Locos por meter la pelota en el hoyo

  • Ni la crisis ni el pinchazo inmobiliario logran frenar la creciente pasión de los  españoles por el golf. Casi 340.000 españoles y más de un millón de extranjeros cambian la arena de nuestras playas por el verde ‘green’.
Alfonso Pérez/Revista Capital

Juan Sánchez prepara la maleta para pasar el fin de semana en la Costa del Sol. Pero en ella no hay espacio para chancletas y bañador. Se afana por buscar los pantalones de pinzas, el jersey de pico y sus inseparables guantes de piel, que, junto a la pesada bolsa de hierros, completan el equipamiento necesario para pasar un buen fin de semana de agosto jugando al golf con amigos en alguna de las verdes praderas que inundan la provincia malagueña.

Como este ingeniero de caminos, cada vez más españoles dedican sus vacaciones o ratos de ocio a meter la pelota en el green en vez de tostarse en la playa. Cambian la sombrilla por el hierro 3 y el aire desenfadado del chiringuito por la exquisitez de la casa club.

Ni siquiera la devastadora desaceleración económica ha podido frenar el crecimiento de una actividad que, en números redondos, concluyó 2009 con 340.000 jugadores federados –la licencia es imprescindible para poder jugar–, lo que le convierte en el cuarto deporte federado tras el fútbol, la caza y el baloncesto. Cifras inimaginables hace apenas dos décadas, cuando el número de federados apenas superaba los 50.000 jugadores.

“El crecimiento ha sido brutal y en comunidades como Madrid, que concentra la tercera parte de los jugadores españoles, es el deporte rey”, sentencia Miguel Ángel Caderot, director de comunicación de la Real Federación Española de Golf, al que le gusta hablar de la democratización del golf en España.

Pese a que todavía existen clubes elitistas como Valderrama, en Sotogrande (Cádiz), donde hay que desembolsar 120.000 euros para ser socio y casi 300 euros por recorrer 18 hoyos, la realidad es que ha dejado de ser una actividad minoritaria asociada a las élites. Hoy se puede jugar una partida por 45 euros de media y la compra de una bolsa básica de 14 palos cuesta igual que una bicicleta.

Hijos del ladrillo

A esta popularización ha contribuido, sin duda, la incesante construcción de campos, que se han triplicado en las dos últimas décadas (hasta 345). Al calor del ladrillo, y aprovechando una mayor flexibiliad de la administración a la hora de tramitar las licencias, han surgido como setas un sinfín de campos que eran el gancho perfecto para vender más casas y a mayor precio.

Según datos de la consultora Aymerich Golf Management, en los años dorados las viviendas y parcelas cercanas a los campos podían revalorizarse entre un 50% y un 100% dependiendo de si se encontraban más o menos cercanos a la primera línea del campo.

Para muchos compradores, tener vistas al hoyo 9 era casi como poder contemplar el Mediterráneo desde la terraza de un ático. Sin embargo, este modelo se ha derrumbando completamente con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y el centenar de instalaciones que estaban previstas para los próximos ejercicios se han quedado atrapadas en el búnker de arena.

“La construcción de nuevos campos se ha parado radicalmente al no venderse el volumen de casas necesario para rentabilizar su construcción”, afirma Manuel Picardo Gómez, subdirector de ventas de Aymerich.

En el entorno actual, a muchos campos de 18 hoyos construidos en medio de la nada no les salen los números: levantar uno requiere una inversión cercana a los 6 millones de euros –sin incluir la casa club– y el coste de explotación anual ronda los dos millones de euros.

“Se ha producido un cambio absoluto de reglas y de modelo”, recalca Picardo, que indica como los propietarios de muchos de estos nuevos complejos están renegociando rentas con los gestores, rebajando sus tarifas de juego hasta un 30% y buscando otras fuentes de ingresos.

Sin embargo, en el sector no cunde el pánico. “Se ha producido un parón en la oferta, pero la demanda es sólida, sigue creciendo y puede hacerlo mucho más. Está comportándose mejor que otros sectores ante la crisis. En cuanto escampe, la construcción tirará de nuevo”, afirma Caderot.

