablaron de un millón de personas en Barcelona y 900.000 en Madrid; el Ejecutivo se limitó a señalar 800.000 en toda España.

Parece que sólo se pusieron de acuerdo en una cosa: la moderación y el respeto a los servicios mínimos.

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