Llega el frío y España vivirá el otoño más caro del siglo al encender la luz y el coche

  • La factura de la electricidad podría terminar el 2018 por encima de los 800 euros por primera vez en la historia y el diésel espera al alza su tributo
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El otoño se ha dado prisa por extenderse durante este fin de semana. En más de la mitad de España se han desplomado las temperaturas y el verano parece quedar definitivamente atrás. Lo que parece cada vez más cerca, en cambio, es el varapalo que supondrá para el bolsillo de los españoles hacer frente a la caída de los termómetros. Al encender la calefacción o al coger el coche ante la temporada de lluvias; en la factura de la electricidad o en la ventanilla de las gasolineras, el otoño ha llegado para ser el más caro de lo que llevamos del siglo XXI y para confirmar los graves problemas de dependencia energética que sufre nuestro país. 

Ya no es solo el precio de la luz, que podría cerrar el año con la factura más cara de su historia y ante lo que el Gobierno de Pedro Sánchez se ha apresurado a aprobar un paquete de medidas que, desde el mismo momento de su validación por el Consejo de Ministros, ya han sido acusadas de insuficientes por las asociaciones consumidores. También los carburantes se encuentran en niveles que solo se habían experimentado hace un lustro, aunque con la diferencia de que se avecina un nuevo impuesto sobre los vehículos del diésel que sin duda tensionará las tarifas todavía más. Y por si no era suficiente, el gas natural terminará el año con un nuevo incremento de más del 8% para el último trimestre.

Se mire donde se mire, a los españoles le va a costar muy caro calentarse durante los próximos meses. La evolución del mercado mayorista apunta a que a finales de año la factura de la electricidad podría experimentar una subida del 3,6% con respecto al año anterior de forma que, para un hogar con un consumo de unos 3.600 kWh anuales, el incremento podría ser de 32,4 euros, según informa Efe.

De hecho, en las últimas semanas el precio de la electricidad en el mercado mayorista ha marcado varios máximos anuales, el último el pasado 28 de septiembre con 75,92 euros el megavatio hora (MWh). Entre los factores que están propiciando este incremento se encuentra, fundamentalmente, el precio de los derechos de emisión del dióxido de carbono (CO2) -que se ha triplicado este año- y del gas natural y el carbón en los mercados internacionales. Fruto de este encarecimiento, la factura de la luz para un usuario medio se situó en septiembre en una media de 63,86 euros, el 14,1% más que un año antes, lo que equivale a casi 8 euros al mes.

Todo esto, en cifras del sector. En organizaciones de consumidores como Facua, se elevan todas estas previsiones y antes de este último acelerón, la asociación ya estimaba a mediados de mes que el precio medio de la luz en España era un 80% superior al que había a principios de siglo. Sumando los incrementos últimos y los que prevén los mercados de futuro, el año 2018 terminará con una factura que duplicará la que se pagaba allá cuando España acababa de entrar en el euro. Mientras tanto, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) estudia qué ha ocurrido para llegar a esta situación y el Gobierno se apresuró el pasado viernes a aprobar un paquete de medidas urgentes para hacer frente a la denominada pobreza energética. 

La moneda única, mientras tanto, también fue durante el primer tramo del siglo el patrón psicológico para marcar la evolución de los precios de los carburantes. Antes de eso, la frontera se había situado en las 100 pesetas, ampliamente superada a finales del siglo XX. Con la llegada del euro, el precio del litro de la gasolina y el diésel arrancó entre los 70 y los 80 céntimos y no fue hasta el año 2005 que se rompería el techo de cristal del euro exacto. Desde entonces, no ha dejado de subir e incluso en lo peor de la pasada crisis, en 2012 y 2013, la gasolina 98 incluso rozaría los 1,6 euros y el diésel por encima de los 1,4 euros. 

Ahora, y en los prolegómenos de que el Ejecutivo del Partido Socialista incorpore un nuevo impuesto al gasóleo (lo que elevará, según el propio Ministerio de Hacienda en unos tres euros el gasto mensual), el diésel coquetea con ese 1,4 de máximos históricos y la sin plomo ha estado durante algunos días de la semana pasada por arriba del euro y medio por litro, según datos del sector. 

Eso no es todo: además de la luz, el mes de octubre ha entrado con una subida media del 8,4% en las tarifas de último recurso (TUR) de gas natural, que son las que tienen principalmente los consumidores domésticos, debido a la importante subida del coste de la materia prima, del 22,7%, ya que la parte regulada de la factura está congelada para 2018 por cuarto año consecutivo.

Y ya sea para la luz, el gas o los carburantes tampoco hay que perder de vista el pecado original de toda este efecto dominó sobre la economía familiar: el barril de petróleo de Brent para su entrega en diciembre también ha escalado en las últimas semanas. De hecho, el pasado 2 de octubre superó los 85 dólares, un precio que no se veía desde 2014, por los persistentes temores de los inversores a una escasez de oferta global. En lo que va de año, el precio del petróleo se ha revalorizado en torno a un 27%. Todo ello, en un contexto marcado por la incertidumbre de los inversores a los efectos que puede tener la entrada en vigor el próximo 4 de noviembre de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Irán, el tercer productor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Es decir, que se espera cualquier cosa excepto una relajación a corto y medio plazo. 

Obviamente, con este panorama en general no es de extrañar que la inflación en España se mantenga desde hace meses por encima del 2%, aunque, de momento, el precio de la luz no ha repercutido con toda su dureza. Para duro, lo que se avecina por otro flanco de las cuentas de los hogares: el crédito hipotecario. Porque sí, porque la época del euríbor barato ya ha terminado y las hipotecas afrontar una subida paulatina de sus cuotas. Aunque eso será más una cosa de invierno.

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