Potencial de crecimiento

Pese a la fiebre de las dos últimas décadas, las posibilidades de crecimiento son todavía importantes porque en términos relativos y absolutos todavía es un mercado incipiente respecto a otros países de nuestro mismo entorno socio-económico y con peores condiciones climáticas.


Sólo el 0,7% de los españoles le da a la pelotita, muy por debajo de británicos (el porcentaje de jugadores asciende al 2% de la población), suecos (6%), canadienses (21%) o EEUU. En la primera potencia mundial, convertida en la meca de este deporte, hay 27 millones de jugadores (el 10% de la población), existen más de 17.000 campos y la industria genera 50.000 millones de euros, más que el celuloide de Hollywood.

“Si en España jugara al golf el 2% de la población, tendríamos 900.000 jugadores, los campos estarían llenos y se construirían más”, comenta Juan Muro, fundador de Ad&Golf, una empresa especializada en la comercialización de soportes publicitarios en campos de golf.

Al menos, apoyos públicos para que la pelota avance metros hacia el green no le faltarán a una industria que mueve más de 3.000 millones de euros al año en España, según datos de la Asociación de Promotores de Turismo Residencial y Deportivo de Andalucía (Promotor).

“La Administración está apostando fuerte y sin tapujos de ningún tipo, despojándose de los clichés del pasado para apostar por una actividad que genera grandes beneficios”, sentencia Caderot, que pone como muestra el aumento notable de campos públicos: si en 1990 sólo había tres complejos de este tipo, hoy hay casi 40.

En Madrid, por ejemplo, se están construyendo cuatro campos y quizás se inicie un quinto si, finalmente, la región logra acoger la prestigiosa Ryder Cup en 2018 , tal como anhela una aficionada confesa como Esperanza Aguirre, la presidenta del gobierno regional.

“Madrid está apostando fuertemente por el golf”, reconoce Juan Bilbao, que dirige las obras de dos de los mencionados campos públicos madrileños. Las criticas de los ecologistas, que denuncian su impacto en el medio ambiente y el elevado consumo de agua, quedan en un segundo plano

Filón turístico

Quien lleva más años explotando el filón del golf es Andalucía, donde se concentran un tercio de las instalaciones. La región vio hace tiempo en esta actividad una forma de atraer turistas de alto poder adquisitivo.

Británicos, alemanes, suecos... que no escatiman en gastarse entre 180 y 240 euros diarios, más del doble de lo que consume un turista de sol yplaya. Según el Instituto de Estudios Turísticos, un millón de turistas de golf visitaron España el último año. De ellos, más de 400.000 jugaron en alguno de los más de cien greens de Andalucía.

El buen clima, la amplia oferta de campos y las alternativas para completar un viaje de golf (cultura, gastronomía, compras) han propiciado que durante las últimas dos décadas este turismo no haya ejado de subir.

Ana Gómez, directora gerente del Patronato de Turismo de la Costa del Sol lo tiene claro: “Se trata de uno de los productos turísticos con mayor proyección, tanto por sus efectos directos en los ingresos turísticos, como por la contribución que este tipo de turismo aporta al desarrollo del turismo de calidad y a la diversificación y desestacionalización de la oferta turística”.

Si se tiene en cuenta que, en 2020, habrá más de 120 millones de jugadores en el mundo, no es de extrañar que Turespaña se esté volcando también en este segmento dentro de su deseado cambio de modelo turístico. Trabaja con el objetivo de que podría suponer en cinco años el 4% del turismo receptivo español y el 10% de sus ingresos.

Ante este panorama, muchos operadores, agencias de viajes o cadenas hoteleras publicitan con profusión creciente su relación con el gol y ejercen de promotores de circuitos o torneos de golf. “Vemos un mercado creciente”, afirma Carolina Donante, directora de golf de Sol Meliá.

La mayor cadena hotelera española creó este departamento hace tres años con un objetivo claro: ganar a un cliente con una capacidad de gasto que multiplica varias veces la del turista medio. Cuenta con tres resorts con campo propio y unos 50 hoteles con instalaciones cercanas, además de organizar un campeonato con ocho pruebas en España. Un camino que también siguen rivales como NH, Iberostar, Halcón Viajes o AC.

Ahora sólo queda por ver si tanto estas empresas, como la industria turística española en general, serán capaces de hacer hoyo en uno o mandarán la pelota al lago.

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